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El talento y el látigo

En su conocido prólogo a Música para camaleones, el último de sus libros publicados, Truman Capote dice que cuando Dios entrega un don, entrega al mismo tiempo un látigo, un látigo que sólo sirve para autoflagelarse. Lo dice a propósito de toda su experiencia literaria. Porque desde niño, desde los ocho o nueve años de edad, fue un escritor asombrosamente consciente, obsesionado por la idea de dominar el oficio. Sentía, sin duda, el peso de una generación brillante y que se hallaba en pleno trabajo creativo: la de William Faulkner, sobre todo, de quien iba a ser un continuador directo. En ese prólogo dice que sus principales intereses infantiles consistían en leer, ir a ver películas, bailar zapateado y dibujar. Uno advierte que de la lectura, sin darse demasiada cuenta, pasó a la escritura, adquiriendo así eso que después definiría como un látigo: la exigencia de la persona que sabe distinguir entre el simple trabajo literario de calidad y la obra de arte.Truman Capote adquirió la calidad superior, excelente, en plena adolescencia, al escribir sus primeros cuentos, y luchó durante el resto de su vida para crear la verdadera obra de arte. Probablemente no lo consiguió, o lo consiguió sólo a medias, en algunas páginas. Se sabe que el día de su muerte había vuelto a revisar el final de Answered prayers (Oraciones contestadas), título que reconoció haber tomado de una idea de santa Teresa: se derraman más lágrimas por las oraciones contestadas que por las que no obtienen respuesta.

Sólo Truman Capote podía usar esa imagen del látigo unido al talento. En toda su obra, desde los comienzos, se percibe un airecillo frío y sádico, sadomasoquista. Los amores de los personajes adolescentes de Otras voces, otros ámbitos están marcados por la agresividad y el histerismo. El tema de A sangre fría es el sadismo criminal. Encontramos esa misma atmósfera en Música para camaleones, sobre todo en el escalofriante relato detectivesco sin ficción Ataúdes tallados a mano.

Los orígenes literarios y estéticos de Truman Capote ayudan a entender su caso. Aunque vivió en todas partes, y su obra, en definitiva, tiene mucho que ver con el periodismo neoyorquino, pertenece de lleno a la generación de escritores del sur de Estados Unidos más jóvenes que Faulkner. En sus comienzos, el trabajo de Capote parecía el de un Faulkner más estilizado, de prosa más adornada y más dominada por elementos insólitos o decadentes. La violencia de Faulkner, producto de una experiencia histórica, de las huellas de la guerra civil, se transformaba en Truman Capote en una especie de perversidad difusa, inquietante. La belleza trágica de los paisajes faulknerianos se convertía en escenografia. Es un rasgo aplicable al primer Truman Capote y a otros autores de su tiempo y de su región, tales como Tenesse Williams o Carson Me Cullers.

Ahora se empieza a estudiar la influencia de Faulkner en escritores latinoamericanos como García Márquez o Juan Carlos Onetti, pero también habría que examinar la relación de la novela norteamericana del Sur con la novela de América Latina. Se descubrirían coincidencias notables y habría sorpresas. María Luisa Bombal, por ejemplo, escribió La amortajada a mediados de la década de los treinta, antes de haber leído, aparentemente, Mientras yo agonizo, pero fue una especie de Carson Mc Cullers austral, de la pampa argentina y de los paisajes lluviosos y brumosos del sur chileno. Juan Rulfo ha confesado en seguida que la lectura de La amortajada, novela de personajes muertos, como Pedro Páramo, le impresionó profundamente en su juventud.

El otro gran antecesor de Truman Capote es Edgar Allan Poe. Los gatos y los cadáveres de Poe

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El talento y el látigo

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circulan por toda la obra de Capote. Ambos, además, llegaron a una extrema precisión poética. Creyeron que la obra de arte es el resultado de una depuración gradual y de un dominio matemático de la técnica. Otra vez, la noción del látigo...

El periodismo actual y el cine, sobre todo el cine de suspense, también son fuentes inmediatas de la obra de Truman Capote. Él declaró que deseaba escribir una novela periodística, una novela que tuviera la "credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la profundidad y la libertad de la prosa y la precisión de la poesía..." Concebía, pues, la poesía como alquimia, como "matemáticas severas", al modo de Poe, desde luego, pero también de Lautréamon:, otro americano del Sur en sus orígenes.

Su primer intento de "novela sin ficción" fue The muses are heard, relato de la gira de una compañía negra que llevó la ópera Porgy and Bess a la Uni5n Soviética en 1955. Después atrajo su atención un crimen oscuro, cometido en una región desolada del interior de Estados Unidos. Al cabo de siete años pudo publicar A sangre fría. Lo interesante del libro es que construye, a partir de materiales absolutamente reales, una obra enteramente novelesca, tan novelesca que la realidad resulta impregnada, y, en cierto modo, desbaratada por la ficción. Así como las grandes novelas deben producir un efecto de verosimilitud, aun cuando sean imposibles, como La metamorfosis, de Kafka, la buena "no ficción" parece inventada. Cada personaje de A sangre fría, aunque tenga modelos reales, ha sido recreado por Truman Capote. La conciencia de que los hechos ocurrieron efectivamente agrega una fuerza adicional a su relato. Agrega eso y resta inevitablemente otra cosa: la sensación de juego de las grandes invenciones literarias. Falta la ambigüedad esencial de la mentira novelesca, que hace que lo inventado sea más verdadero que lo verdadero.

En la etapa de A sangre fría, el narrador de Truman Capote estaba invisible, ausente. Después intentaría introducir su personalidad, su yo excéntrico, enfermizo, homosexual, alcohólico, amigo de algunos de los grandes monstruos de nuestra época en la literatura. Parecía que el personaje, el Truman Capote neoyorquino, hollywoodiense, cosmopolita, escandaloso, se había tragado al escritor, pero el escritor, en última instancia, trataba de utilizar al personaje. El intento se notó ya en Música para camaleones, donde hay unas páginas maestras sobre Marilyn Moroe: un largo día de conversación y de champaña, de baile, de borrachera y de confidencias íntimas con Marilyn. En el filo de la disolución, de un exhibicionismo estéril, el escritor dotadísimo y, en alguna medida, fracasado que era Truman Capote se sacaba esas páginas brillantes de debajo de la manga.

¿Qué habría sido Answered prayers? ¿Qué será, por fin, si es que consiguió terminarlo? Las noticias cuentan que estaba escribiendo la última parte el día de su muerte en Los Ángeles, pero ocurre que él había comenzado, según sus propias declaraciones, hacía años por escribir el último capítulo del libro. ¿En qué quedamos? ¿Funcionaba todavía el talento de Truman Capote con su látigo? ¿Era posible ser un notable actor de la bohemia elegante, del jet set norteamericano, y ser, al mismo tiempo, un gran creador literario? Supongo que los editores muy pronto nos permitirán salir de la duda.

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