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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La cama de piedra

CADA VEZ que el presidente de México, Carlos Salinas, ha de demostrar sus credenciales democráticas y la legitimidad de su Gobierno, se ve obligado a hacerlo a través de gestos públicos, algunos de ellos tan contradictorios como reconocer una derrota. Son los inconvenientes de ser la criatura de un partido único que, acostumbrado a la demagogia y al fraude, por una vez ha engendrado a un político cabal.Nadie dudaba el año pasado que Salinas, candidato oficial del PRI, ganaría rutinariamente las elecciones presidenciales. Tampoco se ponía en duda que, fuese cual fuese el resultado que obtuvieran los modestos partidos de la oposición, el triunfo del PRI por un alto porcentaje no sería discutido.

Dos circunstancias, sin embargo, rompieron la tradición: por una parte, los partidos de la oposición, el conservador PAN y el cardenista disidente PRD, obtuvieron muchos más votos de los que podían escamotearse; por otra, el candidato ganador, Carlos Salinas, resistiéndose parcialmente a la presión de los barones del PRI, reconoció que su victoria había sido mucho más modesta de lo que se decía. Con ello, su declarada voluntad de limpiar el sistema político mexicano y de sanear la economía empezó a cobrar credibilidad. La multiplicó con acciones espectaculares que castigaban el corazón mismo de la corrompida estructura de poder: por ejemplo, el encarcelamiento de Joaquín Hernández Galicia, La Quina, capo del Sindicato de Trabajadores del Petróleo; el de Eduardo Legorreta, un agente de bolsa implicado en varios escándalos financieros, y el de Félix Gallardo, rey de la cocaína. Justo es reconocer que los siete meses en el poder sugieren que es un político duro, honrado y decidido a llevar a su país por el camino de la democracia y la prosperidad.

¿Un cuento de hadas? Ciertamente, no; aunque anteriormente otros presidentes mexicanos también comenzaron su mandato mandando gente a la cárcel y la política de gestos se angostó en sí misma. A la hora de la verdad, en el momento de celebrar elecciones locales -base tradicional del dominio del PRI-, el presidente Salinas ha tenido que hacer frente a la inercia de una maquinaria que se resiste a ceder cualquier parcela de poder. Y para hacerlo ha tenido que empezar por reconocer la derrota en donde se ha producido con mayor claridad.

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Los comicios celebrados el pasado domingo en cinco Estados federales tenían por objeto renovar las cámaras legislativas en todos ellos, los municipios en dos y al gobernador en uno, Baja California. En un nuevo gesto de autolegitimación política, el PRI ha reconocido haber perdido las elecciones en Baja California a manos del conservador PAN: el candidato de esta formación, Ernesto Ruffo, será el primer político de la historia contemporánea de México que, no perteneciendo al PRI, accede a la gobernación de uno de los 31 Estados federales. Y lo hace en uno especialmente delicado por su condición de fronterizo con EE UU.

Más complejos son el recuento de votos y la determinación de la victoria en los cuatro Estados restantes en los que se celebraron elecciones. En efecto, con un nivel muy elevado de abstención, aunque los resultados definitivos no se conocerán hasta el próximo domingo, podría ocurrir que en Chihuahua también haya resultado vencedor el PAN, que el PRI haya ganado en Campeche y Zacatecas y que el PRD de Cuauhtémoc Cárdenas haya triunfado en Michoacán, base tradicional de su electorado. Cárdenas es consciente de que una derrota en Michoacán aumentaría la sensación de que, tras las elecciones presidenciales del pasado 6 de julio, su partido (descompuesta ya la coalición, al frente de la cual se presentó, en mil pedazos) ha perdido fuelle y posibilidades de acceder a cuotas de poder cada vez más significativas. A su vez, el presidente Salinas tendría que ver ganar al PRI para que su credibilidad democrática se apoye en paralelo con una victoria. Probablemente, ambas cosas serían buenas para el futuro de México.

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