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Reportaje:

Pere Alberch

El benjamín de Harvard elige Madrid para dirigir un museo

Durante mucho tiempo fue el profesor más joven de Harvard, la prestigiosa universidad estadounidense donde ha enseñado durante nueve años embriología de vertebrados y evolución. Al mismo tiempo ha dirigido un equipo de investigación y ha ocupado un puesto de conservador dentro del departamento de herpetología (anfibios y reptiles) en el Museo de Zoología Comparada de la misma universidad. Pero, a pesar del brillante futuro que se le abre en EE UU, Pere Alberch Vie, nacido en Badalona hace 34 años, ha regresado a España para dirigir el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, que reabrirá sus puertas al público el próximo mes de abril, con una profunda renovación.

"He aceptado el ofrecimiento porque me parece muy interesante disponer de los medios para. hacer un museo de historia natural como debe ser, como el British Museum de Londres o el Natural History de Nueva YorK". Su propósito es superar el concepto de museo pasivo y animando una actividad permanente "que permita decir que el museo está vivo". Para ello se organizarán exposiciones temporales, cursillos y seminarios. "También habrá salas dedicadas a ecología y medio ambiente, que formarán parte de la segunda fase de la renovación". Esta fase no estará abierta al público antes de 1990.El museo albergará también el legado Cajal, una colección de útiles de Ramón y Cajal entre los que se encuentra su pupitre, sus microscopios, etcétera. "Habrá una sala dedicada a Cajal en la primera fase que me gustaría aprovechar para explicar las preparaciones histológicas que hacía, los métodos de tinción, la neurona y el desarrollo hasta hoy de sus trabajos "

El museo permitirá también que Alberch continúe investigando en su principal objetivo de interés científico: la teoría de la evolución, el controvertido legado de Darwin, a la que intenta dotar de mayor precisión. "El darwinismo clásico pone el énfasis en la importancia del medio ambiente: la evolución está totalmente dirigida por factores externos. Yo creo que esta selección natural opera, pero el organismo tiene una estructura interna que limita las variaciones".

Alberch ha encontrado ciertas reglas genéticas y morfológicas que pueden haber dirigido la evolución desde las formas más simples de la vida hasta el ser humano; para ello ha estudiado las monstruosidades o malformaciones de recién nacidos.

"Estas reglas hacen que el proceso evolutivo no sea aleatorio ni caótico; limitan el número de variaciones posibles. Por ejemplo, con cierta frecuencia nacen niños con la malformación de tener dos cabezas; también ocurre en diversos animales, como las vacas, pero nunca nace un niño o un ternero con tres cabezas. Si una mutación pudiese generar cualquier tipo de morfología, tres cabezas serían tan probables como dos".

Abundando en su tema favorito, ha publicado recientemente un libro en inglés, Possible dogs (Perros posibles), sobre los límites entre los que se mueven las variaciones evolutivas en el mundo canino. También dedicó un año sabático a estudiar, en la Fundación Miró de Barcelona, los límites de la imaginación en cuanto a la variedad de formas de seres vivos. "Se trata de ver si existen mundos alternativos, si la imaginación es capaz de crear bioformas que la naturaleza no tenga".

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