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'Dirty realism' bis

El artículo de Julio Llamazares sobre el dirtY realism (realismo sucio)', recientemente publicado (EL PAÍS, 20 de mayo), ponía el acento tanto en el interés intrínseco de la nueva novela estadounidense como en las similitudes entre los problemas psicológicos y sociales tratados en esa novela y algunas de las causas de la tensión social existente actualmente en España. A lo largo del año pasado, sentí varias veces el impulso de escribir sobre el dirty realism, pero no me decidí a hacerlo porque no soy, en ningún sentido, un crítico literario. Pero ahora, simplemente como un lector íntimamente interesado en las culturas tanto de Estados Unidos como de España, me gustaría sugerir algunas de las formas en que esta novela puede ayudar a los lectores europeos a entender a ese joven gigante, poco manejable, que es a la vez el hijo de Europa y el socio dominante entre las naciones capitalistas occidentales.Esas novelas, largas o cortas, se ocupan en su mayor parte de las gentes normales, sencillas, que van de un sitio a otro en su rutina diaria y se enfrentan a sus problemas personales y familiares sin el apoyo metafísico de una fe religiosa tradicional, o de una fe revolucionaria utópica, o de una ambición que les impulse a hacerse millonarios o a ser elegidos presidente. Representan más a las clases medias y trabajadoras del vasto interior del continente que a los habitantes de las grandes ciudades costeras. Van a los restaurantes de autoservicio en lugar de ir a los establecimientos reseñados en la Guía Michelin. Pueden leer algunas partes de la Biblia y los periódicos diarios, pero no estudian griego ni latín, ni a Shakespeare ni a Stendhal. Se identifican con los héroes de los seriales de la televisión exactamente de las mismas maneras imaginativas y conmovedoras en que los estudiantes europeos se identifican con los héroes de Camus, o de Hermann Hesse, o de Alberto Moravia. Sus principales formas de entretenimiento social son la televisión, los bolos, la pesca y las reuniones organizadas por las distintas iglesias. No son agresivos ganadores ni violentos antihéroes. Son más bien individuos sensibles, confusos, a la deriva en la actual cultura industrial estadounidense, dinámica, competitiva, considerablemente impersonal.

Algunos denominadores comunes caracterizan a las novelas de escenarios geográficos y sociales muy diferentes. Las relaciones emotivas fundamentales se dan en el seno de las familias, entre los padres y los hijos, los hermanos y las hermanas y, en ocasiones, con un tío, tía o abuelo importante. Los matrimonios y las relaciones informales parecen ser siempre problemáticas. En Second marriage (El segundo matrimonio), de Frederick Bathelme, el padre y la hija mantienen un entendimiento afectuoso, lleno de humor, de mutua confianza, al tiempo que el primero navega sin rumbo (también con humor) entre varias mujeres a las que apenas desea. En Museum pieces (Piezas de museo), de Elizabeth Tallent, dos muchachas adolescentes intentan encarnizadamente, y a veces despreciativamente, entender las insatisfactorias vidas amorosas de sus queridos padres. En Bright lights, big city (Luces brillantes, gran ciudad), el héroe nunca llega a comprender a la esposa que le abandonó, y nunca encuentra el tiempo ni la motivación íntima necesarios para llegar a entender a las otras mujeres que pasan por su horizonte en el trabajo, en los bares o en las fiestas. Pero sus recuerdos emocionales más embargadores son los relacionados con su madre y tiene sentimientos más profundos hacia su hermano y su padre que hacia cualquiera de sus amigos o de sus amantes. En The sportswriter (El cronista de deportes), de Richard Ford, el narrador se ha separado de una mujer a la que continúa valorando muchísimo más que a cualquiera de las mujeres con las que llega a enredarse mientras intenta reconstruir su vida como hombre soltero.

La sensación de desperdicio de talento, de pérdida de oportunidades, caracterizan también como grupo a esas novelas. Los estadounidenses esperan casi como un derecho de nacimiento alguna clase de éxito. Éste puede tomar numerosas formas: éxito en los negocios, prestigio profesional o artístico, proezas atléticas, un matrimonio feliz, con unos hijos saludables, maravillosos. Pero en Mohawk, de Richard Russo, una muchacha bella y muy inteligente tiene miedo de abandonar su pequeña ciudad para ir a una sofisticada universidad, se casa con un hombre al que no tiene posibilidad de amar, renuncia a importantes oportunidades de hacer algo que no sea preocuparse por su padre que envejece y por su amor sin esperanzas hacia un hombre también desgraciado en su matrimonio. Y tiene un hijo que abandona la universidad después de haber conseguido una beca para entrar en ella. En Museum pieces, los adultos importantes son artesanos y artistas dignos de compasión por su vulnerabilidad, inseguros respecto a sus funciones reales en la vida estadounidense. In country (En el campo), de Bobbie Ann Mason, cuenta la historia de una peregrinación familiar al monumento mural instalado en Washington DC que contiene todos los nombres de los soldados estadounidenses muertos en Vietnam. El veterano que lo visita con su familia es un hombre de gran inteligencia natural y de una gran cordialidad, que ha quedado emocionalmente destruido a consecuencl a de los años que pasó en Vietnam. Y su familia sufre la timidez y la inseguridad de la gente sencilla, no sofisticada, que se ve a la deriva en una cultura tecnológica y en una sociedad dominada por la guerra, cuyos fines universales ni siquiera pueden empezar a entender.

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Un tercer denominador común, especialmente de Barthelme, Ford, Russo, Mclnemey y los escritores de novelas cortas Raymond Carver y Tobias Woff, lo constituyen una agudeza verbal y un autodesaprobador sentido del humor que lo que más me recuerdan es el humor judío de Europa oriental y, posteriormente, de la ciudad de Nueva York. Como historiador, o simplemente como persona infinitivamente fascinada por las distintas variedades de la expresión humana, me desconcierta agradablemente percibir la relación entre el humor de las víctimas supervivientes en los pueblos judíos del este de Europa y el de las víctimas supervivientes en la extensa área interior de la nación más poderosa, por el momento, sobre la faz de la Tierra. Existe un último denominador común, sintomático del humor escéptico y desilusionado de toda esta literatura. Las novelas contienen una gran cantidad de fiel observación y de creación de caracteres profundos. Pero lo más frecuente es que haya en ellas incidentes dramáticos poco desarrollados y momentos de fuerte emoción sin ninguna sombra de explicación. Estos escritores dejan sin atar los cabos sueltos, como un Thomas Hardy o un Thomas Mann. La vida es extraña, amarga, impredecible, inexplicable, ¡lógica. No existen grandes principios ni modelos sociales e institucionales de ámbito universal. Sólo existen las gentes, solas o en grupos, a veces adorables, a veces despreciables, casi siempre confusas.

Traducción: M. C. Ruiz de Elvira.

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