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NOCTURNO MADRILEÑO

Un poco de salsa

"Bailar salsa es como hacer el amor en la pista". Así definió un experto bailarín la danza de moda este verano. Sin necesidad de exagerar, a las tantas de la madrugada muchas discotecas hacen sonar los ritmos calientes del Caribe, a la misma hora en que el año pasado la gente alzaba los brazos tratando de hilar los pasos sin perderse en las sevillanas. Sin embargo, sólo unos cuantos locales de Madrid guardan el sabor auténtico de estos sones. El número se ve reducido durante el mes de agosto.Mojitos,'daiquiris', tequilas

Para empezar a familiarizarse con el ritmo, una cena en el Centro Cubano (Claudio Coello, 41), ,Mientras toca el plano un posible exiliado ya entrado en años, puede ambientar a cualquiera, sobre todo si la comida se riega, sin abusar, con mojitos o daiquiris. Desde allí, la costumbre indica acudir a Sugar, en Núñez de Balboa, 37, un recoleto plano bar donde, además de rumbas y salsas enlatadas, es posible escuchar las que se cantan acompañadas por un plano de cola.

Menos formal, y más decadente, El Calentito, en la calle de Jacometrezo, frente al brasileiro Oba-Oba, recibe con copas más baratas. Pequeñísimo, cubierto de espejos y con unas sillas que parecen más propias de un tablao flamenco que para sentarse a tomar un tequila, allí bailan unos cuantos y el resto observa.

A cinco minutos andando, en la calle de Puebla, número 6, adentrándose por las calles de peor fama, está la discoteca más puramente salsera de las que ahora funcionan en la noche madrileña. Se trata de Salsipuedes, cuyo nombre es una advertencia que suele hacerse realidad.

Al recién llegado, después de cotizar en la puerta, inevitablemente, 1.000 pesetas con derecho a copa, le recibe una atmósfera acogedora y calurosa, porque tienen la costumbre de no poner el aire acondicionado.

En una minúscula pista se mueven las parejas, que la vacían al final de cada canción y la llenan con la siguiente, dejándose llevar con el ritmo de las salsas, cumbias o merengues que el pinchadiscos pone en cada momento. Al fondo de la pista está el escenario, también mínimo. Cuando hay actuación, a los músicos les puede dar algún pisotón una pareja demasiado esmerada.

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Para gente más tranquila, la Martinica Boite (Segovia, 19) es un lugar recoleto, decorado en terciopelo rojo y espejos en las paredes, orlados de parpadeantes bombillitas también en rojo. La entrada con consumición cuesta 1.000 pesetas. Su pista, también pequeña, se convierte a las dos y cuarto de la madrugada en el escenario del espectáculo programado, generalmente una actuación musical. Antes de que empiece y sobre todo después , los más bailones pueden moverse sobre la pista mientras suena , la música del Caribe hasta cinco de la mañana .

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