Miguel d'Escoto, sacerdote, sandinista y ministro
El diplomático más viajero de América
Miguel d'Escoto, de 50 años, es probablemente el único ministro de Asuntos Exteriores del mundo que tiene cuatro loras y numerosos patitos de colores en su jardín de Managua. Ama las plantas y los animales desde su infancia. Llegó a tener en su casa tres monos y un venado de armas tomar. Aquel venadito de cuerna profusa, que D'Escoto cedió al zoológico de Managua, fue causante de un desaguisado curioso, cuando en el banquete de una boda topó por la espalda a la novia mientras se fotografiaba y la hizo caer con estrépito tras dar un respingo por los aires.
Hoy D'Escoto, en Madrid, mientras cuenta divertido aquella anécdota, se muestra encantado por el regalo que le hizo su colega el ministro germano occidental Hans Dietrich Genscher: un magnífico perro Rottweiler que corretea por su jardín.Miguel d'Escoto es sacerdote de la orden de Mary Knoll. Su rostro es saludable, sus mejillas son algo coloradas y es una de esas personas a las cuales el ribete carnoso y sonrosado de sus orejas les otorga un aspecto bonachón. Tras unas gafas de cristal grueso, su mirada viva anuncia una personalidad tenaz y optimista.
Estudió en Nicaragua primero en California la enseñanza secundaria después e Ingeniería en Berkeley. Más adelante sintió la vocación religiosa y decidió ingresar en un seminario de Chicago, para seguir luego a otro de Boston y después a Nueva York. En EE UU conserva excelentes amigos, como el político Tom Harkin o el padre José. En Manhattan dirigió una editorial de su congregación dedicada al estudio de los problemas del Tercer Mundo y fue fundador-director de la revista Orbis.
Comenzó entonces un largo proceso de toma de conciencia con los problemas del mundo deprimido, en general, y de Nicaragua en particular. En 1975 decidió ingresar en el Frente Sandinista de Liberación Nacional, cuyo emblema luce hoy orgullosamente en su pecho.
Al triunfar la revolución fue llamado al ministerio de Asuntos Exteriores por la Junta de Gobierno de Managua. Hoy pertenece a la Asamblea Sandinista y su cometido al frente de los Asuntos Exteriores de Nicaragua, país de historia revolucionaria corta pero muy densa, le hace ser considerado por sus colegas cancilleres como "el más viajero de todos los ministros de América".
Puede cruzar el Atlántico noventa veces cada año, si bien no muestra fatiga. Reconoce que ama los aviones "porque no tienen teléfono". Con cierta humildad admite que le da vergüenza el hecho de que "nada más entrar en un avión me entra un sueño tremendo y me quedo roque".
Miguel d'Escoto no ve dificultadades para hacer compatible su condición de sacerdote con la de ministro. Acostumbra a decir misa "cuando me lo pide mi obispo de Estelí, Rubén López Ardén". Pero para "evitar problemas con los religiosos que se oponen a la revolución" suele concelebrar la misa en privado y esquiva las ceremonias públicas. "Considero que mi actividad consiste en servir a mi pueblo, me identifico totalmente con los ideales de la revolución popular sandinista y quiero ser un buen nicaragüense", dice con convicción.
Licor monacal envenenado
A la pregunta, envenenada, de si le gusta beber licor Benedictine responde con una sonrisa. Como se recordará, las autoridades de Managua descubrieron recientemente un compló en el cual varias agentes de la CIA destacadas en la capital nicaragüense intentaron envenenar a D'Escoto mediante el regalo de una botella, emponzoñada, del citado licor de los monjes."Mire compañero, no ha sido la primera ni la última vez que los enemigos de Nicaragua intentan eliminarme. Pero mucho más grave que esto es la muerte que estos criminales dan cada día a mis hermanos y hermanas campesinos, a los combatientes revolucionarios y a los soldados que cuidan nuestras fronteras de las agresiones del imperialismo. Esto es lo verdaderamente grave", dice con consternación. De aquel episodio del licor le preocupa el hecho de que, en caso de haber abierto aquella botella, "cosa improbable porque no suelo probarlo más que una vez al año, por Navidades, personas del más alto rango en la dirección política de Nicaragua, que suelen visitar mi casa, podrían haber muerto envenenadas. Por ello fue un acto terrorista".
"Para serle franco, la muerte no me preocupa mucho, hace muchos años que mi vida está en manos del Señor. Lo que si me preocupa de verdad es no hacer o no decir lo que debo hacer y lo que debo decir, que es formular y defender los intereses de mi pueblo, que lucha por la justicia".
Miguel d'Escoto, leonés de Nicaragua, de 50 años, el ministro más viajero de América, solo adora "un poco de soledad, de vez en cuando, en mi jardín, para cuidar mis flores y meditar en silencio".
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