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Tribuna
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Sencillamente, OTAN, no

La permanencia de España en la OTAN significa la aceptación de la colonización de Europa y la obstaculización de las posibilidades de reconstrucción de una Europa múltiple, según argumenta el autor de este artículo. El propósito es, según su parecer, debilitar, desmantelar y absorber a una de las componentes de Europa -la occidental- en la estrategia agresiva, militarista, mercantil y dominadora de EE UU. El rechazo de la OTAN por parte de España, sin resolver los problemas de fondo, sería una luz verde a esta Europa de la multiplicidad y del desarme.

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Alcalde expedientado.
Escasa preocupación.
OTAN y Andalucía.
Alcaldes convocados.

Tanto esfuerzo demostrativo suele no demostrar nada, y hasta suscita la sospecha de que defiende una causa poco confesable; en pocas palabras, un timo. Qui veut trop prouver..., dicen los franceses, con refrán sin equivalente en nuestra lengua. Lord Carrington llegó de Londres para repetir, punto por punto, lo que incansable nos asesta el jefe del Gobierno español: que el que a las maduras, también a las duras; que el que va a disfrutar de los pingües beneficios que le reportará la entrada en Europa (al freír será el reír, y Dios nos la depare buena ... ), nuestro afortunado país, por fin reconocido y jaleado como miembro de la Comunidad Europea, no puede escurrir el bulto y ha de participar también en el embriagador destino de la defensa común. Así se ha puesto en marcha el gran chantaje moral con que, en general, los pícaros acosan a los ingenuos, y que en este caso intenta cosquillear la dignidad española.Nadie parece recordar que entre el Tratado de Roma y el Pacto Atlántico jamás existió la más mínima relación: esto ni se dice, ni se explica, ni se argumenta.

¿Y qué digo lord Carrington y Felipe González? Otros campeones entran en liza: unos, conocidos y tenaces luchadores de la libertad, ministros y gerifaltes de la España una y libre; otros, también arrepentidos, mea-culpistas de la izquierda, más aún, inquisidores y calificadores de un marxismo puro, riguroso, intransigente, todos a una, repitiendo en artísticas, sesudas, sofisticadas variaciones el más necio y absurdo tema que nos llega de una tarada tradición: que si quieres la paz, prepares la guerra; como si te dijeran que, en caso de jaqueca, te pases por los servicios de la guillotina. Así andan la lucidez y la acuidad lógica de este Occidente de los valores. Por cierto, ¿cuáles?

No vale la pena poner de relieve la patológica aberración que se expresa en ese si vis pacem... Es más urgente sacar a la luz aspectos casi nunca evocados de la cuestión.

Primero, el de la colonización de Europa vía OTAN y proyectos de defensa. La jugada, o la movida, aunque de tosca hechura, no deja de tener alcance. Defender a Europa contra parte de sí misma, impedir por todos los medios la conjunción desarmada, pacífica, cooperante de sus diferencias, en y por un proceso de desarme simultáneo, controlado, equilibrado, en y por la disolución de los bloques militares, por el restablecimiento de la distensión; impedir la reconstrucción progresiva de la Europa múltiple, de La Bruyére a Dostoievski y a Petöffi; Europa cuya actual realidad, diversa y contrastada, podría ser la cuna de un gigantesco potencial científico, técnico, espiritual. Ésta es la perspectiva que se intenta cegar, con el propósito de debilitar, de desmantelar, de absorber a una de las componentes de Europa -la occidental- en la estrategia agresiva, militarista, mercantil y dominadora de EE UU.

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Tratan, en suma de consolidar, de mantener los bloques, de impedir su dislocación, para aglutinar un mundo en proceso de descomposición acelerada (paro, cerrazón ideológica ... ) por el fantasma de lo que Galbraith llamó "el enemigo exterior" en su libro La paz indeseable, y con todo ello levantar la tarima para el leadership norteamericano.

Retuérzanse las meninges mis antiguos amigos y escamoteen este aspecto de la cuestión. Pero los españoles tienen derecho a saber lo que se les prepara y con qué salsa se lo van a comer.

Vengan a Europa y contemplen el espectáculo desolador de este militantismo occidental. París es un buen observatorio. Achatamiento intelectual sin precedentes; la que fue capital del cine, hoy cuenta apenas con una sala de proyección donde gozar de la producción soviética, húngara o checa; sólo con ocasión de un Nobel el gran público puede descubrir a Seifert. Pero, ¿y Heiner Müller, y Thomas Brasch y tantos otros? Secretos de defensa, inmunidad ideológica, hermetismo de un Occidente mercantil condenado a nutrirse con la aguda pitanza de un pensamiento de gacetilleros.

La tensión militar cierra las mentes, bloquea la fluencia política de los procesos políticos, todo se dirime en los términos asequibles al minúsculo cerebro de Rambo II, película que, al parecer, inspiró al presidente Reagan.

Por otro lado, al pueblo español se le oculta que su participación en esa agresiva defensa no sólo le va a costar mucho, sino peor: va a determinar el tipo mismo de su desarrollo (industrial, intelectual, científico). Esa defensa occidental que imposibilita la convergencia pacífica de las dos partes de Europa es el plano en que se efectúa el dominio planetario del "complejo industrial-militar" que denunció Eisenhower. No hay que ocultarse que el sistema capitalista se debate en los espasmos de su crisis general y que, con el progresivo empobrecimiento material de las poblaciones (véanse el Reino Unido y Francia) no tiene otra alternativa que producir para el Estado y lo que los Estados pueden comprar: carros de combate, cohetes, bombas de neutrones. Seguir en la OTAN significa potenciar esa lógica destructiva y meterse dé lleno en ella.

El rechazo de la OTAN por parte del pueblo español, claro está, no vendría a resolverlo todo, pero significaría un alto, un grano de arena en ese mecanismo de colonización, de esterilización, de ruina de Europa, y, sin duda, sería un aviso, una luz verde, a otros proyectos de integración, pero en la independencia, en la autonomía, en la libre y hermanada productividad de todo nuestro continente.

Manuel Ballestero es filósofo y escritor, vive y ejerce la docencia en París y es autor de Marx o la crítica como fundamento, entre otros libros.

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