_
_
_
_
_

El segundo triunfo de Kelly en la Vuelta fue polémico

JUAN MORALa decimotercera etapa de la Vuelta Ciclista a España acabó a, empujones. El equipo Kas había trabajado para que el irlandés Sean Kelly se anotara su segundo triunfo al sprint, pero a éste le faltaron fuerzas para abrirse, cogió la calle de en medio y desplazó a Ruiz Cabestany y a Laguía. Hubo polémica, pero no reclamaciones. Al cabo, se considera normal que alguien busque como pueda la victoria. Álvaro Pino y el escocés Robert Millar habían intentado antes llegar en solitario a través de carreteras de montaña inéditas cuya peligrosidad se vio aumentada por la niebla, pero fueron neutralizados.

Más información
Por los pueblos de Madrid.

Las llegadas al sprint están siendo, habituales en las últimas etapas de la Vuelta. Hay gran control entre los corredores y, aunque se producen cortes en el pelotón, los mejores están llegando agrupados. Esto da posibilidad a que los más rápidos vayan ganando. Kelly, vencedor el pasado viernes en Palencia, ya había advertido que, como se encuentra a distancia considerable del líder, a 3.33 minutos, su objetivo es acumular triunfos parciales.La ambición de Kelly se puso ayer de manifiesto. Había sido una etapa dura, de gran trabajo para abortar las escapadas y de tensión, ya que los descensos habían resultado temerarios. De nuevo iba a producirse una llegada al sprint y Kelly tenía oportunidad de adjudicarse otro triunfo. Sus compañeros de equipo se lo prepararon durante cinco kilómetros. Él remontó posiciones en el último. Los 1.000 metros finales eran complicados porque había curvas Ni un pequeño tobogán. La colocación no era fácil y Kelly se encontré, con las fuerzas justas a la vista de la pancarta de la meta. En vez de abrirse para superar a los que le precedían, aprovechó que Cabestany amagó hacia la derecha -él también quería ganar- piara avanzar en línea recta. Sin embargo, no tenía aún el paseo franco. Desplazó hombro contra hombro a Cabestany y, a continuación, estiró un brazo para empujar a Laguía, que iba delante. Laguía, desplazado, miró qué pasaba y lo que pasó fue que Kelly rebasó a todos por el camino más corto.

Kelly se disculpaba por su acción diciendo que lo que había hecho era normal en llegadas apretadas: "Los rivales no dejan paso y molestan a los que venimos desde antes preparando el sprint". Cabestany no compartía esta opinión: "Yo iba a disputar el triunfo y, peor eso, me fui hacia la derecha, pero casi acabé en las vallas cuando Kelly me desplazó". Por su parte, Laguía reconoció que no tenía posibilidades de ganar: "Sin embargo, no por eso nadie me puede apartar de un empujón. Lo que hizo Kelly es una infracción".

La jornada había sido dura porque la etapa, corta, de 148 kilómetros, tenía cinco puertos y algunos equipos intentaron explotar las características del rer corrido para provocar cortes en el pelotón con la confianza de eliminar corredores que todavía cuentan para la victoria absoluta. Era la primera vez que la Vuelta pasaba por esas carreteras. Pedro Delgado, cuando se enteró de ello, las recorrió en coche y se quedó asustado. La etapa había que tomársela muy en serio. Quienes mejor se conocían el trazado eran los componentes del Seat-Orbea, que en ocasiones se entrenan por allí. El control que hubo en la cabeza les impidió aprovecharse de ello.

Se había salido de Segovia y, tras unas escapiadas de escasa relevancia, llegó el momento fuerte en la ascensión de La Paradilla. El Pegaso-Systeme U desplegó a los suyos hacia adelante y Pino y Millar se lo tomaron tan en serio que se escaparon con otros cuantos. Al cabo, se quedaron ellos solos, junto con el colombiano Parra, porque el francés Madiot se salió de la carretera.

Por detrás, a escasa diferencia, iban los restantes corredores, interesados en que Pino y Millar no les sacaran más ventaja en la clasificación general. Tenían 30 kilómetros cuesta abajo para intentar neutralizarlos. La empresa no resultó difícil, aunque no estuvo exenta de riesgo. Cabestany, Gastón y el francés Fignon acabaron también en una curva fuera de la carretera. A cinco kilómetros de la llegada se produjo la fusión.

El desgaste, no obstante, fue grande. Desde El Escorial hasta el alto de los Leones fueron 28 kilómetros por lo que hace poco tiempo había sido una pista forestal. La carretera estrecha, con gravilla y, a veces, nula visibilidad por la niebla, constituía una, trampa para los corredores. Y en medio, dos puertos, el de Abantos y el de La Mina, de continuos toboganes, falsos llanos y curvas escondidas por la adversidad climatológica. Allí fue donde Pino y Millar demostraron ser, por el momento, los auténticos líderes de la Vuelta.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_