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EXPO SEVILLA 92

Una ceremonia fría y marcada por un rígido protocolo inauguró la Exposición Universal de Sevilla

La Expo 92 de Sevilla, la última muestra de estas características del siglo XX, fue inaugurada ayer por el rey Juan Carlos en una ceremonia fría y protocolaria. Sólo el humo de colores de las chimeneas de la antigua fábrica de loza de La Cartuja, los globos con banderas de los 110 países participantes y los fuegos artificiales -más ruidosos que luminosos en un día espléndido- rompieron la rigidez de la ceremonia de inauguración de la Expo. Mientras se desarrollaba el acto, el recinto de la muestra era un hervidero de trabajadores supervisando una y otra vez los últimos detalles. Y es que, como afirmó el presidente de la Sociedad Estatal, Jacinto Pellón, que ayer sí estaba nervioso, "nunca se ha inaugurado una ciudad de 200.000 personas de repente".El Gobierno en pleno -faltó la ministra de Asuntos Sociales, Matilde Fernández-, los presidentes de las 17 comunidades autónomas, alcaldes, portavoces de los grupos parlamentarios, líderes de partidos políticos (Alfonso Guerra y José María Aznar ocuparon asientos contiguos) y demás invitados españoles y extranjeros fueron ocupando sus sitios en la carpa instalada frente al monasterio de Santa María de las Cuevas (sede del Pabellón Real) sobre las 10 de la mañana. A las 11.27 llegó la Familia Real, que tras pasar revista a las tres unidades de Mar, Tierra y Aire de la Guardia Real, ocupó sus asientos de seda de color rojo, situados delante de una escultura de unos 10 metros de altura con forma de peineta.

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La ceremonia estuvo muy calculada. Hubo un cierto desencanto entre los invitados, que tal vez esperaban alguna sorpresa. Y se sorprendieron, pero con el humo negro que salía de una de las chimeneas de La Cartuja, creyendo que procedía de un nuevo incendio: "¿Esto estaba previsto?", preguntó el alcalde de San Sebastián, Odón Elorza, con cara de preocupación. "¡Vaya susto!", comentó el fiscal jefe de Sevilla, Alfredo Flores.

"Aquí la tiene"

"Hoy, la Exposición está hecha. Señor, usted que siempre creyó en ella, aquí la tiene". Estas fueron las palabras emocionadas del comisario general de la muestra, Emilio Cassinello, quien en su discurso describió la muestra sevillana como "una idea atrevida en su pretensión utópica de meter el cosmos humano en el recinto". Cassinello destacó la alta participación internacional de la Expo y subrayó el esfuerzo realizado por el amplio colectivo de trabajadores para que, cinco años después de la proclamación de la sede de Sevilla, todo estuviera a punto.

Tanto el presidente del Gobierno, Felipe González, y el de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, como el alcalde de Sevilla, el andalucista Alejandro Rojas-Marcos, resaltaron en sus discursos el uso futuro de la isla de La Cartuja, donde se han realizado inversiones por valor de más de 200.000 millones de pesetas, y el impulso que este acontecimiento tendrá en el posterior desarrollo económico de Andalucía.

"Se pretende aprovechar este impulso renovador para conectarlo con otros espacios de crecimiento y desarrollo de nuestro país", aseguró González, mientras que el alcalde sevillano afirmó que "ojalá la Expo signifique el principio del fin de la deuda con Andalucía. Las puertas que hoy se abren se abren para siempre.

Los otros dos alcaldes del 92, el barcelonés, Pasqual Maragall, y el madrileño, José María Alvarez del Manzano, felicitaron a los organizadores por haber levantado en tan escaso tiempo una auténtica ciudad dispuesta a acoger, a partir de hoy, a una media de 250.000 visitantes. "Ya quisiera yo que el día de la inauguración de los Juegos Olímpicos hicera un día como este. Le deseo mucha suerte a la Expo. Desde hoy se le dice al mundo que Europa no empieza en los Pirineos, sino en Andalucía", afirmó Maragall. Tras la ceremonia, la Familia Real ofreció una recepción a los invitados en el monasterio de Santa María de las Cuevas y visitaron durante media hora el Pabellón de España, que acoge la exposición Tesoros, una de las exposiciones más emblemáticas de La Cartuja, con medio centenar de obras de los pintores españoles más destacados. Los Reyes acudieron por la noche al espectáculo del lago.

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