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Tribuna:Italia 90
Tribuna
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Una cuestión de ánimo

Yo creía que Italia podría con Argentina. Entre otras razones, porque la estadística y el juego dispuesto por ambas selecciones hasta las semifinales estaban de¡ lado local. Argentina parecía tener un solo valedor, Maradona, y, eso sí, el mejor de los tutores, la fortuna, el manto protector de Dios. Resultó ser una falsa impresión. La salida a la cancha de la squadra azzurra puso de relieve el peor de los pecados que puede cometer un equipo: tener miedo a perder.El comportamiento del conjunto italiano no tuvo explicación. Jugaba como local, contaba con el apoyo de toda la grada, mantenía su marco imbatido, en juego estaba el acceso a la final de una Copa del Mundo y enfrente tenía un rival diezmado por las lesiones. Todo ese arsenal no le sirvió de nada. Italia perdió toda su solvencia defensiva y tuvo miedo de asomar su cuerpo en campo contrario. No recuerdo, por ejemplo, que Baresi atravesara la divisoria en más de una ocasión.

Ese miedo se engendra en la caseta, cuando los líderes del equipo contagian su estado anímico a sus discípulos. Si los que comandan el grupo se arrugan, el conjunto se diluye. Y, si el entrenador local piensa más en cómo combatir al contrario que en cómo desarrollar su propia estrategia, entrega el partido al adversario. Eso fue lo que hizo Italia.

La selección anfitriona renunció a sacar al adversario de la cancha. Le dejó tiempo y espacio a Argentina para que pensara y manejara el esférico en el centro del campo. El equipo de Bilardo dispone de buenos peloteros y del mejor futbolista del universo, Maradona, que, aun actuando al 50%, resultó desequilibrador de un choque que siempre estuvo en manos suramericanas.

El mérito del colectivo argentino estuvo precisamente en saberse campeón. Sólo ellos confiaban en sí mismos. Y eso les bastó para llegar a la final. Italia lo tuvo todo a su favor y Argentina todo en su contra. Y, sin embargo, Italia tuvo miedo a perder y Argentina se partió el alma para que no la apartaran del Mundial. Los anfitriones pensaron que era tan difícil superar a Argentina que ni siquiera supieron defender un gol marcado en posible fuera de juego.

La diferente disposición anímica de los dos equipos se plasmó en la tanda de penaltis. Goycoechea sabía que podía volver a parar dos como hizo frente a Yugoslavia. Zenga se encontró en una situación insólita y temió no poder parar ninguno.

Este artículo ha sido reelaborado periodísticamente por Ramón Besa.

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