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Concluyó la visita del presidente guineano

Síntomas de cambio en las relaciones con Malabo

El balance de la visita realizada a España por el presidente de la República de Guinea Ecuatorial, coronel Teodoro Obiang Nguema, presenta un activo nuevo, pero exiguo, y un pasivo holgado y ya conocido. En el activo hay que anotar la toma de conciencia mutua de que el mantenimiento y desarrollo de las relaciones hispano-guineanas pasa obligadamente por hacer las cosas de un modo diametralmente diferente de como hasta ahora se han hecho.Todo indica que por parte española se va a fortalecer la unidad de acción y que los distintos planteamientos que desde muy diferentes centros españoles de decisión se han aplicado anteriormente a las relaciones con Guinea Ecuatorial (Ejecutivo, Administración, Banco de España, Empresa Pública, etcétera), van a dar paso a la unicidad política de la que tan necesitado se hallaba este capítulo.

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Por parte guineana parece que Malabo ha sido adecuadamente informado de que las reacciones caprichosas deben ser desterradas de las relaciones con Madrid y de que los compromisos convenidos se cumplen, como la conmutación de la condena a muerte del sargento Micó por su eventual extrañamiento, permiten comprobar.

Presumiblemente, todo ello reforzará la acción política y diplomática española, hará que el Gobierno de Malabo incremente su respeto hacia el de Madrid y se abra la llave de una racionalización de los vínculos económicos, tan arbitrariamente descontrolados. Parecen perfilarse, desde ahora, las bases de un programa de acción coherente, que consiga la aplicación eficaz, tangible y provechosa, de los 1.615 millones de pesetas correspondientes a la cooperación española hacia su ex colonia en lo que queda de año.

Supervisión aceptada

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El anunciado fortalecimiento de la Oficina de Cooperación con Guinea va en este sentido. La designación, en la persona de Enrique Bernáldez, de un técnico de Hacienda residente en Malabo, significa que el Gobierno de Malabo ha recapacitado respecto a sus anteriores resistencias a que existiera una supervisión técnica española sobre su economía.

La admisión de la renegociación de la deuda con algún tipo de supervisión internacional, no detallado, pero sin la presencia del denominado Club de París puede verse como un gesto de magnanimidad por parte de España hacia Guinea Ecuatorial, pero el contribuyente español tiene derecho a que el régimen de Malabo no traduzca "tomadura de pelo" donde aparece magnanimidad.

Esta renegociación de la deuda, un verdadero balón de oxígeno para el presidente Obiang, parece hallarse en contradicción con otro aspecto muy interesante abordado en la entrevista, a saber, la insistencia en el remozamiento, por parte española, del sistema productivo guineano, sobre todo en las cultivos tradicionales, cacao y café, así como en la explotación maderera.

Del comunicado conjunto emitido se deduce que los inversores españoles podrían encontrar, a partir de ahora, un marco idóneo para encauzar su dinero hacia esas producciones. Sin embargo, resultaría muy peligroso que se diera entrada a nuevos inversores privados en Guinea Ecuatorial cuando los anteriores aún no han visto satisfechas sus demandas de obtener o bien la restitución plena de sus propiedades, o bien su indemnización consecutiva a la aplicación de expropiaciones. Todo lo que se haga por dotar de un marco de garantías jurídicas a este capítulo será poco.

Del pasivo de esta entrevista hay que resaltar, sobre todo, la continuada indecisión sobre la convertibilidad del ekuelé, la moneda guineana. Este bloqueo, del cual hay que responsabilizar al completo al Gobierno de Malabo, únicamente perjudica a Guinea Ecuatorial. Fantasmagoriza sus transacciones económicas; daña sus posibilidades de extracción de divisas; le resta credibilidad monetaria internacional, y estimula una serie de circuitos económico-financieros irregulares donde abrevan, muy ventajosamente, unos cuantos especuladores cuya actividad degrada los niveles de consumo necesario para el pueblo, al encarecer los precios reduciendo la oferta, y eterniza la corrupción administrativa.

Es negativo, asimismo, que el Gobierno español no haya utilizado a fondo su ascendiente democrático para sugerir a Teodoro Obiang un cambio democrático del cual el coronel-presidente es hoy el primer necesitado para sobrevivir políticamente.

Todo indica que, pese a su habilidad para perpetuarse en situaciones y políticas ambiguas, en más de un aspecto el presidente guineano se encuentra atrapado por decisiones que no son suyas. Perpetuar una estructura de poder cerrada a la modernidad y a las innovaciones políticas de las que todo Estado nuevo puede hoy beneficiarse, acabará incluso con los timoratos deseos de mejora insinuados ayer por Obiang Nguema.

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