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Tribuna
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Canjes

El caso de la confusión de la hija amnésica tras el accidente de circulacíón en Punta Umbría, el transcurso de meses en la casa de quienes no eran los padres y la benévola complicidad de profesionales, médicos y vecindario abre las puertas a una experiencia trascendental. Es incalculable el número de personas, en su condición de hijas, cónyuges o cuñados, que se encuentran a disgusto en su actual encuadramiento familiar. Unas veces son capaces de razonar su malestar e incluso achacarse a su propia personalidad las dificultades que plantea la convivencia, pero otras, simplemente, no se entienden con sus allegados.En España se producen centenares de colisiones de vehículos cada fin de semana, pero acaso no sea necesario esperar a que comience el curso. En la próxima operación retorno la densidad de circulación prevista es tan alta como la que se registró entre el 30 de julio y el 2 de agosto. En esas horas se forman colas de diez kilómetros, y en tal barahúnda, con la policía desconcertada, los niños vomitando, las señoras mareadas, confundidos todos en la calor, se favorece cualquier proyecto encaminado a cambiar hijos y otros parientes de coche a coche.

El caso de las amigas de Camas ha inaugurado una posibilidad aún modesta, pero real. Incluso la Seguridad Social parece prestarse a este tipo de canjes, que a fin de cuentas puede contribuir a mejorar las relaciones humanas y, en consecuencia, la salud de los ciudadanos. Otras fórmulas más convencionales, como los trámites de adopción, repudio y divorcio, no aportan los mismos resultados y son mucho más lentos. El intercambio familiar por mediación automovilística cumple, sin embargo, todas las leyes del deseo. Se produce de súbito y, dentro de un aparente azar, permite el trueque sin límite de consanguinidad y es por ello en verdad rebelde, no requiere gastos. Por añadidura se realiza al aire libre, a plena luz, haciendo posible escoger sin renunciar al tino estético. El principio de cualquier gran amor no habría diferido de esta receta.

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