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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Año de dudas para el libro español

LA FERIA del Libro de Madrid se extiende este año sobre la superficie más grande de su historia. Se han plantado en el Retiro 368 casetas de libreros, editores y distribuidores; hay otros puestos en algunos barrios madrileños, y el conjunto se adereza con un amplio programa de festejos y de promociones. Se detecta, sin embargo, el habitual contraste entre el pesimismo del gremio y el optimismo oficial. Los primeros exhiben las recientes cifras sobre disminución de ventas de libros, evaluada entre un 20% y un 25% para el primer trimestre del año, y la atribuyen al aumento de precios forzado por la aplicación del IVA. Los libreros se quejan de ello y evocan la situación en otros países europeos donde el libro está exento de esta carga precisamente en virtud de un principio de fomento a la cultura. Por añadidura, se protesta también sobre la supresión de ayudas a la exportación. Protesta unida al miedo de que algunos países latinoamericanos apliquen nuevos aranceles al libro español como reciprocidad al IVA que se aplica a los suyos en España.Otras, inquietudes de¡ gremio afectan a cuestiones circunstanciales y parecen menos justificables. Se refieren a los perjuicios que provoque a los expositores la coincidencia ole esta feria con la campaña electoral, con el Mundial de fútbol e incluso, en lo meramente local, con la abundancia de festejos veraniegos madrileños. Buena ocasión, pues, al margen de esta simultaneidad de acontecimientos, para que los organizadores se replantearan la oportunidad de las fechas que vienen eligiendo para ofrecer novedades. Efectivamente, una de las tradicionales incongruencias de la Feria del Libro de Madrid es que los editores la aprovechan para lanzar sus títulos más apreciados, cuando se sabe que el verano es la estación de menos lectura en España.

Por otra parte, la crisis en sí de la industria de edición y distribución, que se repone todavía mal de las consecuencias de las quiebras económicas en Latinoamérica, busca la manera de enjugarse aumentando la producción de títulos con tiradas cortas, lo que supone el crecimiento de precios y el agotamiento de un sector de lectores limitado. Mientras ciertamente la afición por la lectura no cunde entre los españoles, el año pasado se editaron 351.000 títulos, 5.000 más que el año anterior.

Alega, sin embargo, el optimismo oficial -que ha hecho de la cultura una cuestión de prestigio-. que este grupo ha crecido, y que el aumento de lectores bajo su gobierno se cifra en un 9%; para los libreros, sobre todo, se trata de un aumento de la literatura de quiosco, de fascículo o de regalo comercial, que apenas les afecta, y que incluso ha puesto a los editores especializados en alguna. situación difícil; puede ser una merma de la venta del libre de novedad, una concurrencia directa, que se une al desgaste sufrido por la abundancia de fotocopias del libre, caro, sobre todo de los textos de enseñanza, que incluso están siendo realizadas directamente por centros oficiales y privados. Puede que sea así, y que industrial o comercialmente haya que enfrentarse con ese problema; pero si realmente se ha conseguido un aumento del número de lectores y de la expansión de la literatura escrita, no le faltará razón al Ministerio de Cultura para alardear de su aumento de lectores.

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Cualquier política del libro que se emprenda debe pasar por algunos sectores obligatorios. Uno de ellos es el abaratamiento del ejemplar, al que no podrá llegarse más que por las exenciones de impuestos en todos los tramos de la producción y venta, y con las subvenciones necesarias para equilibrar el consumo de las materias primas; otro, el crecimiento de lectores, lo cual sólo en parte depende de los precios, sino de unas formas de estímulo a través de las bibliotecas, que hoy están totalmente abandonadas, y muchas de ellas inutilizadas por la falta de personal especializado; el tercero, el fortalecimiento de la exportación e incluso de las traducciones de libros españoles al extranjero, lo cual requeriría un estímulo no sólo a la edición, sino a la escritura competitiva. Hoy parece más bien que el camino de prestigio del Gobierno se centra en premiar a grandes glorias del idioma, y menos en estimular la producción nueva. Las diversas asociaciones de escritores se quejan continuamente del abandono a que están sometidos sus representados.

Aún con todas estas dudas y sobresaltos, la Feria del Libro inaugurada en Madrid parece demostrar que existe un sector en la industria y el comercio de esta trascendental manifestación cultural que no ha perdido el ánimo y que tiene una capacidad de desarrollo muy grande. Requiere: una mayor ayuda o, por lo menos, que no se le ,aumenten los obstáculos para lo que es un artículo de primera necesidad de un pueblo al que los siglos han ido apartando del libro.

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