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Tribuna:LA REVOLUCIÓN DE LOS DIRECTIVOS-PROPIETARIOS / y 2
Tribuna
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Los cambios en el Este de Europa

Juan Ignacio Crespo

El superendeudamiento fuerza a los directivos a utilizar la liquidez que genera el negocio para hacer frente: a los costes financieros, a la vez que a concentrar a la sociedad en un número reducido de actividades, lo que permite, de paso, vender las restantes divisiones. Estas operaciones en que el número de accionistas queda extremadamente reducido conllevan la retirada de las sociedades en cuestión de la cotización en Bolsa.Se trata, pues, de un fenómeno de concentración de la propiedad empresarial en manos de unos pocos directivos (en el LBO típico, los directivos de la compañía se reservan entre el 10% y el 20% de las acciones) y, durante el período en que la deuda que permitió esa OPA esté viva, de diversos bancos, fondos de pensiones, etcétera. Asistiríamos de esta manera al nacimiento de una nueva capa de directivos -empresarios, no sólo responsables últimos de la gestión de la compañía, sino implicados al máximo en esta gestión por el hecho de estar labrando el huerto propio.

Habría que plantearse si este fenómeno sociológico ha alcanzado la suficiente amplitud como para afirmar que se está en un proceso inverso al descrito por James Burnham. Es decir, la desaparición progresiva de la sociedad anónima cotizada (motor del progreso económico en EE UU durante los últimos 100 años) y el regreso de la figura del propietario que dirige su empresa.

A falta de estudios sociológicos que definan los perfiles de este nuevo prototipo y precisen la extensión alcanzada por el fenómeno, cabría hacer las siguientes matizaciones:

1. Aunque importante, el fenómeno de los LBO no alcanza en EE UU, donde se ha llevado a su máxima expresión, ni el 10% de lo que sería la capitalización bursátil.

2. El empleo de cantidades ingentes de deuda pone en peligro la viabilidad de la empresa y, en consecuencia, la continuidad al frente de la misma de sus propietarios-directivos. De hecho, alguna de las empresas más conocidas que fueron objeto de una OPA ya están en suspensión de pagos. Es el caso de la Federated Department Stores y Allied Stores, propietarias de los famosos almacenes Bloomingdale's neoyorkinos, con su dueño, Robert Campeau, aparentemente en la insolvencia.

3. Si numerosas empresas con un exceso de deuda ya han entrado en complicaciones, la prueba de fuego para las más resistentes habrá de ser la próxima recesión económica, que, si se produjera en el curso de los dos o tres próximos años, encontraría a la mayoría con importantes cargas financieras (se supone que tras la realización del LBO la empresa necesita entre cuatro y siete años para deshacerse de su elevado endeudamiento).

4. Otro factor adicional, y cuyo efecto macroscópico está aún por ver, se refiere a la caída de la calidad gerencial que, de manera empírica, se ha comprobado que afecta a las empresas que han sido objeto de un LB0 a partir del tercer año.

5. Y finalmente, y esto es lo más definitivo, el objeto perseguido por los directivos que acceden a la propiedad de su empresa no parece ser perpetuarse como empresarios, sino proceder a la venta de su participación en ella. Esto puede ocurrir relativamente pronto si los problemas para hacer frente a un deterioro de la liquidez le fuerzan a ello, o bien al cabo de cinco o seis años para realizar las plusvalías, sacando de nuevo la sociedad a cotizar en bolsa, con lo que estaríamos otra vez en el punto de partida. En el primer caso se encontraría Henry Kravis, que, tras su OPA sobre Nabisco, sólo reconoce la tarea urgente de desguazar su empresa y pagar las deudas, a la vez que confiesa: "Tengo miedo".

Naturalmente, a lo largo de este proceso habrá sociedades que quiebren, empresarios que pierdan su fortuna y otros que la multipliquen, pero, al fin y al cabo, eso no es distinto de lo que ha venido sucediendo desde hace siglos.

Burócratas

El mismo sentido que en Occidente hemos dado a la transformación de los gerentes en propietarios podría buscarse en el proceso de transformación de la propiedad colectiva que empieza a insinuarse en los países del Este.

Allí, la introducción del mercado se topa inmediatamente con el problema jurídico de los derechos de propiedad. Tan sólo Polonia y Hungría tienen algo adelantado el proceso en la medida en que a lo largo de los años ochenta ambos países han introducido reformas típicas de una proto-perestroika (sin olvidar que en Polonia la propiedad agrícola nunca fue colectivizada).

Una vez regulados los derechos de propiedad (o en el proceso de su reglamentación), ¿cuál es la capa social mejor situada para acceder a la propiedad de las empresas? A nadie se le escapa que no puede tratarse sino de la Nomenklatura. No sólo por ser uno de sus sectores el que está pilotando la transición económica, sino porque, además de tener la mejor información y de estar en los puestos clave para obtener la autorización de nuevos negocios, también tiene los contactos adecuados con Occidente y la experiencia de la gestión de grandes empresas.

Obviamente, éste es un proceso apenas esbozado y que se enfrenta a numerosas incertidumbres, las más de ellas políticas. Sin ánimo de ser exhaustivo:

a) Las diferencias en el seno mismo de la burocracia que, hoy por hoy, revisten sobre todo la forma de partidarios y enemigos de las libertades, pero que pronto, sobre todo en la URSS, se subdividirá según distintos lineamientos. No hay más que pensar que entre los partidarios de la perestroika están su exponente máximo, Gorbatchev, y oponentes a éste, tal Boris Eltsin, que a su vez agrupa tras de sí a elementos tan heterogéneos como el economista Gavril Popov, partidarios de reformas económicas a fondo, y el Comité de los Nuevos Socialistas de Moscú, que encabeza Kagarlitsky y que a la reforma económica le atribuyen un alcance mucho menor.

b) La conciencia, todavía nebulosa, de que por las reformas económicas habrá que pagar el peaje, bastante caro, del desempleo, la inflación, etcétera.

c) El arraigo de los valores igualitarios, sobre todo en la URSS, tras más de 70 años de un régimen político que, aunque fomentó las desigualdades y los privilegios, siempre los trató públicamente como una degeneración del sistema a la que había que combatir, y nunca los incluyó entre los valores oficiales.

d) Las propias resistencias sindicales y, por último,

e) La debilidad de la tradición política liberal, la rigidez de la tradición estatalista, el igualitarismo de los obreros, explotado y manipulado por la Nomenklatura, así como los imperativos geoestratégicos, que, curiosamente, tras haber mantenido un peso aplastante durante más de 40 años, parecieran haberse evaporado.

Todo esto, sin tratar el problema de la posible atomización posterior de la propiedad.

En conclusión, los años noventa van a ser, pues, el marco temporal de un proceso dual apasionante, en el que veremos consolidarse o no el sector social de directivos-empresarios y el surgimiento, parcial o pleno, de un sistema de propiedad similar al de Occidente en toda la Europa oriental, con los nuevos directivos más o menos implicados en la propiedad de sus empresas. ¡Deo volente!

1. A. A. Berle y Gardner C. Means: The modern corporation and private property.

2. R. A. Gordon: Business leadership in the large corporation.

Juan Ignacio Crespo es director general del área financiera de Corporación Financiera de Cajamadrid.

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