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Tribuna
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Ración de piel

Rosa Montero

Ay Lola, Lola; caíste al fin en manos de los vendedores de epidermis, y ahí estás, enseñando piel en los quioscos desde la portada de Interviú, revista que está empeñada en demostrar que todas tenemos los mismos bultitos por debajo de la blusa.Y eso que tú siempre fuiste muy tuya, estricta en eso de mostrar muslo y poco aficionada a lucir las opulencias. Una actitud que cuadra con tu personalidad racial y oro: eres tradicional en tu pudor y tu desgarro, eres gente de bronce, como diría Valle. Pues ni por ésas: ahí estás, a todo color y en pelotirris.

Digo yo que debe ser un acendrado amor a la anatomía, ciencia sin duda noble, lo que mueve a la revista a ejercitarse en labores desnudadoras tan conspicuas. Debe ser un prurito didáctico, un afán descubridor. Son como Livingstones de la carne. No hay accidente femenino que no exploren, orografía secreta que no atisben. Eso sí, prefieren retratar turgencias conocidas, anatomías con pedigrí popular, nalgas famosas. Es como el tiro al pichón de los desnudos: hoy cae una actriz, mañana una folklórica. Es una tómbola de dosificados y bien pagados despelotes, y ahora le ha tocado el turno a nuestra Lola.

Pues bien, hora es ya de decirlo sin ambages: todas las mujeres somos iguales por debajo. Tremendo descubrimiento, inmenso hallazgo. Nunca podremos acabar de agradecerle a Interviú esta gigantesca aportación al conocimiento de lo, humano. Somos iguales, en efecto. Todas nos hermanamos en músculos y huesos, todas poseemos pecho, piernas y brazos, e incluso (¡oh, maravillosos enigmas de la naturaleza!) todas contamos con un curioso hoyo allá como en el centro de la tripa, que equidista de otras enjundias más secretas. Hoyo o depresión que recibe el nombre técnico de ombligo.

Un millón de ejemplares ha editado la revista en esta fausta ocasión, y los venderá, seguramente. Qué depresión, qué aburrimiento me infunde este torpe voyeurismo millonario. Ahí está la Lola, el ancestro de bronce y una desnudez de cobre veraniego, ofreciendo su ración de piel y, sobre todo, Su claudicación. Sus carnes en realidad son lo de menos: lo que verdaderamente vende es el hecho en sí de que esté en cueros.

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