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Absoluto y relativo

Siempre se ha hablado del sentido de la vida y siempre se ha hablado del mal de vivir. Ello sirve tanto para los individuos como para las naciones. El sentido de la vida se encuentra por referencia a ciertos valores como la solidaridad en una comunidad, el respeto de la persona, de sus derechos, de sus opiniones, de su dignidad. De inmediato se llega a ciertas ideas, ciertos conceptos, claramente políticos y económicos, que creemos defender, pero la fidelidad a los valores lleva consigo claramente la tolerancia. En este sentido, lo absoluto y lo relativo no se contradicen. Al contrario, el uno implica el otro. De esta forma, en una tradición judeo-cristiana, mezclada a la cultura griega y con una aportación humanista, el camino tendría que haber sido marcado por generaciones sucesivas. No fue así, y menos en el siglo XX que antes. Suiza tiene la suerte de ser un país pequeño. Políticamente no puede mover los hilos en la escena internacional. Se aferra a un principio importante: el de la universalidad de sus relaciones políticas y económicas, justificada por su situación de neutralidad. Esta línea es justa y no corresponde a un compromiso. Es simplemente realista. Pero la constatación del terrible relativismo ético, que nos salta a la cara a través de los medios de información, parece revestirnos de una gran capa de insensibilidad que sólo deja pasar nuestro interés por nosotros mismos y por nuestros asuntos inmediatos.

24 de agosto

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