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Improperios del presidente de Italia contra la televisión estatal

"Sabía que no es un periodista y sabía que tiene un ánimo servil, pero nunca me imaginé que el servilismo hacia sus patrones de la Democracia Cristiana llegara a tanto". El presidente de Italia, Francesco Cossiga, habla así de Bruno Vespa, director de los informativos de RAI-1, la televisión estatal italiana. Los periodistas anotan sin sorpresa. Están habituados a que Cossiga convierta en un festival de improperios la vida pública italiana.

El jefe del Estado se ha enfadado porque el telediario de RAI-1 transmitió el pasado fin de semana una alocución del presidente de la Democracia Cristiana y líder del ala izquierda del partido, Ciriaco de Mita, en la que éste hacía sorna sobre una supuesta falta de conocimientos históricos de Cossiga, al tiempo que le recordaba que "algunas veces basta ser democristiano para llegar a la presidencia de la república". Cossiga, presidente gracias a la DC, respondió rápido en la prensa. "Con respecto a De Mita, soy cualquier cosa entre Croce y Toynbee", dijo, y luego calificó al presidente de la DC de "pequeño boss de provincia".Pero el jefe de Estado se la tomó sobre todo con el mensajero, o sea, con Bruno Vespa: "Sé cómo y cuándo fue nombrado director, quién lo recomendó y por qué fue elegido entre tantos otros periodistas con más méritos que él. Fue elegido por el mismo motivo por el que yo fui elegido presidente: porque era de la DC y porque tuvo el apoyo de ciertos ambientes de la DC". Esta reflexión, algo amarga, llegó a los periódicos 48 horas después del incidente, dando paso a otra más genérica: "Nos llenamos la boca hablando de servicio público cuando todos los ciudadanos saben que los telediarios y los noticiarios de radio están adjudicados a las secretarías de los partidos".

La reflexión de Cossiga no es inexacta: todo el mundo sabe que los medios de comunicación estatales se reparten en Italia religiosamente entre los partidos, por cuotas, lo mismo que la Administración y las empresas públicas. Lo sorprendente es que el jefe de Estado lo denuncie públicamente ahora, olvidando las presiones que él mismo ejerció para lograr el cese de NuccIo Fava, el predecesor de Bruno Vespa.

Colmo de las paradojas, un periodista afin a Cossiga llega a la RAI-1 con una entrevista grabada de 10 minutos que la presidencia exige sea retransmitida íntegra en un informativo de media hora. Vespa se planta ante el absurdo y la reduce a tres minutos. Periodistas con carné de partido y sin él cierran filas en torno al director de RAI-1, en una singular batalla por la libertad de prensa que, en el laberinto italiano, sólo puede tener una salida incierta.

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