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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Estado de ruido

Es para felicitarse: este verano, algunos españoles han empezado a protestar en público por el ruido que hacen otros españoles. Hasta hay un editorial de EL PAÍS. Poco a poco se conseguirá civilizar a la tribu. ¿O no?Todo cuanto se diga del ruido será poco; especialmente si es malo. Y, además, conocido. Hay que comenzar a calificar a los ruidosos: el vecino con radio o televisión demasiado altos, el propietario de terraza con música ambiental a todo trapo, las pandas o pandillas con transistores en los jardines, los jinetes en broncas motos, etcétera, todos ellos tienen algo en común, a saber, una desconsideración hacia el prójimo que sería injusto llamar salvaje porque no consta que los salvajes sean tan animales.

El ruido innecesario (y admito lo resbaladizo de estos distingos, pero por algún lado ha de empezarse) es una agresión, y el ruidoso, un agresor. Nadie tiene derecho a imponer sus ruidos a los demás por la misma razón por la que nadie tiene derecho a entrar en vivienda ajena sin permiso del propietario, sea la hora del día o de la noche que sea. Por eso es asombrosa nuestra alegría cuando conseguimos de uvas a peras que la autoridad reduzca la actividad del ruidoso, por ejemplo, hasta las doce de la noche. Ni las doce de la noche ni las del día: nadie puede apropiarse de la vía pública si molesta a otros. Así que lo único razonable que puede hacerse con el ruido en dicha vía pública es eliminarlo sin más, esto es, volver a espacios públicos silenciosos, y que, quien desee llenarse los oídos, se encierre donde su placer no sea tortura ajena.

Conociendo el país, sé que no hay forma de eliminar algo mediante las buenas maneras y la educación: hay que prohibirlo. Por tanto, ¿para cuándo una norma legal que permita a la gente pacífica conciliar el sueño, vivir tranquila por el día, escuchar sólo lo que le place y no lo que le impone el bestia de turno? Porque, que yo sepa, medio ambiente y calidad de vida no son conceptos acuñados por personas de cuatro sentidos, sino de cinco, y el oído es, al respecto, tan importante como el olfato y muy superior al tacto.

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Como también sé que los legisladores, a fuer de castizos, no demuestran gran sensibilidad hacia estos asuntos, me pregunto si no es esta la típica norma que podría obligarse por vía de iniciativa popular, si EL PAIS se atrevería a iniciarla y si las personas afectadas escribirían ofreciendo su apoyo. Una de las desgracias de quienes apreciamos el silencio es nuestro fatalismo ante la horrísona barbarie. Como si no supiéramos que somos los más y que la razón nos asiste.-

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