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Reportaje:ULTRALIGEROS

Los 'seiscientos' del aire

Sin carné de piloto también se puede disfrutar del placer de volar

Antonio Guerrero

Si los hermanos Wright levantasen la cabeza sonreirían. Y no sólo porque el principio del timón delantero, tipo canard, que ellos inventaron se haya adaptado al Concorde, sino porque disfrutarían viendo a esos pequeños avioncitos, similares a los cacharros que ellos construían, que hoy constituyen la reinvención de la aeronáutica. Legalmente, el nombre de estos aviones resulta cursi: aerodino ultraligero motorizado. Los tripulantes prefieren dejarlo en ultraligero, nombre con el que son conocidos comúnmente esos pequeños aviones. Por aquello de la leyenda de Ícaro y del afán humano por emular a los pájaros, un estadounidense aficionado al ala delta, pero al parecer algo perezoso para remontar las laderas por las que se lanzaba, decidió poner un pequeño motor a sus alas y así inventó este tipo de aviones.Eso fue en 1979. Desde entonces, la técnica se ha perfeccionado mucho y los aparatos de ahora son más sofisticados. Dentro, claro está, del escaso nivel de sofisticación que aceptan estos sencillos aviones que, por diseño y aspecto, recuerdan mucho a los primeros modelos construidos por los hermanos Wright, pioneros de la aviación. El primer ultraligero biplaza voló el 13 de octubre de 1981.

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En España, la fiebre de los ultraligeros comenzó en 1982. Desde entonces se han vendido unos 250 aparatos y se han titulado 2.000 tripulantes. El 9 de abril de 1983, el Boletín del Estado publicó la normativa sobre ultraligeros, lo que le daba carácter oficial a esta afición. Esta normativa es una de las más avanzadas de Europa.

Aluminio y nailon

Un avión ultraligero no es más que una estructura de tubos de aluminio, cuyos planos o alas van recubiertos de dacrón, a la que se le ha incorporado un pequeño motor (desde 27 caballos, hasta 64). Suelen llevar aluminio del grupo 6 (muy duro y sin problemas de corrosión), tapones de nailon en los tornillos para que no se aflojen con la vibración y una forma especial de coser el dacrón. Su peso total ronda los 100 kilos.

La hélice suele ser de madera y los asientos forrados en piel. Además del instrumental básico, se le pueden incorporar anemómetros, altímetros, variómetros, brújulas, cuentarrevoluciones y termómetros, más o menos sofisticados. Los motores de los monoplazas pueden alcanzar hasta 90 kilómetros por hora y 100 los de los biplazas, pero a partir de 40 kilómetros por hora ya pueden despegar.

Los tripulantes suelen guardar sus aviones en el campo donde vuelan, pero, desmontando los planos, son fáciles de transportar en un remolque. Se venden en forma de kits que se ensamblan en menos de una hora.

Cómo hacerse piloto

Una escuela para la formación de pilotos de ultraligeros la puede formar una sola persona. Según las normas dictadas por la Dirección General de Aviación Civil, el personal de la escuela estará compuesto por "un director de la escuela, que deberá ser Tripulante Instructor" y por "un Tripulante Instructor que, en principio, puede ser la misma persona que actúe como director".

Estas normas también obligan a poseer dos aeronaves, una de ellas, al menos, biplaza; un campo adecuado (150 metros de longitud mínima, por 10 de ancho, aunque estos aviones, tanto el despegue como el aterrizaje, lo pueden hacer en 40 ó 50 metros); material contraincendios; botiquín de urgencias; comunicaciones visuales (banderas y luces) y sistemas de enlace tierra-aire; manga de vientos y anemómetro, y un local adecuado para impartir las clases teóricas.

Un curso de piloto puede costar entre 60.000 y 80.000 pesetas, según el instructor y el avión empleado. Según José Antonio Garvia, de la escuela de Fuentemilanos (Segovia), "de momento, en España no hay ninguna escuela autorizada, aunque están en activo más de 50, donde han obtenido el título 40 pilotos.

El precio de volar

El mantenimiento de un avión ultraligero es barato. Además, puede realizarlo el tripulante, que recibe esas enseñanzas de su instructor de vuelo. Un avión de fabricación nacional puede costar entre 200 y 300 pesetas por cada hora de vuelo, en el capítulo de mantenimiento y reparaciones. Volar no es tampoco excesivamente caro. Un ultraligero biplaza, por poner el ejemplo con el aparato que más consume, gasta unas 1.000 pesetas, por cada hora de vuelo, en aceite y gasolina de 96 octanos.

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