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Sin

Duro golpe acaba de asestarle Marta Sin a la prestigiosa línea de ropa interior Rasos Resbalosos, que, mal me está el decirlo y mejorando lo presente, es la que una usa, con sus sujetadores de fierro colado -un sueño- y sus culottes de frenético frunce mortal. A partir de ahora todas se van a poner a economizar por los adentros. ¿Por qué no, si ella lo hace? Sabido es que las mujeres seguimos con pasión el ejemplo que los grandes personajes femeninos de nuestro tiempo nos proponen desde las revistas.De la boina y los labios de galápago de Pilar Primo de Rivera al pelo de Madonna, del moño de Grace Kelly al maquillaje ligero de Pitita Ridruejo, del sombrero de los viernes de Isabel II a la melena necrofílica de Isabel Pantoja, las españolas no hemos hecho otra cosa que adherimos incondicionalmente a las sucesivas sugerencias que desde las satinadas páginas de los semanarios de Pasión y Banca hemos venido recibiendo a lo largo de los siglos. Es más, algunas no habríamos podido sobrevivir sin conocer y aplicar en nuestras propias cejas los secretos de la decoloración con mando a distancia de Gunilla von Bismark.

Ustedes, los hombres, tan afanados en copiar a los banqueros y peinarse la masa encefálica hacia atrás, quizá se burlarán de nuestras veleidades. Sí, somos algo estúpidas, como está previsto, pero inocentes, al fin. Y ahora estamos hechas un lío con la última moda que nos llega, no de París, ni siquiera de Perpiñán, sino de aquí mismo, del corazón de las Españas, donde se cocieron tantas esencias eternas que en vez de un reducto de valores hemos acabado teniendo una mariscada barata.

Todo ello significa decir adiós al encaje, al liguero, a la media corta, a tanta fantasía como ha alentado los sueños del macho hispánico, y pasarnos crudamente a la verdad ortopédica y transparente del panty. Ignoro si esta sociedad en formación, convulsa y bursátil, podrá resistirlo. Pero habrá que aceptarlo, como aceptamos el sin en el Cinzano: por una mejor salud, por una superior calidad de vida.

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