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Tribuna
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El grano

No existe enfermedad en la que el enfermo, aparte de ser víctima, no aparezca, en un grado u otro, como culpable. Pero existe una afección, la del grano o granos, que nos señala como reos incuestionables. El hombre o la mujer con granos es un convicto. Muestran su vergüenza junto a una dosis tan exacta de compunción que ella misma los delata. El grano es infamante, dice Javier Pradera. Habla de nuestra secreta infamia que ahora, por él, purgamos públicamente proclamándola.Todo padecimiento físico es tanto más egregio cuando más oculto e invisible es. O bien, el dolor es tanto más insigne cuanto menos signo de sí mismo ofrezca. No saber la geografía o los confines del mal, no tener las proporciones de la herida que clama, hacer incomputable la escala del sufrimiento. Eso enaltece y da prestigio al que padece. El enfermo es así culpable en parte, pero ¿de qué modo comparar su posible culpa con la misteriosa magnitud del acoso al que resiste? El paciente es, en estos casos, un héroe. Como en efecto son héroes cotidianos todas las personas que pugnan con el extremo dolor de cabeza.

Por el contrario, ¿qué decir del que aparece con un grano en pleno rostro, del que tiene el grano en el ano o en los genitales? Un recelo de tipo policial empaña siempre la consideración de este enfermo. ¿De qué viene ese forúnculo? ¿Qué hizo para recibir tan repulsiva sevicia? ¿Qué suciedad. o impureza le acecha? Algo, en efecto, se recela de ese ser que porta el castigo.

Todo hombre o mujer con grano ha ocultado previamente una abyección que ahora inexorablemente emerge. Esta es la ley. Arrastran su forúnculo, su pústula, su espinilla o su divieso como un correlato de su desorden. Acaso se trata de una conducta largamente encubierta o acaso de un solo acto desmedido. En cualquier supuesto, el grano es como un testigo que no ha podido callar más tiempo esa miseria. ¿Compasión, pues, con el miserable? Nada de eso. Solidaridad con el afamado dolor sin huella, pero apartamiento del grano doloroso que remite al oprobio de su ración purulenta. Ración o estigma que sellan al poseedor del grano y sumen así a este enfermo ambulante en la mayor soledad y descrédito.Nuestra patria es el Medievo.

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