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El debate de la moderación salarial y el mantenimiento del poder adquisitivo

La política sindical, y concretamente la opción por la concertación como fórmula de solidaridad que se traduce en un sacrificio salarial en la negociación colectiva, ha sido el punto más debatido en el 33º Congreso Confederal de la Unión General de Trabajadores, celebrado durante la pasada semana en Madrid. El temor a que el congreso terminara rechazando las propuestas contenidas en la ponencia no abandonó a los responsables del sindicato a lo largo de las sesiones, de tal modo que la misma palabra de sacrificio salarial no apareció en ningún momento en las declaraciones de los dirigentes de UGT.

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El mismo Nicolás Redondo ya había anunciado por dónde iba a ir la política de la central socialista en los próximos meses. En su discurso de apertura, el primer día del congreso se refirió reiteradamente a la necesidad de continuar la política de concertación iniciada con el Acuerdo Marco Interconfederal y que él prefería llamar "política de solidaridad".Minutos antes de su intervención, los representantes de la Confederación Europea de Sindicatos (CES) y de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) habían abogado por el mantenimiento del poder adquisitivo en la negociación colectiva, como estrategia sindical. Poder conjugar las recomendaciones de estas dos organizaciones con la moderación recogida en la ponencia de UGT requirió un enorme esfuerzo de imaginación a la hora de formular la propuesta.

El texto de la ponencia, en su capítulo de Política de rentas y poder adquisitivo, parte de la afirmación de que UGT "no renunciará al objetivo del mantenimiento del poder adquisitivo", aunque precisa a continuación que "es preciso redefinir su concepción". Así, aclara que "junto al concepto de poder adquisitivo entendido exclusivamente en términos de indiciación de los salarios nominales con respecto al índice de inflación previsto, debe coexistir el concepto de salario social, y, con ello, considerar el poder adquisitivo global".

La estrategia de UGT, entendida bajo esta óptica, exige una política fiscal progresiva "que elimine bolsas de fraude y que grave más a los que más tienen" y que permita una política presupuestarla redistributiva y "la reversión de rentas a las clases más desfavorecidas, en términos", dice el texto, "de lo que denominamos salario social". Es decir, mayor cobertura por desempleo, mejor asistencia sanitaria y educacional, etcétera.

Todo ello requiere, tal como reconoce el documento, que la negociación colectiva esté estrechamente vinculada a la política presupuestaria del Gobierno. UGT se inclina por la presencia activa del Gobierno en cualquier pacto que pueda alcanzarse entre organizaciones empresariales y sindicatos, en contra de las tesis mantenidas por la central socialista hace tan sólo unos meses. Ésta es, posiblemente, una de las mayores novedades en la nueva estrategia configurada a partir del 33º congreso. El sacrificio salarial exigido por la aplicación de la concertación solidaría sólo es justificable si existe un compromiso del Gobierno para compensarlo por la vía de unas mayores atenciones sociales.

Junto a todo ello, el texto recoge una idea no suficientemente explicada por el sindicato y que, en algún caso, se ha tratado de restarle importancia: la ponencia apunta la sugerencia de actuar en los incrementos salariales que pudieran pactarse de forma discriminada y, recomienda que se estudien criterios para la aplicación de las subidas salariales por tramos. Se trataría, según explicaron fuentes del sindicato, de establecer distintos porcentajes de incrementos por bloques. "Como ejemplo fácilmente comprensible", señalaron, "imaginando a un trabajador que ganase 800.000 pesetas anuales, tendría una subida salarial del 10% en las primeras 300.000 pesetas, un 8% en las 300.000 siguientes y un 5% en el resto".

Preocupación sindical

La acogida que tenga la nueva filosofia de negociación colectiva aprobada por UGT ha empezado a preocupar a sectores del sindicato. Y no tanto por lo que pueda ínterpretarse en cuanto a seguir las irecomendaciones de moderacíón salarial impartidas por el Gobierno, sino por las dificultades que supone explicar a los trabajadores la necesidad de aceptar una política de sacrificios, tras varios años de pérdida del poder adquisitivo real.

Estas mismas dificultades se hicieron patentes en el propio congreso. Tanto los debates en comisión como los reproducidos en pleno adquirieron especial virulencia en este punto. De hecho, mientras el conjunto de la ponencia sobre política sindical fue aprobada mayoritariamente, la parte de política de rentas fue rechazada por el 25% de los delegados.

La decisión de UGT por una moderación salarial viene justificada indirectamente al hablar, en la misma ponencia, de sus relaciones con el Gobierno. En este capítulo la ponencia plantea que el Gobierno, en una sítuación de crisis como la actual, puede verse oblígado a "practicar políticas que, si bien a largo plazo pueden sanear la situación del conjunto del país, a corto y medio plazo y de forma inmediata podrían no ser asumibles por los trabajadores".

Otro punto conflictivo contenido en el texto de la ponencia y que había pasado el debate en comisión fue rechazado en el pleno. La referencia a reconocer la movilidad geográfica y funcional como factor de creación de empleo fue eliminada una vez que, mayoritariamente, las distintas delegaciones se mostraran contrarias a que apareciera en el texto.

Pero la gran derrota del 33º congreso se produje, en el tratamiento de los cuadros y mandos dentro de la organización. No hubo posibilidad de consensuar la creación de una Unión de Técnicos y Cuadros con el mismo rango que el resto de las uniones. Para los detractores de la propuesta, aceptarla sulponía perder la consideración de sindicato de clase, potenciando un sindicato dentro de la propia UGT.

Nicolás Redondo, al hacer un apresurado balance del congreso, lamentaba que no se hubiera mostrado mayor flexibilidad en este aspecto. "Hemos perdido", decía, "una nueva oportunidad histórica que habremos de lamentar". Para Redondo y otros dirigentes, con la negativa a esta propuesta se potenciaba que los cuadros se echaran en brazos de los sindicatos de elite.

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