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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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¿Exportar sin ferias?

A propósito de la preocupación que ha manifestado el Gobierno por el fomento de las exportaciones españolas, el autor subraya la importancia de las ferias internacionales que se celebran en nuestro país. En su opinión, sería necesaria una política ferial que ordenara la celebración de los diferentes certámenes, promocionara la-asistencia del mayor número posible de países extranjeros y evitara la confusión y duplicidad de las convocatorias que actualmente tienen lugar en España.

Parece que el Gobierno está ultimando un plan de apoyo a las exportaciones que será estudiado en el mes de septiembre. Ante esta noticia sólo cabe una reacción de satisfacción y esperanza por la íniportancia que el comercio exterior tiene para el crecimiento de los sectores agrícola e industrial, para su necesaria y continuada política de innovación, de mejora de la calidad y, en definitiva, para el logro de la obligada competitividad.Ello lo sabemos bien aquellos que vivimos en comunidades, como la valenciana, con una larga tradición exportadora y donde el porcentaje de producción exportada duplica a la media española. Pero también desde nuestra óptica hemos ido viendo cómo los anteriores Gobiernos -desde mucho tiempo atrás- anunciaban medidas dirigidas a idénticos objetivos y cómo se han desvanecido todas las esperanzas al ponerse en marcha las mismas por su falta de realismo, inexperiencia práctica de los redactores de las medidas, excesivos burocratismos y falta de auténtico dinamismo y globalidad en las recetas.

Vemos que el actual secretario de Estado de Comercio está hablando de una serie de medidas globales que, sin duda, de llevarse a la práctica y si se ejecutan correctamente, tendrán una indudable repercusión en el despegue exterior de nuestra economía. Con más satisfacción leernos la necesidad de que dichas medidas vayan acompañadas de otras de política económica general, ya que es necesario considerar a la exportación como parte integrante, y fundamental, de la política económica, y no como algo aislado, coyuntural, que requiere de alguna medida puntual. La exportación, como la necesaria y olvidada política de ínnovación tecnológica industrial, hay que contemplarlas como parte de un proceso inseparable de creación económica.

La referencia al Instituto Nacional de Fomento a la Exportación (INFE) y a su potenciación aparece como extraordinariamente grata para aquellos que, ya en los años setenta, planteábamos el modelo del Instituto de Comercio Exterior italiano como vía válida para nuestro país. Confiemos en que estas medidas vayan unidas a la necesaria modernización y renovación de la red de oficinas comerciales en el extranjero, verdadera avanzadilla de nuestras empresas si funcionaran y contaran con las personas preparadas, lo que, salvo honrosas excepciones, no ocurre en la actualidad.

La política ferial

Pero quisiera referírme a un aspecto que considero de sumo interés contemplar también como parte integrante de la política exterior; me refiero a la política feríal en España. Las ferias son plataformas de encuentro entre la oferta -representada por los expositores- y la demanda de los compradores, y en la medida en que en ambas partes haya una presencia de otros países pasa a tener un valor extraordinario de la política de exportación.Este es el primer fundamento de la importancia del fenómeno ferial, su carácter de internacionalidad. El segundo, derivado del anterior, es que las ferias son punto idóneo para la presentación de las novedades e innovaciones de las empresas, de contrastación y verificación de una política de producto que, a partir de su presencia en la feria, deberá ser comercializada por la empresa.

Una feria no sustituye a la política de exportación de la empresa, pero sí contribuye en gran medida a su planificación y desarrollo.

Para lograr una optimización de ese papel, las ferias necesitarán de una gran promoción exterior para atraer el mayor número posible de expositores extranjeros, así como de compradores de otros países: presencia de mercados de interés, apoyo de las oficinas comerciales, misiones de captación, publicidad y promoción directa, etcétera.

Estas medidas, que requieren todo tipo de estímulos, habrán de llevarse a cabo de forma selectiva, desburocratizada y muy dinámica, al tiempo que coordinada con los medios que se establezcan pata posibilitar la presencia de misiones de productos españoles en el extranjero. Poca efectividad tendría una promoción indiscriminada no atenta, por ejemplo, a las normas importadoras de los respectivos países.

