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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Un pacto nacionalista de Estado

Las reflexiones que siguen pretenden ser respuesta a las siguientes preguntas: ¿tiene algún papel que cumplir el Partido Andalucista en la construcción del Estado español? O, por el contrario, ¿supone un elemento de distorsión en un panorama de fuerzas políticas demasiado numerosas ya?Antes de responder a estos interrogantes dejemos afirmado que el Partido Andalucista no aspira al Gobierno del Estado. Nuestra meta -y creo que ello es comprensible- es el Gobierno de Andalucía. No obstante, y porque el andalucismo siempre ha sido solidario con el Estado español y con los demás pueblos de España, el Partido Andalucista acepta su cuota parte de responsabilidad en la construcción del Estado y en la consolidación de la democracia.

Desde esta óptica, entiendo que el Partido Andalucista tiene un papel que cumplir y que, lejos de ser una opción política superflua para el Estado, puede desempeñar en la política española una función equilibradora que sería muy conveniente en un momento en el que estamos comprometidos en aprobar una de las asignaturas permanentemente pendientes en los últimos cinco siglos de historia española: el Estado de las autonomías.

En efecto, la construcción del Estado de las autonomías exige no sólo un equilibrio entre el poder central y las distintas comunidades, sino también, y muy fundamentalmente, una compensación en el peso político que los distintos poderes autonómicos tengan en el Estado. En España hay que partir de un hecho evidente: la existencia de dos comunidades autonómicas: Cataluña y el País Vasco, de un gran peso económico y político y donde existen partidos nacionalistas fuertemente implantados que ostentan el Gobierno. El hecho de ser las dos comunidades más desarrolladas, con unas burguesías autóctonas fuertemente unidas en la defensa de sus intereses, representa un factor de excesiva presión sobre el Gobierno central y los intereses generales del Estado. Esas presiones pueden desestabilizar la función del Gobierno y provocar un aumento de las diferencias entre las comunidades, favoreciendo la aparición de los agravios comparativos.

Hoy, y en democracia, estos desequilibrios no pueden ser mantenidos ya por la fuerza, como ocurrió en otras épocas históricas. De aquí que sea necesario dar una respuesta política a la situación. Esa respuesta pasa por el fortalecimiento del papel político de otras comunidades, a fin de que puedan servir como contrapeso. Creo sinceramente que ninguna comunidad como Andalucía está en condiciones de cumplir ese papel equilibrador, por su extensión, población, historia, situación geopolítica y, sobre todo, por ser la única comunidad no considerada histórica que ha alcanzado en igualdad con Cataluña, País Vasco y Galicia la autonomía plena por el artículo 151 de la Constitución. Condición necesaria para que Andalucía cumpla ese papel equilibrador es que el Partido Andalucista, como en Cataluña y en el País Vasco sus partidos nacionalistas, alcance el suficiente respaldo popular y peso político. Mientras que así no sea, no hay que engañarse, seguirá considerándose a Andalucía como una sucursal del Gobierno central y bajo esa denominación tan llena de carga política que es el resto de España.

El Partido Andalucista, pues, está en condiciones de aportar a la política de Estado un elemento que le es necesario, si es que realmente creemos en el proyecto político que para España aprobamos en nuestra Constitución. Pero, ¿cómo ha de llevar a cabo esta aportación? ¿Cómo ha de articularse el Partido Andalucista en la política del Estado para cumplir su papel?

Corno primera condición, digamos que el Partido Andalucista ha de conservar su autonomía, su personalidad, su carácter de opción política diferenciada. Un grave error, que, por supuesto, no va a cometer, sería el integrarse o diluirse en opciones estatales, sea cual sea su signo político. Ello sería tanto traicionar los objetivos para los que fue creado y el legado histórico del andalucismo como invalidar el papel que puede representar en la delicada, pero insoslayable, tarea de hacer realidad el Estado de las autonomías. No es función del andalucismo, ni debe esperarse de él, la promoción o participación en operaciones políticas que pretenden solucionar problemas que no puedan resolver por sí mismas las fuerzas políticas estatales.

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Presión necesaria

La responsabilidad en España del Partido Andalucista, como la de los demás partidos nacionalistas de las distintas comunidades, es la de llegar a un pacto de Estado nacionalista. Un pacto de Estado de los partidos nacionalistas que permitirá establecer una base sólida para el Estado autonómico. Creer que el Gobierno central por sí solo puede servir de moderador y equilibrador de los distintos y a veces enfrentados intereses de las comunidades autónomas es engañarse. Creer que, sin la presión coordinada y solidaria de los pueblos y de sus partidos autóctonos, el Gobierno central va a ceder las parcelas de competencias necesarias para una autonomía real es desconocer los mecanismos reales del poder y sus leyes internas.

Si no hay un pacto entre los partidos nacionalistas que regule las diferencias entre las comunidades, el Estado puede estallar; y si no hay un pacto nacionalista que presione sobre el poder central, el Estado de las autonomías nunca será una realidad. Ese pacto de Estado nacionalista puede ser, al propio tiempo, una alternativa al bipartidismo político que a todas luces en España no puede ni debe consolidarse. Y no porque el bipartidismo sea en sí bueno ni malo, sino porque no responde a la realidad sociológica y política de España, y porque, en política, toda operación artificial, tarde o temprano, tiene siempre costes muy altos.

El Partido Andalucista está dispuesto a hacer frente a su parte de responsabilidad en ese pacto de Estado, aunque es consciente de que para ello precisa tener un mayor peso en Andalucía, alcanzar una suficiente representación en el Congreso de los Diputados, como ya la tuvo en 1979, y consolidar una fuerte posición en el Parlamento andaluz y en su Gobierno. Sólo así podrá contribuir al equilibrio democrático y autonómico. Para la consecución de ese fin trabajamos con ilusión y entrega, pero, corno siempre, la última palabra la tendrá el pueblo andaluz. El pueblo andaluz que en este año de 1985 conmemora el primer centenario de¡ nacimiento del padre de la patria andaluza, Blas Infante, en cuya memoria anhelo que este breve balance de la situación del andalucismo sea hermoso grito de ¡Viva Andalucía libre!, que en él no era sino grito de paz y esperanza.

Luis Uruñuela es secretario general del Partido Andalucista.

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