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Cinco millones de angoleños acuden ilusionados a las primeras elecciones democráticas de su historia

María, una enjuta anciana angoleña de cabello ensortijado y rostro arrugado por los años, sonreía ayer sin poder todavía creer que no se trataba de un sueño. Tras 16 años de guerra civil, allí estaba ella, como otros cerca de cinco millones de angoleños, documentación en ristre, esperando su turno para votar en la primera de las dos jornadas electorales para elegir presidente y Parlamento entre los dirigentes de los grupos que, en vano, intentaron hacerse con el poder absoluto en Angola por medio de las armas. "Parecía que nunca se iba a lograr, pero aquí estamos los angoleños dispuestos a decidir el futuro de nuestro país sin que haya más guerras", decía la anciana al estrechar con fuerza las manos de algunos de los 800 observadores internacionales.

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Los citados observadores han acudido a Angola para supervisar los comicios que culminarán el proceso de paz bajo supervisión de la ONU. Un total de 44 generales de las nuevas Fuerzas Armadas angoleñas tomaron posesión doce horas antes de la apertura de los 5.095 colegios electorales. "Mejor tarde que nunca", comentó Antonio dos Santos, el nuevo jefe del Estado Mayor de un ejército que integra ahora a las fuerzas armadas gubernamentales y a los guerrilleros de la UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola) que combatieron al régimen izquierdista de Luanda.La primera jornada electoral transcurrió sin incidentes, según informó la, radio nacional, tras una campaña electoral salpicada de enfrentamientos entre militantes del gubernamental Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) y de la UNITA. 12 partidos políticos se disputan los 220 escaños del nuevo Parlamento, mientras 11 candidatos optan a la presidencia de la República.

Paraguas grandes, como sombrillas de playa, se abrían como setas multicolores en las interminables colas ante los diferentes centros de votación de Luanda para proteger del sol tropical a los pacientes electores. "Es asombrosa la tranquilidad y paciencia con la que los angoleños están acudiendo a las urnas y lo bien que está marchando todo", declaró a este diario uno de los observadores.

El entusiasmo es evidente en otros observadores norteamericanos y europeos, entre ellos dos españoles, que integran el grupo de 400 enviados internacionales que han viajado a Luanda invitados por los diferentes partidos en liza, además de los 400 supervisores de la ONU.

La exasperación de algunos votantes, que intentan colarse a base de codazos y empujones, algunos incluso pasando literalmente por encima de las cabezas de la marea humana ante el recinto electoral del barrio de Samba, es una mera anécdota frente a los tiroteos y escaramuzas que han salpicado cada uno de los días de la Campaña electoral.

Una docena de partidos compite en la contienda electoral que, sin embargo, se halla polarizada por los que fueron los principales protagonistas de la guerra civil que arrasó uno de los países más ricos de África en petróleo, diamantes, pesca y otros recursos: el MPLA (Movimiento Popular para la Liberación de Angola), liderado por el presidente Eduardo dos Santos; y la UNITA, dirigida por Jonas Savinibi.

Dos Santos contra Savimbi

Los que fueron acérrimos enemigos libran ahora su último duelo que, en el campo de batalla, costó la vida al menos a 350.000 personas, forzó a la trashumancia y la dependencia de las organizaciones internacionales a otras 700.000 y causó unos 20.000 millones de dólares en pérdidas económicas. Ahora que su enfrentamiento deja de ser un conflicto internacional, sin intervención de potencias extranjeras, los dos dirigentes juegan sus cartas para convencer a la población de que cada uno de ellos constituye la mejor opción para el futuro de Angola.

Dos Santos, de 50 años, apuesta por ser el hombre de la continuidad ante una población que ha sido testigo de su actuación para transformar su partido, inicialmente de corte marxista-leninista, en un grupo abierto de tendencia socialdemócrata ,donde los ideólogos fueron reemplazados por tecnócratas. Su pragmatismo logró que fuesen compatibles el apoyo de las tropas soviéticas y cubanas al MPLA con la explotación de los ricos yacimientos petroleros por empresas de Francia y, en un 80%, de Estados Unidos. Todo ello, sin ignorar que Washington era, hasta la firma de la paz el año pasado, el principal proveedor de ayuda militar a la UNITA.

Savimbi, de 55 años, cuenta, por su parte, con la importante baza de haber sido, especialmente para la Administración americana de Ronald Reagan y George Bush, el paladín de la bandera prooccidental y capitalista frente al comunismo del MPLA. Su lema es el del cambio frente a la supuesta explotación y mala gestión de los angoleños por parte del MPLA.

Todo ello adornado con un toque étnico y xenófobo que últimamente ha desconcertado hasta a sus antiguos aliados. Las informaciones, siempre rechazadas por UNITA, sobre las ejecuciones sumarias de las que fueron objeto hace apenas un año algunos de los colaboradores de Savimbi, con todas sus familias, en los cuarteles generales de la UNITA en Jamba, además de otras violaciones y abusos de derechos humanos, contrarrestan eficazmente su imagen de régimen de rostro humano.

A pesar del clima de reconciliación que ahora reina en Angola, el territorio controlado por UNITA ha estado vetado a los demás partidos durante la campaña electoral.

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