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Italia 90

Argentina defiende su título

Santiago Segurola

Italia vivió la tragedia de Maracaná 40 años después de la victoria de Uruguay sobre Brasil en el Mundial de 1950. Tocados por todos los vaticinios, esta selección de patricios ganadores no podía esperar la respuesta de Argentina, un equipo desesperado, sin ningún aval que no fuera la fortuna o la magia de Maradona, con 10 jugadores en los minutos finales. Pero el fútbol reserva sucesos grandiosos en los momentos más imprevistos. Éste fue uno de ellos. Cuando Caniggia marcó el gol del empate, un hincha argentino con memoria y rabia gritó: "¡Les vamos a romper el culo! Se lo vamos a romper como Uruguay ante Brasil!". Así ocurrió. Nunca conviene olvidar la historia.Argentina, que había sido un equipo muy pacato en el torneo, tuvo más aire que Italia esta vez. Burruchaga sacó toda su clase y dominó el juego. Este jugador espléndido ha visto cortados los mejores años de su carrera por dos lesiones gravísimas. Las dudas sobre su recuperación han planeado. Por fin, en Nápoles, en un encuentro crucial, se vio su verdadera altura.Fluido y siempre vertical, Burruchaga puso en graves dificultades a Giannini en el inicio. Un disparo suyo fue sacado por Zenga en una intervención sobresaliente. El paso de Burruchaga parecía capaz de lanzar a Argentina a una aventura que se presumía imposible. Por un momento, Italia dio sensación de desconcierto ante el optimismo argentino. Pero, una vez más, en esos instantes delicados se cumplió la máxima de esta Copa del Mundo: Schillaci obrará el milagro.

Así ocurrió en el minuto 16. Totó comenzó y acabó la jugada como se espera de los tocados por la gracia. Aguantó dos patadas y mantuvo el balón hasta sacarlo para De Napoli. Muy rápido, el sabueso local tocó para Vialli y éste siguió la bola, esta vez con Giannini, que llegó medio trompicado, pero logró elevar la pelota con la cabeza sobre Simón, lento de reflejos y de habilidad para jugar corno libero. Vialli llegó como un trueno y disparó sobre la marcha. Fue un remate impetuoso, pero no matador. Sin embargo, Goycochea demostró que es un guardameta de manos blandas. El balón salió rechazado al área pequeña. Otra vez, como frente a Irlanda, una pelota en el limbo para el más listo, Schillaci.

El nuevo prodigio de Schillaci dejó una empresa terrible para Argentina. Sin embargo, la prestación del equipo de Bilardo fue esta vez admirable. Con orgullo y más tacto del que habían demostrado hasta ahora, los jugadores buscaron el área lanzados por el liviano Burruchaga, que convirtió a Giannini en un espectro. Maradona tenía dificultades para maniobrar ante Ferri. El defensa italiano, un tipo compacto en el campo, le persiguió con saña. De físico muy poderoso, Ferri sacó beneficio de su energía en los choques. Pese a los bocados del defensa italiano, el astro tuvo tiempo de firmar la tarjeta en un remate de gran clase a la media vuelta tras tocar dos veces el balón en el aire. El tiro salió un tanto flojo, pero el detalle fue de una delicadeza suprema.

Para Italia, el gol de Schillaci era una herencia a administrar con cuidado. Al equipo italiano le salió la vena vieja, la de la especulación y el candado. Goycoechea no volvió a ver una pelota contra su portería hasta los minutos finales del encuentro, cuando aguantó el tipo en una colada en solitario de De Agostini, que maniobró muy mal en el área y sólo se atrevió a sacar un zurdazo al cuerpo del portero. Pero, mucho antes, San Paolo coreaba el nombre de Baggio, frontera que establece el estado de ánimo local.

Sólo Donadoni y Schillaci se apartaban de la cautela general. Schillaci, porque vive una cruzada. Donadoni, porque siempre tiene un talante generoso y vivaz en la cancha. Pero su esfuerzo jamás tuvo compañía. La presión del resultado animó a una ofensiva cada vez más decidida de Argentina. Una magnífica jugada de Burruchaga fue concluida con un remate de Olarticoechea, que desvió con acierto Zenga.

Las dificultades de los locales eran cada vez más evidentes. Argentina jugaba más y con mayor fluidez. Por fin, la amenaza blanquiazul se concretó en el gol de Caniggia.

La intensidad fue extraordinaria en la prórroga. La expulsión de Giusti dejó a Argentina con la condición de resistente a ultranza. Entre la angustia general, Italia atacó el castillo adversario, pero en vano. Llegaron los penaltis y, de nuevo, fueron indulgentes con Argentina.

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