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Tribuna
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Mil cucas

Una dama, de cuyo nombre no debo acordarme, ha prometido tapiar mi espacio vital más inmediato y necesario con muros de latas de sardinas y berberechos si dedico una columna a la irresistible levedad del ser cuando son las dos de la madrugada, se tiene más vida por detrás que por delante, se acaba de jugar un partido entre la selección nacional de escritores y un combinado de extranjeros, ya no queda whisky en veinte kilómetros a la redonda y además alguien ha dicho que el lenguaje es la patria del poeta. Es el momento de las promesas incumplibles o de las profecías incomparables, y también el de practicar una cierta equidad sexual al admitir que si el lenguaje es la patria del poeta, la lenguaja es el patrio de la poeta, y que ningún corrector me enmiende las vocales ni las jotas.Me reconozco un profesional de la comunicación y un literato que ha resuelto a su manera ese turbio asunto de la literatura como comunicación o la literatura como conocimiento construido desde sí misma. Aristóteles fue el que empezó a enmarañar el asunto y Rafael Conte aún no lo ha desenmarañado, y cuidado que el condenado le ha dado, le da y le dará vueltas. Y como soy un profesional de la comunicación, quiero que el lector, aun respetando mi derecho a practicar de cuando en cuando el trobar clus, se entere de qué va esta columna. Ni más ni menos, a cambio de hacer literatura fugaz sobre la parte más sincera de un encuentro de escritores españoles y narcisistas en París, una de las participantes me ha prometido una colección completa de sabores de mi patria, para que cuando en circunstancia semejante de exilio promocional sienta añoranza de alimentos fundamentales que evoquen el país de mi infancia, o alguien, ante mi condición de gourmet, demande qué ha aportado la cocina española al acervo, ya común, de la cultura gastronómica universal, yo me saque de la mariconera una lata de sardinas, me haga un bocadillo, lo comparta, y si un ángel previsor aprovecha el momento para escuchar Suspiros de España, pues mucho mejor.

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