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Romano Gandolfi

Un maestro de voces en el coro del Liceo

A 25 kilómetros de Parma, en plena Emilia, se encuentra Medesano. Allí nació, hace 55 años, "en una buhardilla donde hacían el queso", el actual director del coro del Liceo. Llegado a Barcelona tras 12 años como titular de la Scala de Milán, con su experiencia y entrañable sencillez ha conseguido unos resultados de insólita calidad en obras de autores difíciles. Romano Gandolfi piensa que el contacto humano es lo más importante en el trabajo con un coro. Hoy dirige la segunda de las representaciones de Il matrimonio segreto, de Cimarosa, con la Orquesta del Liceo de Barcelona.

De familia campesina, sin vinculación musical, recuerda la impresión que le causaban los cantos de iglesia que su madre entonaba o el acompañamiento de mandolina con que su futuro cuñado rondaba a una de sus hermanas. Precisamente la mandolina, desde los cinco años, y la armónica, que le regaló un tío suyo a los nueve, fue ron los primeros instrumento que manejó.La necesidad de un organista para tocar en la iglesia influyó en que el cura de su pueblo, Antonio Meneghetti, le mandase a estudiar a Parma con todos los gastos pagados. Su extraordinaria facilidad propició que la tutela se prorrogase hasta los 20 años. "Al principio era tan ignorante que no sabía lo que era composición, y quería estudiar únicamente piano forte". En ambas disciplinas se graduó en 1954 con premio extraordinario, obteniendo del ministerio, como premio, un viaje a Salzburgo de 15 días, donde quedó fascinado en una representación de La flauta mágica.

Tras un paréntesis oscuro en que tocaba en orquestas de baile, "mi patrón era un peluquero que hacía de baterista y me sometía a todo tipo de humillaciones, pero necesitaba ingresar dinero para mi familia", fue invitado como repetidor de piano por el maestro Podestá. Tres meses después se pone en contacto con el maestro Benaglio.

"Fue uno de los momentos determinantes de mi vida. Me impresionó su carisma, su poder de comunicación. Con él aprendí todo lo que sé sobre el coro". Como maestro sustituto de Benaglio estuvo varias temporadas en Catania y Palermo. A partir de 1963 entraría con él en la Scala de Milán y años más tarde debuta como director titular de coro en el teatro Colón de Buenos Aires, donde permaneció tres años. El año 1971 es clave en la vida de Romano Gandolfi. "Tres de los grandes teatros del mundo requerían mis servicios: Buenos Aires, Roma y Milán, donde acababa de jubilarse Roberto Benaglio. Al final me quedé en la Scala".

Un año después murió su padre. Por iniciativa propia, el coro milanés fue en varios autobuses a cantar en la iglesia de Medesano, como homenaje, varios fragmentos de los Réquiem de Mozart y Verdi. "Mi hermano, que no pudo entrar, sintió el concierto por el revoloteo que emprendían las palomas del campanario en cada uno de los tiempos fuertes". Seguramente recordaría que 30 años antes, cuando las Brigadas Negras vinieron a detenerle como luchador de la Resistencia, Romano lloraba mientras tocaba con la mandolina canciones fascistas, como un último intento desesperado de liberación, fundiéndose con él en un abrazo.

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