En suma, sólo logrando una presencia importante de expositores de otros países nuestras ferias serán realmente internacionales, único ámbito válido para que las mismas cumplan su papel en la política de exportación.

El conjunto de la oferta ferial española deberá aparecer claramente definido para ser objeto de promoción y lanzamiento de otros países buscando rentabilizar estas medidas de apoyo y contribuir a dar una imagen del país fuera de nuestras fronteras superadora de los típicos tópicos que tanto han condicionado esa imagen. Las ferias, como escaparate abierto al mundo que son, están ofreciendo la imagen de la evolución, no sólo económica, del país, sirviendo de vehículo de enlace y contacto de primera magnitud entre los pueblos.

Esa oferta ferial española, globalizada y claramente definida, no sólo será importante cara a su promoción exterior, sino básicamente para las empresas españolas que desean puntos concretos y no dispersos para la presentación de sus novedades anuales. Puntos sobre los que, centrados los siempre escasos recursos promocionales, puedan óptimizar esa presencia.

Ello exige potenciar la especialización de cada una de las ferias españolas, evitando unas duplicidades estériles y no rentables para los sectores tradicionales.

Superando la discusión de si las ferias deben localizarse al calor de la oferta industrial o de la demanda potencial, pienso que habría que coincidir en que determinadas ferias están desde siempre en determinados lugares y así son conocidas en el mundo, y cualquíer esfuerzo en trasladarlas a otros sitios será siempre a costa de determinados y escasos recursos, que mayor rentabilidad tendrían aplicados a otra finalidad.

Ello siempre tendrá una excepción en la disminución de la calidad de los servicios prestados en el lugar tradicional.

Confusiones posibles

Si repasamos el panorama español, pienso que entre las tres tradicionales y grandes ferias periféricas esa especialización existe, ya sea por tradición importadora, por peso de la industria pesada o de sectores transformados exportadores.El hecho de que aparezcan nuevas instituciones feriales siempre deberá contemplarse como positivo, ya que la competencia estimula es base de la economía de mercado, lo que no impide que deba evitarse que el descubrimiento por arte de ciudades e instituciones del fenómeno ferial destruya la oferta globalizada española, confunda al expositor y erosione situaciones que tanto esfuerzo han representado antes y ahora. Esa aparición de nuevas ferias se contempla como injusta cuando va unida a las innegables e intangibles ventajas extraferiales y extra comerciales, como puede ser la capitalidad del Estado.

Sólo se contribuirá a mejorar la oferta ferial si, precisamente aprovechando esas ventajas, se intentaran crear nuevas ferias que en lugar de crear duplicidades abrieran posibilidades cara al extranjero.

Mientras estas premisas no están claras para todos, habría que concluir en que la aparición de alguna nueva institución ferial ha creado una espiral de duplicidades tal que hasta ha llegado a afectar a las relaciones tradicionales, buenas y positivas, entre las ferias de siempre.

Estos hechos, que ensombrecen el panorama ferial español, sólo podrán ser superados con el diálogo entre todos. La Administración central, por su papel y exclusiva competencia en el campo del comercio exterior; las administraciones autonómicas, no sólo por aquellas transferencias que tengan asumidas, aunque sean sólo a nivel de ejecución, sino básicamente por el conocimiento que del contexto económico donde se ubican las ferias tienen y por su responsabilidad en la dirección económica de sus comunidades respectivas, y las propias instituciones feriales, voz técnica y conocedora de la dinámica ferial y en cuya organización están representados los ayuntamientos, las cámaras de Comercio, Industria y Navegación, y demás entes sociales intermedios. Habría que llegar a bases de entendimiento que posibilitaran una nueva normativa, superadora del anguilosado decreto de 1943, y dieran paso a calendarios operativos, realistas y sin duplicidades, siendo respetados por todos, para poder seguir trabajando e innovando en la creación de nuevas ferias y fortaleciendo las ya existentes.

Injusto sería no reconocer los esfuerzos que se están llevando a cabo para concluir unos acuerdos válidos, operativos y aceptados. Pero igualmente creemos que su demora en concluir sólo perjudica a ese instrumento de la política de exportación que son las ferias.

José María del Rivero es director general de la Feria Muestrario Internacional de Valencia. Institución Ferial Valenciana.

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