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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cataluña vota

EL PRESIDENTE de la Generalitat, Jordi Pujol, desea agotar hasta el final la legislatura catalana, por lo que las elecciones autonómicas se celebrarán el próximo 29 de mayo, último día festivo antes de la fecha límite para efectuarlas. Con ello se desvanece una posible anticipación de la consulta, tesis. aconsejada con insistencia por su segundo, Miquel Roca.Al margen el favorecer la idea de la estabilidad política, lo que ha podido pesar en el ánimo de Pujol para tomar esta decisión es el deseo de tener tiempo para recuperarse tras algunos acontecimientos que han sensibilizado profundamente a la vida catalana. Hay variados y recientes fracasos pujolistas que justificarían esta actitud: entre ellos, la imposibilidad de consensuar con toda la oposición la comarcalización de Cataluña y la reordenación del área metropolitana de Barcelona. O la polémica sobre las loterías autonómicas, cuyos entresijos empresariales apenas se descubrieron en las sesiones de la comisión parlamentaria que las examinó, y que abrió por primera vez tensiones y disgustos en el seno del pujolismo sociológico.

Y en estos últimos días, la salida de tono desmesurada con que Convergència ha abordado el caso Mariscal, en coincidencia con los radicales de la Crida, ha vuelto a llamar la atención sobre la demagogia al uso en sectores del partido pujolista. Aunque las expectativas de Convergència de cara a renovar su actual mayoría absoluta son enormes, según todos los sondeos, para Pujol es una medida de prudencia política dejar que ahora pase el mayor tiempo posible antes de la próxima cita en las urnas.

Por lo demás, existen indicios suficientes de que la precampaña -que ya se ha iniciado- y la campaña electoral van a caracterizarse de nuevo en Cataluña por un maniqueísmo radical, recíproco y generalizado. Y en esta ocasión, todavía más que en anteriores, la lucha política entre los partidos promete ser dura, de descalificación del adversario -que en la política catalana ya parece haberse transformado irremediablemente en el enemigo-, a juzgar por la ausencia de diálogo, cada vez más pronunciada, entre la derecha conservadora nacionalista y la izquierda socialista.

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Para la coalición gobernante, la campaña consistirá presumiblemente en demandar un tercer mandato "para la culminación de la gran tarea" de Jordi Pujol. Todo hace temer que, más que el examen de lo hecho y de las ofertas sobre lo que hay que hacer, vamos a asistir a una nueva exhibición de patrioterismo, agresividad verbal, palabras huecas y desinterés popular.

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