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3.000 vecinos de Marín pretenden hacer justicia ante el asesinato de una joven por su novio

Tres mil personas tomaron parte en una manifestación organizada en Marín (Pontevedra) en torno a un crimen que ha conmocionado al vecindario, decididas a aplicar la justicia popular, e incluso a extender el escarmiento hacia personas cuya participación en los hechos quedó descartada por la policía. Grupos de estos vecinos asaltaron, el miércoles por la tarde, destruyendo lo que encontraban a su paso, el domicilio familiar de un joven que confesó haber asesinado hace tres meses a su novia.

El domingo pasado fue encontrado el cadáver de una joven de dieciocho años, María Rosa Juncal Martínez, que había desaparecido el 29 de agosto y que murió a manos de su novio, Manuel Crespo Fernández, de diecisiete años, que se encuentra detenido. El vecindario no comparte la versión policial de los hechos, que reduce la autoría a Manuel y entiende, en cambio, que hay que extender las responsabilidades a la madre del supuesto homicida, e incluso al cura párroco.El miércoles la excitación subió de tono y los manifestantes, convocados a través de una emisora de radio, pronto decidieron aplicar la justicia por su cuenta. Concentrados ante la casa de Manuel Crespo, en la localidad de Santo Tomé de Piñeiro, en el municipio de Marín, lanzaron piedras de enorme tamaño contra las ventanas de la casa, destrozando persianas y cristales. Derribaron la puerta y algunos de ellos penetraron en el domicilio, destruyendo lo que encontraron a su paso. De haber dado con la madre del muchacho, sin duda la situación hubiera alcanzado tintes más dramáticos.

La tensión surgió el pasado domingo. Después del entierro de la joven un numeroso grupo de personas rodeó la casa de Carmen Fernández, la madre del joven que se declaró autor del crimen, a la que recriminaron su pretendida participación, y sólo la presencia de la Policía Nacional evitó incidentes violentos.

Los llamamientos a la serenidad no surtieron efecto, y el miércoles se organizó una manifestación, que aglutinó a unas tres mil personas, que portaban algunas pancartas, en las que se llegaba a afirmar que ya que las fuerzas del orden no actúan, lo harían los propios vecinos. El padre de Nolo, advertido previamente de la situación, había abandonado su casa dos horas antes con otro hijo de doce años. Tampoco se hallaba en el domicilio su mujer, objeto principal de las iras de los vecinos. Esta ausencia, posiblemente, evitó su linchamiento.

La Policía Nacional tuvo que efectuar varios disparos al aire para hacer entrar en razones a una multitud que había tomado por asalto la casa del supuesto homicida. Tres personas que llegaron a penetrar en el interior después de que la puerta fuera derribada, es tuvieron retenidas algún tiempo mientras se procedió a su identificación.

La manifestación siguió luego hasta la casa del cura párroco, en la que ya había tomado posiciones la Policía Nacional, con gritos de "desterrarlo" y "queremos que el cuervo no coma más rosales". Tampoco el cura se hallaba en su casa.

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Dos años de noviazgo

En medio del ambiente airado, en el que no faltaron alusiones a un linchamiento, surgió una propuesta de índole contraria para buscar por procedimientos civilizados el objetivo, que, en definitiva, interesa al pueblo indignado: que se haga justicia hasta las últimas consecuencias. Así, los vecinos fueron invitados a que participen en la formación de un fondo común para contratar "al mejor abogado", con objeto de conseguir una acusación particular "fuerte e implacable".Manuel Crespo y María Rosa Juncal se habían conocido hace dos años y no tardaron en hacerse novios. La madre del primero, Carmen Fernández, conocida por Carmen Aquina, era contraria a este noviazgo, y de la notable influencia que ejercía sobre su hijo deducen los vecinos que se deriva su intervención en la trama que concluyó con la muerte de la joven.

El 29 de agosto último María Rosa pidió a su padre, taxista de profesión, que la trasladara hasta la parada del autobús para encontrarse con su novio. Pensaba acudir por la noche a la Fiesta de la Juventud e incluso tenía dispuesto un vestido nuevo para ello, pero aquella noche ya no regresó a su domicilio y a la mañana siguiente, cuando su padre acudió a la casa de Manuel, se encontró con la madre de éste que, según su propia versión, reaccionó "como una fiera". Poco después presentaría denuncia ante un juzgado de Pontevedra, dirigiendo sus sospechas hacia Carmen Fernández.

Era difícil sospechar de Manuel, al que sus amigas llaman Nolo, por tratarse de un muchacho normal, de probada inteligencia y considerado un buen estudiante. Estas circunstancias, unidas a su capacidad de imaginación, de la que se valió para urdir pistas falsas, demoró la clarificación de los hechos hasta que, ante el cerco policial, el pasado viernes confesó haber matado a su novia. Al día siguiente el enterrador de Marín comenzó a cavar en una finca de la familia de Nolo, y el domingo dio con el cuerpo de María Rosa, que aparecía completamente encogido y con evidentes señales de violencia. Sobre la fosa, el supuesto homicida había llegado a plantar un manzano.

Según declaró a la policía, su novia le había comunicado la posibilidad de que estuviera embarazada, aunque la autopsia demostraría que no era así. El muchacho decidió huir de la responsabilidad del embarazo, según su propia versión, porque no podría mantener a una familia y porque, además, temía al ridículo entre sus compañeros, y como única solución se le ocurrió acabar con la vida de su novia.

El domingo 29 de agosto por la mañana, y mientras su familia dormía, cavó la fosa en la finca de una tía suya, distante trescientos metros de su casa, y luego se reunió con su novia, a la que convenció para que le acompañara hasta la orilla del río. En el trayecto discutieron, diciéndole ella que ya era hora de que saliera de debajo de las faldas de su madre. Se sentaron luego a la orilla del río y mientras ella se entretenía observando una trucha Manuel se situó a su espalda y le clavó un cuchillo a la altura del cuello, para continuar después asestándole varias puñaladas más. Luego trasladó el cadáver a la fosa que había preparado previamente y cubrió el cuerpo con piedras, tierra y hierba.

Según este relato de los hechos, Manuel Crespo sería el único responsable del crimen, pero los vecinos no comparten esta opinión. Está extendida la creencia de que de alguna manera la madre participó en los hechos. Incluso creen ver en el párroco de Santo Tomé de Piñeiro algún papel de inductor.

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