_
_
_
_
Tribuna:CRISIS DEL PETRÓLEO, INFLACIÓN Y RECESIÓN
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La cooperación entre Estados Unidos y Latinoamérica

Jorge G. Castañeda

Aun en la era de la declinación del poder e influencia de Estados Unidos en el mundo, cualquier crisis que afecte a EE UU tiene efectos profundos a lo largo del planeta. Cuando Estados Unidos experimenta dos crisis simultáneas, los efectos son -huelga decirlo- mucho más serios. En la actualidad, mientras el proceso de Gobierno y la política económica continúan generando problemas políticos irresolubles para la Administración de Bush, el sistema político norteamericano y su economía son cada vez más endeble. Mientras que al mismo tiempo, la aventura del golfo Pérsico descarta un final feliz y rechaza permitir a Estados Unidos una salida confortable, el resto del mundo espera un desenlace que puede tardar en llegar.América Latina, como siempre, sufre desproporcionadamente por la crisis estadounidense. Las presentes crisis gemelas no son la excepción. Los efectos de la invasión iraquí y del enfrentamiento en el golfo Pérsico variarán de país en país, pero las consecuencias para el hemisferio en su conjunto de la parálisis Política y las dificultades económicas de Estados Unidos se encuentran dramática y equitativamente repartidas a lo ancho de la región.

En algunos casos, los efectos positivos del alza en el precio de las exportaciones de petróleo se verán anulados por la recesión norteamericana; en otros casos, las aterradoras implicaciones del aumento en el precio de las importaciones del crudo se verán acentuadas por la contracción de la actividad económica estadounidense.

Tres grupos

La crisis de Kuwait ha dividido a América Latina en tres grupos. Los grandes exportadores de petróleo -México, Venezuela, Ecuador-, los pequeños exportadores o países autosuficientes -Argentina, Colombia, Perú y Bolivia- y todos los demás. Los importadores en gran escala, desde Brasil hasta Cuba, de Chile a Nicaragua. Para el primer grupo, la crisis del golfo Pérsico ha significado una auténtica tabla de salvación; casi la duplicación de los ingresos petroleros gracias a un aumento del 100% en el precio del petróleo, y en el caso de México y Venezuela, un modesto incremento en el volumen de las exportaciones. Sólo para México esto implica ingresos adicionales de más de 350 millones de dólares al mes. Esto reduce a más de la mitad el déficit comercial mensual, que, según las últimas cifras publicadas -para el mes de julio-sumó 600 millones de dólares. Así, las crecientes dificultades que enfíentaba México y en menor medida Venezuela en sus cuentas externas se han visto aminoradas, por lo menos provisionalmente.

La situación es radicalmente distinta para las naciones importadoras de petróleo del hemisferio. Para Brasil, por ejemplo, que importa más de medio millón de barriles de petróleo diarios, la crisis petrolera ha implicado que Ios esfuerzos previos para bajar la inflación, que de por sí no habian resultado demasiado exitosos, ahora confrontan serias dificultades. Aunque el saldo comercial brasileño sigue positivo, la factura de las importaciones ha crecido de manera vertiginosa y las reservas de divisas han empezado a bajar. En Chile, la inflación mensual se ha disparado nuevamente; en septiembre alcanzó a un 5% al mes, amenazando así la ambición del presidente Patricio Alwin de mantener la estabilidad económica y el crecimiento, a la vez que promueve la justicia social y reformas democráticas.

Economías devastadas

Pero la región más afectada por el incremento en el precio del crudo será, sin embargo, aquella que se encuentra menos preparada para enfrentarlo. Se trata de Centroamérica y el Caribe. Casi todos los países de la cuenca del Caribe importan prácticamente la totalidad de su consumo de petróleo, y no tienen cómo obtener los recursos externos para financiar el coste rápidamente creciente de dichas importaciones. Durante los últimos dos shocks -en 1973 y 1979-, estas economías fueron devastadas, aunque en aquellas épocas había más dinero para ser reciclado, y acababan de experimentar varios decenios de crecimiento. Ahora, al cabo de 10 años de estancamiento, y en algunos casos de guerra civil, han vuelto a ser golpeadas; el peso puede llegar a ser insoportable.

Pero una presidencia y una economía norteamericana debilitadas pueden surtir efectos aún más negativos en el largo plazo; incluso las consecuencias positivas para los países exportadores de petróleo pueden cancelarse. Para México, una recesión en Estados Unidos tendría implicaciones desastrosas. Significa una caída en las exportaciones del país -65% de las cuales se dirigen a Estados Unidos-, el cierre parcial o la contracción de la industria maquiladora, totalmente orientada hacia el mercado estadounidense; una merma en los recursos de Estados Unidos disponibles para ser invertidos en México; una caída en los ingresos mexicanos procedentes del turismo, 85% del cual se origina en Estados Unidos; y una disminución en las remesas enviadas a México por los trabajadores mexicanos en Estados Unidos -legales o ilegales-, que son siempre entre los primeros despedidos o deportados al producirse un enfriamiento en la economía del país vecino.

Para países como Nicaragua y Panamá, cuyos Gobiernos aún esperan la compensación económica por su actitud pronorteamericana, la recesión en Estados Unidos aunada al debilitamiento de la presidencia de Bush significa una verdadera catástrofe y confirma sus peores temores: el dinero prometido jamás llegará. En el caso de otras naciones que requieren de apoyo y de financiamiento norteamericano, sea por motivos políticos, como El Salvador o Haití, o debido a consideraciones ligadas al narcotráfico, como Perú y Bolivia, el ajuste de la economía estadounidense también puede llegar a tener un impacto altamente negativo.

No obstante, la crisis de gobernabilidad y de prosperidad económica de Estados Unidos afectará a América Latina en su conjunto en un sentido más amplio. En una coyuntura de redefinición mayor del papel de todos los países, Latinoamérica precisa una idea más clara de los límites y de las posibilidades de la cooperación norteamericana.

Atraer inversiones

Muchos Gobiernos del hemisferio, por convicción o por conveniencia, han puesto en práctica políticas económicas que fueron consideradas a la vez necesarias y suficientes para atraer inversiones, créditos, comercio y confianza. Sin estos recursos están condenadas al fracaso. Pero la probabilidad de obtenerlos disminuye cada día en la medida en que Estados Unidos tiene a la vez menos dinero y sobre todo menos fuerza política.

Una política positiva y de cooperación de Estados Unidos hacia América Latina exige una presidencia norteamericana fuerte, libre de preocupaciones electorales excesivas y al frente de una economía en expansión. Bajo Ronald Reagan se reunieron los ingredientes, pero no surgió la política. Con George Bush, Estados Unidos parece tener una política, o por lo menos algunas ideas razonables, pero carece de los medios para ponerla en práctica. Pareciera que el encuentro de otros dos mundos -el del Norte y el Sur del hemisferio occidental- no será para mañana.

J. G. Castañeda es profesor de Historia de la Universidad de México.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_