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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El empleo y la libre empresa

LAS PERSPECTIVAS de un incremento del empleo en los países industriales de la OCDE (Europa occidental, Estados Unidos, Canadá y Japón) se han ensombrecido a lo largo de los tres últimos años. Finalmente, 1982 no ha resultado el año puente entre la recesión y la recuperación. La OCDE en su segundo informe semestral de este año resalta cómo el "incremento del paro, que en los últimos tres años ha sido muy intenso, parece seguir un desarrollo inexorable en Europa. Probablemente el principal factor que se esconde detrás de este aumento ha sido el estancamiento de la demanda, pero también la elevación de los costes salariales y una serie de motivos estructurales que desempeñan un papel muy notable en Europa". La perspectiva para 1983 en los países industriales de Europa sigue siendo la de una paralización o una disminución del empleo, mientras que en Estados Unidos, Canadá y Japón las previsiones apuntan hacia una recuperación en los puestos de trabajo. Dentro de Europa las perspectivas más desfavorables corresponden, según la OCDE, al Reino Unido, Bélgica, Holanda y España.A grandes males, como dice el refrán, grandes remedios. Uno correspondería a la propuesta de un economista ortodoxo, Samuel Brittan, uno de los máximos comentaristas y críticos de la política económica inglesa desde las páginas del Financial Times. Otro corresponde a la postura original de un heterodoxo y profundo defensor del sentido común: Edmond Maire, dirigente sindicalista de la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), de tendencia socialista.

Brittan propone para el Reino Unido ni más ni menos que una congelación salarial durante un año. La idea no es rabiosamente originaL En Francia acaba de terminar una pausa salarial durante cuatro meses, y el Gobierno australiano está a punto de anunciar una congelación de sueldos y salarios para 1983. Detrás de esta propuesta hay una especie de eslogan en estos términos: sacrifique su incremento salárial para proporcionar un empleo a un parado. Naturalmente, los defensores del poder adquisitivo argumentan de inmediato que una congelación salarial reduciría el empleo al descender el nivel de gastos de consumo. Pero si esto ocurre, contraargumenta Brittan, el Gobierno debe estar preparado para reducir los impuestos de un modo temporal. También puede aprovechar los menores gastos de los presupuestos en el sostenimiento de sus servicios y dinamizar la ejecución de obras públicas. Brittan sostiene que los trabajadores están dispuestos a aceptar este tipo de emergencias dos o tres veces como máximo en el curso de una generación y lo que falta es el coraje de los gobernantes para llevarlas adelante.

Edmond Maire ha sido retratado como una mezcla de realista utopista. El primer aspecto se sintetiza en su convicción profunda de que el paro tiene un carácter estructural motivado por el aumento vertiginoso de la productívidad. Su fachada de utopista se refleja en su convicción, igualmente firme, de que es preciso recortar la semana laboral a 35 horas, pero acompañándola de una reducción equivalente de los salarios. Maire afirma que la reducción de los salarios es el único modo serio de mantener una industria competitiva. La política económica que han seguido los Gobiernos franceses en los últiinos años confirma, según este sindicalista francés, la protección a los trabajadores asalariados de ingresos medios y de los funcionarios públicos, es decir, de los que hoy día componlen la clase media. Pero los parados han quedado al margen.

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A pesar del distinto origen de los mensajeros, hay una coincidencia en sus convicciones: mantener la competitividad de las empresas. Sin empresas prósperas las posibilídades de dar ocupación a la población que llega al mercado del trabajo son muy reducidas, y si el sistema de libre empresa deja de ser el motor del progreso su supervivencia puede empezar a dejar de tenerse en pie.

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