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Una partida de póquer

Todas las selecciones mundialistas esconden sus cartas en la preparación de Italia 90

España inició anoche su preparación para el Mundial de Italia frente a Checoslovaquia, que desde el sorteo del pasado día 2 se ha convertido en futuro rival de la selección en la Eurocopa de 1992. Ni Suárez ni Venglos descubrieron demasiadas cartas. Y el seleccionador español pudo permitirse el lujo de experimentar para despistar a los espías belgas, uruguayos y coreanos. En todas las selecciones suceden historias similares. Durante los próximos tres meses, el fútbol mundial se va a convertir en una gigantesca partida de póquer.

Según las historias que nos venden, nadie puede ganar el Mundial. Las noticias son un lamento puro. Holanda llora la ausencia de Gullit, mientras en Milán se habla de recuperarle para abril. Los holandeses cuestionan la plena recuperación de Vanenburg y disparan cohetes de emergencia a causa de unas supuestas tensiones internas, que amenazan con hacer añicos al campeón europeo, por el nombramiento de Thijs Libregts como técnico. En Italia, Azeglio Vicini expresa su horror ante un calendario europeo que, caso de clasificarse el Milán para otra final de la Copa de Europa, le dejaría 12 días para preparar al equipo anfitrión para un Mundial que, como bien dice Butragueño, "si no lo gana, lo echan".

En Alemania sólo se habla de las lesiones de Matthäus, Thon y compañía, y de la marcha del seleccionador Franz Beckenbauer. En Londres, Bobby Robson está al borde de su enésimo ataque de nervios a raíz de la lesión de pubis que ha mandado al quirófano al capitán maravillas Bryan Robson, un jugador que, según su homónimo, "es insustituible".

Los rumanos confiesan que están desconcertados por los acontecimientos políticos, mientras Hagi, Mateut y demás figuras afirman sin ruborizarse que contemplan el Mundial como escaparate para fugas individuales a través de murallas recién derribadas.

Desde Costa Rica llegan noticias de rebeliones a bordo, con más de la mitad de la plantilla criticando la labor del seleccionador Marvin Rodríguez, el tercer técnico desde el inicio de la fase clasificatoria.

Despistar

Los rivales de España también juegan al despiste. Según los testimonios, la selección belga no es más que una amplia colección de camarillas donde por ejemplo, el líbero Clijsters no habla con el lateral Demol, y media plantilla no comulga con las ideas del seleccionador Walter Meeuws.

Algunos juegan tanto al gato y el ratón que ya no está muy claro quiénes son los gatos y quiénes los ratones. Hace meses que Uruguay anuncia un partido en Irlanda para el 28 de marzo, mientras la realidad es que la selección de Jack Charlton jugará ese día un amistoso frente a País de Gales. El seleccionador uruguayo, Oscar Washington Tabárez, tampoco dio pistas al utilizar tan sólo a cuatro titulares para ganar la Copa Marlboro, en Miami.

Entre los mirones de Miami se encontraba el seleccionador escocés Andy Roxburgh, desplazado para confirmar la poca entidad del conjunto costarricense. Tras espiar las nada malas actuaciones de los hombres de Rodríguez, Roxburgh dijo con cara de susto: "Ojalá no hubiese venido. Ha sido una sorpresa muy desagradable".

Tampoco han sido de su agrado las puñaladas libradas por dos hombres estrechamente vinculados a la casa, Kenny Dalglish, 102 veces internacional, y Alex Ferguson, seleccionador escocés en el Mundial de México. Los ahora entrenadores del Liverpool y del Manchester United han prohibido la presencia de sus jugadores en la convocatoria de Roxburgh, alegando lesiones o compromisos de dudosa veracidad.

Y mientras Roxburgh intenta separar verdades y mentiras, Carlos Bilardo está condenado a preparar la defensa argentina de su corona mundial con una selección de mentira compuesta de interinos que llenan camisetas hasta la Regada de la caravana europea con Maradona a la cabeza. Bilardo, un espía perfecto cuyas indagaciones alcanzan la vida íntima de sus pupilos, aguanta una avalancha de críticas tras ocho partidos sin marcar un gol. Además, oye cómo Carlos Menem, presidente de la República, declara que sería poco menos que un crimen de estado si no contase con el delantero Ramón Pelado Díaz, por mucho que el Pelado esté peleado con Maradona.

Bilardo, además de controlar a sus rivales, es el epicentro de una red de espionaje interno donde, por ejemplo, el ex libero internacional Enzo Trossero se encuentra con gabardina y prismáticos en Francia para observar de cerca a Burruchaga, del Nantes, y al ex bético Calderón, del París Saint Germain.

Para el espía, sin embargo, no es fácil venir, ver y tener información para vencer, hasta el punto de que muchos entrenadores prefieren dedicarse al tráfico de cintas y observar a sus rivales en grabaciones en vídeo de partidos clasificatorios, donde las cosas iban en serio.

Las anécdotas son legión, como, por ejemplo, el espía que volvió quejándose de que todos los chinos parecían iguales. Y para aquel Mundial de España el seleccionador hondureño, Chelato Uclés, ante la falta de fondos para el espionaje, pidió informes a un periodista inglés residente en España. El periodista se presentó como espía hondureño en Wrexham para observar a Irlanda del Norte frente a País de Gales, y se mostró reacio a explicar a sus compañeros de profesión el motivo de su sorprendente presencia, sobre todo en una noche en la que se repetía la final de la Copa inglesa. Pero, ante una implacable inquisición, acabó confesando. Nadie, absolutamente nadie, le creyó.

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