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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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En torno a las conversaciones del PSOE

Hay coincidencia entre los observadores en que la anunciada segunda ronda de conversaciones del PSOE pretende ser un nuevo paso hacia el objetivo del Gobierno de conseguir un pacto social para 1985 y 1986.En la experiencia del movimiento obrero europeo, los pactos sociales se han realizado, fundamentalmente, sobre tres premisas:

- Existencia de Gobiernos socialdemócratas con sindicatos afines.

- Contenidos centrados en la política de rentas salariales.

- Amortiguación de la lucha de clases a través de la llamada paz social.

De entrada, conviene decir que la experiencia de acuerdos generales en España es distinta. Aquí, ningún pacto ha aparecido como base de apoyo de los sindicatos al Gobierno de turno, no ha puesto en entredicho la independencia de los sindicatos respecto de los Gobiernos y no ha buscado como fin el frenar las luchas de los trabajadores.

Con la llegada del PSOE al Gobierno se introduce un primer factor de semejanza con esa experiencia europea: en el Gobierno predomina la corriente socialdemócrata, aunque traduce la política económica y social a lectura similar a la de la derecha; cuenta con una UGT en cuyo seno se produce el problema de tener que apoyar al Gobierno, en la conciencia de que se aleja del programa con que ganó las elecciones y de las aspiraciones de buena parte de las bases ugetistas. Pero existen unas CC OO que se oponen resueltamente a la agresión que la política gubernamental produce a todos los trabajadores.

El contenido esencial del pacto social que se busca es similar: política de rentas salariales, pero enmarcada en una política general derechista. Pensando que la vertebración sindical es todavía insuficiente en España, el Gobierno confía en que a cambio de ayudas a los sindicatos se puede conseguir su colaboración. La paz social sería la resultante del propio pacto.

Se busca que la oposición de los trabajadores la amortigüen los sindicatos.

Por supuesto que esta descripción pretende situar el problema en forma descarnada. Pero los matices no cambian su sustancia. No olvidemos que el Gobierno está decidido a mantener su política económica y, como luego desarrollaré, esto no es una simple afirmación de sus, portavoces, sino algo coherente con su estrategia resp9cto de la superación de la crisis y el propósito de mantenerse en el poder tras las elecciones de 1986.

De lo dicho se desprende una primera conclusión: CC OO, por los principios en que asienta su sindicalismo -participación de los trabajadores, independencia, actuación sobre los efectos pero también sobre las causas de la situación de nuestra clase, etcétera- no puede respaldar un pacto social bajo las premisas anteriormente indicadas. Lo que sí puede y está dispuesta a suscribir es un acuerdo que haga avanzar a los trabajadores como clase y que tenga en cuenta la grave situación económico-social del país, en particular el tremendo problema del paro.

Dicho de otro modo, suscribiríamos un acuerdo que hiciera avanzar la que entre nosotros llamamos política de solidaridad, que, para el lector poco iniciado, es, lisa y llanamente, algo que exige modificar sensiblemente la política económica y social que sigue el Gobierno del PSOE.

La segunda conclusión es que si el Gobierno se reafirma en mantener la misma política económica, los únicos acuerdos posibles son los que pudieran darse en asuntos concretos y parciales. Cabe, no obstante, preguntarse si el Gobierno está dispuesto a modificar su política económica en alguno de sus ejes más lesivos para los trabajadores. Porque no es ocioso repetir que es esa política la que ha determinado la protesta y oposición de los traba adores y, como sindicato, la oposición de CC OO.

Frente a los que pudieran creer que el varapalo electoral en Cataluña -antes en Euskadi- hará girar hacia la izquierda la política del Gobierno, mi impresión es que no. El Gobierno necesita por todos los medios que antes de 1986 la curva de aumento del paro sufra una inflexión a la baja. Como su opción en política económica es la que conocemos (reducir el gasto público, reducir la inflación, liberar recursos para el sector privado -"el capitalismo es el menos malo de los sistemas", según Felipe González- etcétera), es evidente que tal opción no sólo conduce a mantener la actual política, sino a acentuar los rasgos derechistas de la misma, en la creencia de que estimularán al capital privado a invertir.

