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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La partida gallega

Tengo ante mí el editorial de EL PAÍS del pasado viernes 18 de septiembre, titulado La partida gallega y el artículo de mi amigo Carlos Casares, La comedia humana, del martes 22 del mismo mes. Ambos tratan sobre la arbolada mar del momento político gallego.Una vez más, y son ya incontables, las reflexiones hechas desde fuera de Galicia resultan ser más certeras y menos arteras que las que ofrece el escritor y ex parlamentario del PSOE en la anterior legislatura autonómica. Al editorialista podría matizársele diciendo que "el espectáculo de circo y variedades" no lo ofrecen los políticos gallegos, sino la gran mayoría de los instalados en los partidos de obediencia estatal y los mal llamados nacionalistas de derechas. Y digo mal llamados por lo de nacionalistas que no por lo de derechas. El nacionalismo que pregonan deben haberlo adquirido en algunas recientes rebajas de grandes almacenes, ya que -todos somos viejos conocidos- ni por sus hechos ni por sus dichos fueron antes conocidos como tales.

Aunque su escasa participación en el macabro espectáculo al que asistimos esté justificada, en parte, por su reducida representación parlamentaria, debe destacarse la digna actuación de la izquierda nacionalista. Entienden -la izquierda nacionalista- que deben apoyar el derribo de un incapaz Gobierno, castrapeiro tanto en lo idiomático como en le, político, y al mismo tiempo no mezclarse en una ruin lucha por el poder. No es su lucha ni su oportunidad.

Mientras el editorialista enjuicia el comportamiento del PSOE gallego, Casares, también arteramente, lo elimina del dramatis personae de su comedia novelada. Aparece el felón Barreiro, el ingenuo don Xerardo, el coro de danzantes de un partido a otro y los protagonistas, según él, de su entrevisto y sondeado futuro: Fraga y Camilo Nogueira. Pero nos escamotea al chico de la pe

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lícula: Laxe y, por extensión, al partido que obedece. Deben habérsele perdido entre bastidores de la inoportuna ironía que ofrece su escrito.

No me parece serio que, en este momento, se simplifique humorísticamente sobre el paralelismo entre Fraga y Nogueira -enérgicos y puritanos ambos, dice- y sobre la opinión insolvente, gratuita y simplificadora de que al primero le votan los pobres y al segundo los ricos. Más parece una ocurrencia de compostelano conciliábulo de mesa camilla que comentario útil y aclaratorio para los lectores de un diario de ámbito estatal. Esos lectores conocen muy bien, y hasta habrán padecido, la energía dictatorial del primero y desconocen la honesta y democrática del segundo.

Por otra parte, lo de que el pasado franquista del vasco-galaico "ya no le importa a nadie" no deja de ser una apreciación que me sorprende viniendo de Casares. Si cree que sus posibles electores sólo esperan que su energía, desplegada desde San Caitano o desde Raxoi, sirva para que los teléfonos contesten y los funcionarios no eternicen la hora del bocadillo, parco favor hace a esos nuestros paisanos. Yo los creo más inteligentes y confío en que se den cuenta de que Manuel Fraga no representa, ni representó jamás, un futuro próspero y moderno para Galicia. Y que los mimbres con los que puede contar -excluidos felones consumados y aprendices de felones- son los mismos que han llevado a la deriva, y luego encallado, tanto el barco de su partido como el del Gobierno autónomo, amén de ser también responsables, entre otras muchas cosas, de ese engendro paifoco e impresentable que es la Televisión Gallega.

Creo que las nuevas generaciones de compatriotas nuestros sabrán sacar lección provechosa de esta página negra que los alcaldes pedáneos metidos a gobernantes están escribiendo. Y que la inteligencia realmente existente en el hogar de Breogán aprovechará la ocasión para rectificar la imagen que ahora está dando y ofrecerá al resto del Estado español el definitivo exterminio -elecciones mediante- de la deshonestidad y el caciquismo. Al mismo tiempo que limpia el óxido de un cierto nacionalismo rancio, todavía residual y maniobrero, que sólo se preocupa de la "esencia de la verdad" y de la "metafísica de la saudade", ignorando, en cambio, y situando extramuros, otras realidades gallegas emergentes.- Ezequiel Méndez Vidal.

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