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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Atentado contra el candidato

EL ATENTADO que ha estado a punto de causar la muerte de Oskar Lafontaine no sólo ha producido dolor y angustia en Alemania. En amplios círculos europeos, en los que es conocido y admirado, cunde la inquietud por los efectos de las heridas que ha sufrido y se hacen votos por su pronta recuperación. Alemania está atravesando una etapa particularmente decisiva, con el proceso de su unificación en plena marcha. Dentro de una semana comienzan las reuniones dos más cuatro (las dos Alemanias, con EE UU, URSS, Reino Unido y Francia) para definir el lugar de Alemania en el sistema de seguridad de nuestro continente. No es exagerado decir que el futuro de Europa depende en gran medida de que esa unificación se haga con el máximo de estabilidad y de consenso político, y el papel que a Lafontaine le corresponde en esa perspectiva es fundamental. Como candidato del SPD a la cancillería de la RFA en las elecciones fijadas para finales de este año, es la figura socialdemócrata más relevante en los momentos actuales. Aunque el SPD sea en Bonn un partido de oposición, sus opiniones pesan en todos los debates sobre la unificación. Más aún teniendo en cuenta que en el Gobierno de la RDA los ministros de Exteriores y Finanzas son socialdemócratas.Mientras las actitudes del canciller Kohl sobre la frontera polaca causaron desasosiego en Francia y en otros países por lo que tenían de reminiscencia del pasado, Lafontaine ha sido, en el SPD, el campeón de una política de integración plena de la unidad alemana en la unidad europea. Uno de los lemas de su política exterior ha sido la famosa frase de Thomas Mann: "Queremos una Alemania europea y no una Europa alemana". Todo ello explica la importancia que muchos Gobiernos otorgan, al margen incluso de simpatías políticas, al papel que el SPD debe desempeñar en el proceso de la unidad alemana.

En una etapa histórica en que urge renovar conceptos caducos, hay que reconocer a Lafontaine la gran cualidad de no ser conformista. Con audacia, sorprendiendo a sus correligionarios, ha modernizado profundamente la política de su partido. Dando un lugar prioritario a la ecología, al feminismo, a la lucha contra el arma y la energía nuclear, sin temor a ir a contra corriente -como cuando se opuso a las medidas del canciller Kohl en favor de los refugiados del Este porque aceleraban una emigración peligrosa-, sus planteamientos han acabado siendo reconocidos en muchos casos por los mismos que los criticaron. Así ocurrió en el caso citado de los refugiados. Lafontaine no es sólo innovador en ideas. Su reconocimiento como político de talento deriva sobre todo de su habilidad para trasladar esas ideas a la práctica y conectar con el electorado. Gobernando en el Sarre, antiguo feudo democristiano, y en medio de una grave crisis industrial, ha obtenido más del 50% de los votos. Por eso Lafontalne es el único contrincante serio que tiene Kohl ante las futuras elecciones, con posibilidades no despreciables, según los sondeos, de sustituirle como canciller de la RFA.

Dentro de la tragedia del atentado, hay que considerar con alivio el hecho de que no tenga connotaciones políticas. En un año electoral como el que vive Alemania, y que además coincide con el delicado proceso de unificación, sería peligrosísimo que ese atentado anunciase un brote de terrorismo político. Al parecer, no se trata de eso.

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