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Drogarse

Un cardenal llamado Oiddi ha manifestado en Roma que drogarse no es pecado mortal más que cuando el drogadicto pierde la conciencia. Si no la pierde, no peca. Oddi añade que en cambio peca mortalmente el bebedor de alcohol siempre que su ebriedad le lleve a perder el control de sus actos. "Un vaso de vino carece de malicia, pero beber hasta perder el juicio constituye un acto que sí la tiene".Conozco a bastantes personas que con un solo vaso de vino se vuelven realmente maliciosas y saben cómo hacer daño a sus semejantes. Conozco a otras que bebiendo una barbaridad jamás se ensañan con nadie aunque pierdan el juicio, y, en algunos casos, precisamente porque lo pierden. Es más: la mayoría de los borrachos tienden a convertirse en seres inofensivos con los demás, por muy destructivos que sean consigo mismos. Peligrosos, en cambio, son quienes alardean de no pasarse nunca de la raya ni de la copa, esos que dicen que sólo se chispean, que mantienen absoluto control. De éstos es aconsejable que se ocupe monseñor Oddi.

Un borracho en trance de caerse como un tablón es incapaz de conducir un automóvil. Confunde a su suegra con el coche. Circula a cuatro patas. Si choca lo hace contra una farola. Todo lo que hay que darle es la absolución y una tirita.

Un conductor que fuma porros y bebe carajillos y repite que a él eso no le quita reflejos es un homicida en potencia, y, diga lo que diga el cardenal Oddi, merece que Lucifer lo trinque con el tenedor de pincho afilado y lo meta a presión en la caldera de Pedro Botero.

En realidad quien tiene el alma negra y comete pecado mortal es el tipo que rellena botellas precintadas de licor con veneno de garrafa, el que vende droga adulterada con mierda haciéndola pasar por buena, y el que dio colza por aceite de oliva sin tomarse antes unas cucharadas. El resto aún pecamos demasiado poco.

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