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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Dimisión explosiva

POCAS VECES una dimisión se ha producido en circunstancias tan dramáticas como la de Edvard Shevardnadze ante el Congreso de los Diputados, donde anunció su renuncia al Ministerio de Asuntos Exteriores de la URSS "como protesta contra el avance de la dictadura". La trascendencia del gesto se basa en que ha sido el colaborador clave de Gorbachov desde 1985, año en que se inició el proceso de la perestroika.Shevardnadze fue el artífice directo del vuelco radical de la política exterior soviética y, consiguientemente, del paso de la guerra fría a la distensión, reforzando espectacularmente la cooperación con Estados Unidos y la Europa occidental. Su nombre surge, pues, unido a hechos como el desarme, la retirada de Afganistán, el respeto de la URSS ante la voluntad de los países del Este europeo de derribar los sistemas comunistas y la aceptación de la unidad alemana. Una trayectoria dificilmente superable.

Hay elementos que indican que la URSS puede dar un giro político involucionista. En ese contexto, la dimisión es la manifestación más clara de rechazo a la dictadura. En realidad, desde que Gorbachov rompió en el pasado septiembre el compromiso pactado poco antes con los reformistas radicales para poner en marcha la economía de mercado, su política se ha visto limitada por las concesiones a los conservadores: desde la sustitución del ministro del Interior Bakatin, de reconocido talante liberal, por un duro del aparato comunista flanqueado por un general, hasta el caso que nos ocupa. Shevardnadze no ha podido resistir los embates de quienes le acusan y acosan por su política de alianza con los países que aplican las decisiones de la ONU en el conflicto del Golfo.

Es pronto para medir todas las consecuencias de la dimisión del ministro soviético de Exteriores. A pesar de las monótonas afirmaciones oficiales de que la política exterior "no va a cambiar", habrá secuelas importantes y negativas para la distensión y el desarme. Shevardnadze había establecido relaciones personales de confianza con dirigentes occidentales -como Baker o Genscher- que han sido de gran ayuda para el éxito de negociaciones delicadas. Ante la inminencia de grandes acontecimientos, como la evolución en el Golfo o el viaje de Bush a Moscú para firmar el acuerdo sobre armas estratégicas, la ausencia de Shevardnadze es un dato perturbador.

Pero lo que está en juego es mucho más que la dimisión de un ministro: se abre una fase de incertidumbre sobre la evolución de la URSS en los próximos meses, tanto en el plano interior como exterior. ¿Hasta dónde va a llegar la ofensiva de los conservadores? ¿Se doblegará a ella Gorbachov, que con su política de "plenos poderes" pone en entredicho muchos de los avances democráticos de la perestroika y puede facilitar la dictadura denunciada por Shevardnadze? Preguntas de dificiles y sombrías respuestas. Pero la incertidumbre siempre es el primer paso hacia un profundo pesimismo.

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