Su traducción práctica sería, por tanto:

- Seguir reduciendo el poder adquisitivo de los salarios.

- Seguir reduciendo las coberturas sociales y la cuota empresarial a la Seguridad Social; de ahí el pasar de 10 a. 15 años el período para tener derecho a pensión, y de dos a cinco años la base para su cálculo; de ahí los fondos de pensiones para que el sector privado disponga de una masa financiera adicional.

- Mantener la filosofía del Libro Blanco de la Reindustrialización, siempre en la idea de canalizar recursos hacia el sector privado, reduciendo producciones y plantillas.

- Mantener y hasta incrementar, si es posible, la llamada flexibilización del mercado de trabajo. El presidente del Gobierno ha dicho que "si por él fuera, iría a la flexibilización total".

En resumen, el Gobierno va a seguir apostando por ponerse en manos de la derecha económica para, haciendo la política de ésta, intentar que le ayude, con sus inversiones, a poder presentar resultados en 1986.

Ni que decir tiene que con semejante política quien saldría reforzada, mucho más de lo que nos creemos, es la derecha, entre otras razones porque favoreciendo sus intereses, la impopularidad es un costo que paga íntegramente la izquierda. Lo está pagando ya.

Pagar la impopularidad

Lo más preocupante es que en una situación como ésta se anuncie que UGT y CEOE estarían dispuestas a firmar un pacto en solitario. Porque no es descartable una variante a la baja del AMI de 1980, esta vez para el resto de la legislatura; a efectos de negociación colectiva empezaría a funcionar a primeros de 1985. Quiere decirse que, en este supuesto, lo que hagamos CC OO en el resto del presente año va a ser determinante. Y lo que hay que hacer se resume en una idea: volcarse en la información, participación y definición de propuestas a/y con millones de trabajadores.

A CC OO nos corresponde seguir organizando las luchas de los trabajadores para hacer posible otra política económica que, además de permitir con mayores garantías la creación de empleo, reduzca el poder de la derecha. Implicarnos en la política del Gobierno o diluir su rechazo a la misma equivaldría a situarse en la órbita del apoyo crítico, defendido por la dirección de UGT. Y en esa órbita, en símil de astronomía, no seríamos más que un satélite.

Sin ningún triunfalismo, la posición de CC OO está cada día más respaldada por los trabajadores.

Hemos confirmado una vez más que la esencia del sindicalismo de clase es combinar movilización con negociación. Y que mantener ese principio es positivo. Gracias a esta posición se han roto los topes salariales, pese a la dureza y ejemplaridad de las empresas donde el Gobierno ejerce de patrono; se han abierto brechas al tratamiento de la reconversión; se produce una recuperación del protagonismo social de la clase obrera; se atisba un mayor activismo en sectores de izquierda del PSOE.

Queremos que salga adelante otra política. Porque creemos no sólo que es necesaria, sino posible. Frente a la cantinela de que no existe, afirmamos lo contrario. Existe, y sus rasgos los hemos definido tanto en nuestro plan de solidaridad frente al paro y la crisis como en nuestro programa.

Esperamos que los compañeros de UGT comprendan que el papel que a los sindicatos nos corresponde exige, aun con las diferencias tácticas y estratégicas que podamos tener, aunar esfuerzos.

Lo que se está ventilando no es si uno u otro avanzará algún punto en las elecciones sindicales. Se está ventilando algo que afecta al futuro del movimiento obrero en su conjunto. Si nos derechizamos progresivamente todos, el problema no sería sólo el que se acentuaran los problemas de los trabajadores o que se instalara definitivamente lo de las alternancias en el Gobierno entre socialdemocracia y derecha. Es que, en la práctica, lo que podría producirse, dicho sea a título ilustrativo, es una alternancia similar a la de USA entre republicanos y demócratas: gobernaría sine die la derecha, unas veces en su propio nombre y todas las veces con su po6fica. Los sindicatos, sin trascender nuestro papel, tenemos mucha responsabilidad en que tal hipótesis deje de ser una aparente especulación.

Julián Ariza Rico es secretario de Relaciones Unitarias Políticas e Institucionales de la C.S. de CC OO.

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