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El Gobierno francés acuerda la expulsión de 47 diplomáticos y funcionarios soviéticos bajo la acusación de espionaje

Tras la expulsión ayer de 47 diplomáticos y funcionarios soviéticos acusados de espionaje, decidida por el Gobierno socialista de François Mitterrand, se considera muy probable que las autoridades soviéticas respondan, como represalia, con medidas similares contra los residentes franceses en la URSS. Con ello, las relaciones entre ambos países entrarían en una fase crítica. La presencia de varios ministros comunistas en el Gabinete galo da una dimensión adicional al conflicto.Ayer fueron repatriados los 47 miembros de la delegación oficial soviética en Francia (diplomáticos, periodistas y funcionarios). A todos ellos les acompañaban sus familias en un avión que, procedente de Moscú, vino a buscarles al aeropuerto parisiense de Orly. La expulsión les fue comunicada ayer por la mañana y no se aceptó un aplazamiento.

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El Gobierno francés en su única declaración oficial, hecha ayer por la noche, denunció "la búsqueda sistemática de información (por parte de los diplomáticos soviéticos), sobre todo en el sector militar".

Dadas las graves implicaciones diplomáticas y políticas de la decisión francesa, los expertos piensan que los diplomáticos-espías de la URSS amenazaban los secretos más delicados del dispositivo nuclear y tecnológico galo de defensa.

Se asegura igualmente en París que el presidente Mitterrand anticipó la medida que iba a tomar con los soviéticos a los Gobiernos aliados occidentales, empezando por el presidente norteamericano, Ro nald Reagan.

Acumulacion de acciones

El escobazo francés responde, esencial y genéricamente, al delito de espionaje. No parece ser que los responsables galos se funden en uno o varios hechos concretos, sino en la acumulación de actos de ese género, observada desde hace tiempo. El espionaje de toda suerte (económico, industrial, militar, etcétera) parece ser que formaba parte del quehacer de los diplomáticos soviéticos expulsados, entre los que se encontraban el primer consejero de la Embájada, Nicolás Tchetverikov, y el jefe de la oficina de la agencia Tass en París, Oleg Chirocov.

No se considera improbable que la Unión Soviética haya tenido que ver con dos asuntos de espionaje que se han producido en este país: la detención, en la ciudad de Meaux, de un responsable comercial que mantenía relaciones sospechosas con un diplomático soviético y, de otra parte, el asesinato, en Niza, de un teniente coronel, Bernard Nut, miembro de la dirección del contraespionaje galo. La muerte de este último, maquillada de suicidio en un primer momento, aún ofrece muchos interrogantes, pero se rumorea que Nut estaba en posesión de informes abundantes sobre la denominada pista búlgara, considerada como soviética, que desembocó en el intento de asesinato del papa Juan Pablo Il.

Hay que recordar que el Gobierno francés es de izquierdas, y de sus 14 miembros, dos son comunistas. El PCF es el único partido comunista de Europa occidental que participa en un Gobierno, y toda su estrategia, nacional e internacional, es prosoviética. Mitterrand, con este gesto en el plano de la política interior, ofrece a sus conciudadanos una prueba de independencia si de lo que se trata es de salvaguardar la seguridad del país. Esta espectacular medida del Gobierno socialista se produce en un momento en que las relaciones franco-soviéticas son ya deficientes,

Desde que llegó al poder, en 1981, Mitterrand no ha visitado la URSS y, cada vez que la ocasión se ha prestado para ello, ha explicitado sin ambages las profundas divergencias diplomáticas que separan a París de Moscú.

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