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El Gobierno centrará otra vez en 1989 su política económica en reducir la inflación

La política económica que se prepara para 1989 junto con el proyecto de Presupuestos del Estado estará volcada en reducir la inflación con tanta intensidad como en años anteriores, e incluso con mayor énfasis que en 1988. Medidas fiscales, monetarias, de tipo de cambio, y hasta el deseo de crecer de forma sostenida a un ritmo del 4% para que entre esto y el plan de empleo juvenil permitan crear cerca de 300.000 puestos de trabajo netos al año, se supeditarán al objetivo de afianzar el índice de precios al consumo (IPC) en el 3% de media esperada para la Comunidad Europea (CE). Los escenarios de subidas salariales para los funcionarios también se alinean con esta meta, aunque alguno de ellos llega al 3,5%.

El Gobierno mantiene oficialmente el objetivo de cerrar 1988 con un IPC acumulado del 3%. Algún portavoz ha anticipado que la perspectiva de estirón en julio no debe entrañar la revisión al alza. Oir, por tanto, de otro 3% para 1989 podría denotar que se interrumpe la política de los últimos años. Pero cerca de quienes preparan los cuadros macroeconómicos y presupuestarios para 1989 se afirma que consolidar realmente el 3% requerirá de una clara política antiinflacionista, además de que supondría el lograr por fin la convergencia con la media comunitaria.Las dificultades atribuidas a repetir un objetivo de inflación del 3% parten de considerar que los países comunitarios, e incluso Estados Unidos, padecen desde hace varios meses cierto rebrote de los precios. Aunque prevista, el alza podría reforzarse en caso de que el dólar siguiera hacia arriba, contra la mayoría de los pronósticos. Con todo, los principales obstáculos se identifican en que la inflación subyacente española está incrustada desde hace algo más de un año en torno al 5%, aun cuando la energía y los productos alimenticios no elaborados hayan situado la tasa anual del IPC (subida de los 12 últimos meses) en el 3,9% de abril y mayo últimos (4,3 % en Junio).

De ahí que los nuevos objetivos se orienten a reducir casi dos puntos la inflación subyacente. De otro modo, la convergencia con la CE sería más aparente que real. Si en otros países la bajada de la energía también ha provocado un fenómeno similar, en España se reafirma con la erraticidad de la alimentación. Los altibajos de los alimentos elevan la media anual del IPC incluso si se logra el objetivo de final de año. Así, sin dudar del 3% esperado para diciembre, la OCDE ha estimado que la media española para 1988 será del 4,5%, contra el 2,7% esperado para la Europa comunitaria. El propio Gobierno español admitió parte de esta diferencia en los Presupuestos para 1988, al fijar una subida salarial para los funcionarios del 4%. Es justo la inflación media esperada por el objetivo de bajar la anual del 5% (luego fue 4,6%) hasta el 3%.

Salarios y otros instrumentos

Para 1989 no se espera tanta brecha entre la inflación media y la de final de año. Pero la mayoría de las simulaciones de aumentos salariales de los escenarios presupuestarios apuntan hacia incrementos del 3% o 3,5%. El porcentaje que a finales de septiembre decida el Gobierno al aprobar su cuadro definitivo terminará siendo un indicativo para el sector privado.La moderación salarial, a presentar como más necesaria en la medida que los esperados incrementos de empleo tienden a estrechar el aumento de la productividad media del trabajo (poco más de un punto para 1989), no será el único instrumento para plantar cara a la inflación. El Banco de España ha pedido ayuda de la política fiscal y ha recomendado que se asegure el retorno de los costes laborales a una senda de desaceleración, por entender que el margen ofrecido en los dos últimos años por la bajada de los precios agrícolas y de importación puede agotarse o hacer más vulnerable la política económica, en la medida en que ambos no dependen del Gobierno. En esto late la idea de que cada vez será más dificil desacelerar a la vez los precios finales y aumentar los excedentes empresariales, clave del ajuste de los ochenta.

Las mejores pruebas de una política contra la inflación y menos expansiva que en 1988 se encontrarán en materia fiscal, monetaria y cambiaria. El déficit público, aunque en 1988 termine por debajo de la media comunitaria, será reducido aun más para que no afecte a los precios, sobre todo a los del dinero; pero ello en el contexto de una desaceleración de los ingresos. También por no calentar los precios se descarta el sustituir cotizaciones empresariales a la Seguridad Social por subidas generales del IVA.

Que el brio de las exportaciones llegue a ser insuficiente en 1989 para impedir que se duplique el déficit por cuenta corriente no parece que provocará ni una vuelta a la política de depreciar la peseta con el fin de vender más al exterior, ni una política monetaria decidida a bajar a cualquier precio los tipos de interes. Se piensa que ambas respuestas terminarían por reavivar la mecha del IPC.

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