La ley McCarran-Walter
A veces es denegada una petición de visado para entrar en EE UU: cuando un oficial cualquiera del Departamento del Estado considera que la persona en cuestión es un subversivo. Cuando esto le ocurre a alguien famoso, como Arafat, la Prensa deja al Gobierno en ridículo, ya que esto no pasó detrás del telón de acero, sino en el baluarte del mundo libre. ¡Me ruborizo de vergüenza! Sin duda. Existe de hecho una lista con los nombres de personas que no pueden entrar en EE UU, y se basa en una ley que viene del año 1952, en plena época de Joseph MaCarthy. La ley en cuestión se llama la McCarran-Walter Act, y da a los burócratas de turno del Departamento de Estado un poder desmesurado.La American Civil, Liberties Union (ACLU), que tan poco apoyo ha recibido de la izquierda europea seria, está desde hace años luchando contra esta nefasta ley. La lista de aquellos a los que se les ha denegado la entrada en la tierra prometida incluye a Julio Cortázar, Pablo Neruda, Graham Greene, Doris Lessing, Alberto Moravia, Emesto Sabato, etcétera.
La ley McCarran-Walter estipula que no ha de pisar suelo norteamerícano todo aquel que haya abogado por cualquier medio su oposición abierta a "todo Gobierno establecido" (sic). Es decir, la ley no se apoya tanto en el anticomunismo como en el antianarquismo, que es todavía, desde principios del siglo, el miedo más profundo del poder fáctico en Estados Unidos.
Pero, ¿qué importancia tiene el hecho de que la ACLU, tan ignorada por la elite de la izquierda europea durante tanto tiempo, se autodefina libertaria aunque tenga miembros tan dispares como Gabriel Jackson, Michael Dukakis o Burt Lancaster? ¿Qué importa que asociaciones como la ACLU e incluso Amnistía Internacional hayan sido menospreciadas por ser consideradas sospechosas políticamente por no caber en los esquemas de cuadrilla?
Si la nefasta ley McCarran-Walter no permite que las ideas sospechosas entren en EE UU, o que Arafat exponga sus argumentos en tierra santa Manhattan, igualmente absurda ha sido la actitud cerril de algunos intelectuales del autodenominado corte progresista, que hasta ahora había dado la espalda a la ACLU dejando en silencio su existencia por considerarla sospechosa. En fin, leyes como la de McCarran-Walter las hay en todas partes. Y los culpables son los mediocres de turno, cualquiera que sea su signo político.-
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