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Al Capone 2

El belicismo es una compleja filosofía de la correlación de fuerza, políticas que en ocasiones tiende a disfrazarse de pacifismo. Hay que armarse para hacer imposible Ia guerra. Hay que meterse en un bloque militar para luchar contra la existencia de bloques. Etc. etc. Pero el belicismo no logra disfrazarse cuando es un saldo cotidiano de muerte y destrucción. La Administración Reagan mantiene una curiosa tesis sobre su pugna con el régimen sandinista: viola el derecho internacional armando a los contras para evitar el mal mayor de que la propia Administración Reagan se vea obligada a invadir Nicaragua.Si Kissinger es el filósofo más lúcido del belicismo pacifista. (bloquismo y demás ralea), Al Capone es el inspirador de la doctrina Reagan sobre Centroamérica. O armar a los sicarios para que: maten por delegación o matar directamente. Con un cierto cinismo histórico incluso es posible llegar a la conclusión de que hasta los sandinistas pueden preferir luchar contra sicarios mercenarios que contra el ejército invasor más poderoso del mundo. Hay que elegir entre la sangría que te causan las garrapatas o la hemorragia que te puede producir el león. Además, como una guerra necesita socios capitalistas, la Administración Reagan convierte a la ciudadanía norteamericana en pequeño accionariado de la destrucción de Nicaragua manejando el dilema: o dedicamos parte del presupuesto nacional a armar a asesinos delegados o tenemos que enviar directamente a nuestros chicos a hacer la faena.

Reagan quiere rendir la revolución sandinista por anemia, sangrándola poco a poco. No desconoce que viola toda clase de derechos internacionales, pero también sabe que sus aliados, sometidos a humillantes condiciones de mayordomía, no están en condiciones de oponer otra resistencia activa que el mohín de disgusto. Otra cosa es que la opinión pública universal se movilice una vez más en apoyo de Nicaragua como pueblo agredido. Si el mundo auténticamente civilizado callara, este crimen histórico se convertiría en el famoso crimen perfecto. Es decir, el crimen ignorado.

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