América Latina, una década perdida para el crecimiento
Según los estudios realizados por la Organización de las Naciones Unidas, tres hechos caracterizan en estos momentos la evolución económica latinoamericana: el agravamiento de la crisis que se inició en 1981; el notable esfuerzo de ajuste realizado por muchas de las economías de la región para reducir los desequilibrios externos generados en años anteriores, y la extraordinaria contracción que sufrió el ingreso de capitales, de modo que una región en vías de desarrollo, en lugar de recibir una transferencia de recursos del exterior, efectuó una transferencia de recursos hacia el resto del mundo.El resultado de estas tres tendencias es un sobreajuste que ha llevado a la mayoría de los habitantes de la región (369 millones de personas) a situaciones de pobreza crónica y en muchos casos a situaciones de extrema miseria Las políticas de austeridad latinoamericanas, por partir de baremos mucho más bajos que los europeos, no tienen nada que ver con las del mundo occidental.
El retroceso
Los datos son espectaculares. La crisis está afectando a la casi totalidad de los países de la región y se manifiesta en el deterioro de los principales indicadores económicos internos. Así, en 1983 -últimos datos disponibles-, disminuyó el producto interior bruto (PIB), empeoró el paro y se aceleró marcadamente el ritmo de la inflación. El PIB de América Latina se redujo un 2,8%,en 1983, tras haber bajado un 1% en 1982 y haberse incrementado apenas un 1,5% en 1981; el producto por habitante cayó algo más del 5% en el conjunto de la región y disminuyó en 16 de los 19 países para los cuales la CEPAL tiene información comparable. Esta merma y las registradas en los dos años anteriores hicieron que el producto por habitante fuese casi un 9% más bajo que en 1980 y que equivalga al que la región había alcanzado en 1977. De hecho, el retroceso del nivel real de vida fue aún mayor, ya que el ingreso nacional por habitante disminuyó durante el último trienio en casi un 12%. El descenso de la actividad económica ha ido acompañado por alzas en las tasas de desocupación urbana (no existen estadísticas fiables de las zonas rurales) y bajas en las remuneraciones reales en la mayoría de los países.
El único parámetro que tira al alza, y de modo espectacular, es la inflación. En el conjunto de la región, la tasa media simple de aumento del índice de precios al con sumo subió del 48% en 1982 al 66% en 1983, y la tasa ponderada por la población se elevó aún más, pasando del 86% en 1982 al 130% en 1983.
Reducción del desequilibrio externo
En estas tasas medias han in fluido decisivamente los proceso inflacionarios de algunos de los grandes países: el nivel de los precios se quintuplicó en Argentina, se cuadruplicó en Bolivia, se triplicó en Brasil, se duplicó en Perú, se elevó el 80% en México y se incrementó más del 50% tanto en Ecua dor como en Uruguay.
Con estas desastrosas cifras, cabe preguntarse si la causa determinante de que América Latina redujese en el pasado año su desequilibrio externo fue la aplicación de las políticas de ajuste apadrinadas por el Fondo Monetario Internacional, o la marcada contracción,de los niveles de producción y de gasto, que redujeron la demanda de importaciones y liberaron bienes para la exportación.
El caso es que la región logró en 1983 un superávit sin precedentes en su comercio de bienes con el exterior (casi 33.000 millones de délares). El valor de las importaciones, tras haber disminuido un 20% en 1982, cayó un 30% en el pasado ejercicio. Esta reducción ha ido acompañada por una baja igualmente intensa de su volumen, "lo cual constituyó al mismo tiempo un efecto y una causa de la disminución de la actividad económica interna", según un estudio de la CEPAL. A su vez, el valor de las exportaciones de bienes disminuyó un 1%, a pesar de que su volumen se elevó un 7% como resultado de las alzas de los tipos de interés reales y de la contracción de la demanda interna en numerosos países. Como consecuencia del superávit comercial y de la reducción de los pagos de intereses y de servicios, el déficit por cuenta corriente de la región se redujo de 36.300 millones de dólares en 1982 a 6. 100 millones en 1983. Este déficit es el más bajo registrado desde el comienzo de la primera crisis del petróleo, en 1974.
La disminución de este déficit ha coincidido con una contracción de la afluencia neta de capitales. La entrada de capitales tuvo un máximo histórico en 1981, con 38.000 millones de dólares; a partir de esta fecha desciende en picado: en 1983 sólo entraron 3.200 millones de dólares.
Como resultado del descenso del ingreso de capitales, el ritmo de crecimiento de la deuda externa disminuyó el ejercicio pasado por segundo año consecutivo. Según los datos aportados por la asamblea de la CEPAL, reunida en Lima a principios de este mes, "en 1983 la deuda externa total de América Latina aumentó un 7%," esto es, a una tasa bastante más baja que la del 13% correspondiente a 1982 y mucho menor a la del 23% registrada, en promedio, entre 1978 y 1981. Con todo, debido al estancamiento del valor de las exportaciones de bienes y servicios y a la merma real del producto interno bruto, tanto el coeficiente deuda/exportaciones como la relación deuda/producto alcanzaron en 1983 cifras sin precedentes. Y si bien en 1983 disminuyó ligeramente la proporción del valor de las exportaciones de bienes y servicios absorbida por los pagos de intereses, ella continuó siendo muy alta (34,5%) desde un punto de vista histórico".
La reducción de ingresos netos de capital fue tan marcada en 1983 que su monto total resultó inferior al de los pagos netos de intereses y utilidades. Así, al igual que en 1982, América Latina efectuó una transferencia neta de recursos hacia el resto del mundo, en lugar de ser una receptora de recursos. Esta transferencia ha sido calculada en 20.000 millones y 30.000 millones de dólares en 1982 y 1983, respectivamente; esto es, magnitudes equivalentes al 19% y 28% del valor de las exportaciones de bienes y servicios.
Las causas del impago
Este espectacular cambio en la dirección de los flujos financieros es una de las causas más significativas de las dificultades con las que se han enfrentado algunos de los países en el servicio de su deuda externa. Hasta 1981, la región recibió capitales cuyo volumen excedió ampliamente a la suma de amortizaciones de capital e intereses, pudiendo pagar el servicio de su deuda mediante los nuevos préstamos e inversiones recibidas.
Sin embargo, la magnitud de esta transferencia empezó a disminuir en 1979 y se acentuó durante 1982 y 1983; en estos años, la caída vertical del ingreso neto de capitales agravó los efectos negativos causados por la recesión internacional y forzó a numerosos países a aplicar políticas de ajuste mucho más drásticas que las que habían sido necesarias para enfrentar los efectos de aquélla.
El corolario de la CEPAL es el siguiente: "Así, debido al comportamiento procíclico de los flujos de capital, América Latina debió cancelar en 1983 la mayor parte de los pagos de intereses y utilidades con recursos provenientes del superávit comercial o de las reservas internacionales acumuladas previamente. Sin embargo, a causa del desfavorable entorno externo, el excedente comercial logrado no provino de un aumento del valor de las exportaciones, sino que se originó en una contracción severa del volumen de las importaciones, la cual constituyó, a su vez, la causa principal de la caída de la actividad económica".
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