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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El debate sobre la defensa

EL PRESIDENTE del Gobierno, Felipe González, ha propuesto en el Pleno del Congreso de los Diputados la celebración de un debate sobre la defensa nacional. Mientras llega ese momento, que desde el ministerio afectado se preferiría eludir mediante el trámite de una comparecencia del titular del departamento ante la comisión parlamentaria correspondiente, cabe hacer algunas consideraciones impulsadas por los últimos relevos de mandos en las regiones militares y por la interminable demora que atenaza al prometido informe sobre los requerimientos de la defensa nacional.Desde una definición de la prudencia que compendia grandes dosis de anteriores inmovilismos, el ministro Narcís Serra ha dejado pasar en blanco los diez primeros meses de su gestión y con ellos ha visto caducar probablemente la capacidad de emprender algunas reformas que ya no serán posibles o por lo menos resultarán más difíciles. En manos del mismo entorno que rodeó y asesoró a sus antecesores, Serra parece sobre todo preocupado de obtener mediante guiños y concesiones la condescendencia de sus subordinados.

Algunos de los entusiastas que se trasladaron a Madrid con el ex alcalde de Barcelona empezaron por jalear como un éxito del ministro los honores de ordenanza que se le rindieron cuando acudió a tomar posesión de su despacho en el palacio de Buenavista, sede del Cuartel General del Ejército. En seguida, el ministro se sintió obligado a mostrarse refractario y distante de aquellos militares que, sin exhibicionismo ni ventajismo alguno, habían dado discretas y fidelísimas pruebas de respeto constitucional en situaciones límites decisivas para la supervivencia del sistema democrático de la Monarquía parlamentaria.

El cese del general Fernando Soteras en el mando de la VII Región Militar, con sede en Valladolid, tras sus declaraciones al semanario Interviú, bien y fulminantemente resuelto por la autoridad del Consejo de Ministros, no puede comprenderse aisladamente sino como culminación de una serie de tanteos previos, cuyo más inmediato precedente verbal fueron las manifestaciones del general Allendesalazar al dejar el mando de la I Región Militar (Madrid) por razones de edad, en las que impartió lecciones y señaló deberes al Gobierno.

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Narcís Serra mantuvo su viaje a Grecia tras el cese de Soteras en prueba de la normalidad, pero la toma de posesión del general Rivas Nadal en Valladolid resultó, cuando menos, tibia -si esto se puede decir así en

elementos de acatamiento constitucional y en la obligada expresión de subordinación al Gobierno. Nada es casual en todo esto, y hay algunas preguntas que esperan contestación urgente: ¿Por qué, de acuerdo con lo reclamado por los socialistas cuando estaban en la oposición, no se establece, para acceder al mando de las unidades, la jura o promesa de la Constitución prevista en el real decreto correspondiente para todas las autoridades? ¿A qué se espera para racionalizar la estructura militar y terminar con anacronismos como el de las capitanías generales, cuya supresión fue solicitada ya en el Congreso de los Diputados en 1837? ¿Cuándo va a emprenderse la actualización y modernización de la moral militar, detenida desde la promulgación de las Reales Ordenanzas de Juan Carlos I en 1978? ¿Cómo es que un Gobierno socialista ha retrocedido en la búsqueda de una justa solución a las reivindicaciones de los militares que sirvieron a la República? ¿Sobre qué bases se mantienen vigentes las discriminaciones que pesan sobre la escala especial de mando, donde se integran los procedentes de suboficiales, en lugar de proceder a la unificación, como sucede con tan buenos resultados en la Guardia Civil?Y así llegamos al prometido informe sobre los requerimientos de la defensa nacional, especie de libro blanco que un grupo de expertos coordinados en el Ministerio de Asuntos Exteriores quedaba comprometido a redactar en diciembre pasado, al mismo tiempo que se tomaba la decisión de congelar el proceso de integración de España en la estructura militar de la OTAN. Se suceden los meses y las estaciones y del informe nada se sabe, excepto cuando se opta por desmentir la autenticidad de otros trabajos previos, que sesgadamente han querido presentarse como resultados finales. Entre tanto, del discurso gubernamental ha desaparecido toda referencia a ese "proyecto autónomo de comunidad de defensa europea", mencionado por el presidente González en sus, declaraciones a Politique Étrangere en noviembre pasado, y que aflora de nuevo en el informe sobre la CEE, que acaban de publicar simultáneamente los institutos de asuntos internacionales de varios países. La oscuridad total se cierne sobre esa alternativa que el partido socialista decía poseer, según los términos de la ponencia sobre política exterior del 292 Congreso del PSOE celebrado en octubre de 1981, a tenor de los cuales se ofrecía "un sistema de defensa propio, definido conforme a los intereses nacionales, que garantice nuestra contribución al sistema defensivo occidental, que, en consecuencia, no rompa equilibrios y, al mismo tiempo, nos permita ganar un área de autonomía".

Demasiados tropiezos, demasiados silencios. Esperemos que el debate sobre la defensa los aclare y no deje a los españoles la misma sensación de oscuridad y tedio que el de política general. Esperemos, en definitiva, que los diez millones de votos den al poder civil capacidad para emprender racionalmente y sin apasionamientos la modernización de las Fuerzas Armadas y cortar de raíz los intentos de apoyo a los rebeldes hoy encarcelados y expulsados del Ejército. La discreción puede ser norma, como dijo Felipe González, al tratar cuestiones como ésta. Pero no hay discreción posible que le hurte al Parlamento de la nación un debate abierto y sin complejos sobre lo que pasa en este terreno. En el que muchos empiezan a temer se ha perdido ya un año de vida de este Gabinete.

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