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La prudencia del Madrid, similar a la ambición inglesa

Salieron de azul cielo en una noche de perros. Y eran bastante brutotes. Al mando del estibador, Roberts, el Tottenham hizo temblar en los últimos minutos la estructura madridista montada para mantener el histórico gol de Londres, marcado en propia puerta por el capitán Perryman. Sus desgracias no acabaron con el autogol: en Madrid le expulsaron por dar la patada más vistosa de la eliminatoria, que no la más efectiva. Mejor lo hizo el forzudo Crooks, que se pasó la noche empujando a Sanchis para que chocara con Miguel Ángel, o el lateral Hughton con aquél que se acercara por allí. Los blancos no se quedaron atrás y de Ángel a Camacho hubo un buen repertorio, adornado con pérdidas de tiempo que, poco a poco, consiguieron su objetivo: un pobre y emocionante empate a cero que dio al Real Madrid su pase a las semifinales de la Copa de la UEFA. Fue el partido de la prudencia.Amancio trajo de Londres un gol de ventaja y Shreeves uno en contra. Los dos, con rentas tan dispares, fueron igual de prudentes: primero, defender. Las cerca de 90.000 personas que estaban allí sabían desde el primer momento que para pasar la eliminatoria habría que sufrir. Allí estuvieron, tan callados, como si el partido se hubiera jugado a puerta cerrada.

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La afición no soltó un suspiro hasta el final. Calló y comprendió que Gallego hiciera de Stielike, como último defensa, y que el Madrid jugase con sólo un cerebro, Michel. Pero el único centrocampista ofensivo se pasó la noche lanzando balones fuera, o al contrario, o a Butragueño, que ayer daba lo mismo. Las estrellas de Londres fueron lo peor del Bernabéu. El trabajo sucio lo hicieron otros.

Y el público, impasible, se acomodaba en silencio para pasar 90 minutos de miedo. Durante los 30 primeros, el Real Madrid no ligó una jugada. Cuando acertaba Michel, Butragueño estaba fuera de juego o no se entendía con Valdano, mientras Pineda corría y corría.

Los ingleses estaban bien amarrados, como en Londres; mejor incluso, porque Hazard tuvo la desgracia de que su entrenador le colocase al lado de Camacho. Ni unos ni otros pusieron peligro en las porterías. El público veía en silencio que la eliminatoria se podía perder. Ni siquiera un balón que Thomas sacó de la raya de su puerta alivió del pasmo a la parroquia. El Madrid no se lanzaba al ataque. Gallego, fallón en el pase, seguía siendo el jugador más próximo al portero Miguel Ángel.

Shreeves se impuso el objetivo de llegar al descanso con empate a cero y lo consiguió. Luego, había que rematar la faena. La segunda parte fue para fajadores. El centro del campo, por esas curiosidades de las tácticas, prácticamente sólo tenía a dos hombres por bando: Hoddle y Perryman contra Ángel y Michel. También este singular combate fue nulo.

Al minuto de la reanudación, el árbitro ya tuvo que separar a Ángel, que se pegaba con cuatro torres inglesas, después de que Michel fallara el gol en una enorme melée, con Clemence en el suelo.

El cansancio y una eliminatoria en el aire animó a las delanteras de los dos equipos. Miguel Ángel estuvo espléndido en un gran remate de Roberts desde fuera del área. Seis minutos después, Galler anuló un gol a Falco por un presunto empujón a Salguero. Ocho minutos más tarde, Falco falló ante Miguel Ángel. Parecía que el Madrid se había quedado sin lo único firme, su defensa.

La expulsión de Perryman no mejoró la situación madridista. Sus delanteros no hacían daño. El Buitre se tambaleaba en cada jugada y sólo con un fallo en el pase le dejó un balón de gol a Michel, que, al igual que en Londres, volvió a fallar. Tres minutos después, casi en el 89, Valdano disparó fuera en otra ocasión inmejorable de gol. El árbitro suizo alargó el encuentro, pero no tanto como tiempo perdió Camacho con sus gestos.

Si el objetivo era aguantar el empate a cero, lo cumplieron jugadores como Sanchis, Salguero, Chendo, Camacho y Angel. Perfectos. A Sanchis el negro Crooks sólo le burló en un par de ocasiones. Falco marcó un gol, luego anulado, y falló otro, en despiste de Salguero. Lo único, en una jornada de golpes bajos.

Amancio no quiso dar más alegría. Dio la justa para aguantar el marcador de Londres. Lozano, una vez más, fue anunciado como titular y se quedó en el banquillo. Su chispa es suicida cuando no viene respaldada por la fuerza física. Pisó el césped durante tres segundos, por los cuales recibirá 650.000 pesetas.

Las enormes medidas de seguridad para poner en solfa a los mil ingleses paralizaron a éstos, a sus 85.000 vecinos, a los delanteros de Amancio y a los chicos de Ultrasur. Tanto dentro como fuera del césped se consiguió el orden, pero a costa del miedo.

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