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La dimisión de Santiago Carrillo

Gerardo Iglesias, de minero asturiano a la dirección del Partido Comunista de España

Gerardo Iglesias, desde muy joven hombre de la máxima confianza de Santiago Carrillo, está a punto de culminar el salto gigantesco de pasar de picador de una mina asturiana a secretario general del PCE. Manuel Azcárate no oculta en su libro Crisis del eurocomunismo la simpatía que siente por el nuevo máximo dirigente del PCE, una persona "de métodos ejecutivos", afirma, "y muy seguro de sí mismo". Iglesias es comunista desde niño, cuando hacía de enlace con los compañeros de su partido que actuaban clandestinamente en España. Desde muy joven viajaba con frecuencia a París para entrevistarse con Carrillo.Los escasos guerrilleros comunistas que quedaban en Asturias en los últimos años del maquis se reunían en la casa de los padres de Iglesias en La Cerezal, aldea de Mieres, con seis viviendas y una panera. A los doce años, Iglesias comenzó a trabajar en la construcción y a los quince ya picaba carbón en el pozo El Fondón, al que llegaba después de hora y media de caminar por el monte. "Sé a nivel intuitivo", afirma, "que soy del partido comunista desde que nací". Se afilió al PCE en 1960, cuando tenía quince años.

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El guaje, como lo conocían los comunistas asturianos pos su edad, dio un salto crucial en su carrera en la III Conferencia Regional del Comunismo Asturiano, celebrado en Perlora en marzo de 1978. La muerte en accidente de tráfico de Juan Muñiz Zapico, un hombre aceptado sin reservas por todos los sectores del partido, dejó abierta con una crudeza extrema la lucha por el poder en el Partido Comunista de Asturias.

Esta pugna enfrentaba al sector oficialista, con Gerardo Iglesias al frente, apoyado de forma incondicional por Horacio Fernández Iguanzo, un histórico del comunismo asturiano con el que estuvo en la cárcel, y al de los disidentes, unidos sólo por su desacuerdo con la dirección del PCE, singularmente con Carrillo, y con la falta de democracia interna. El anuncio hecho por Carrillo en Estados Unidos, sobre el abandono del marxismo-leninismo, produjo entre los disidentes una fuerte reacción de disgusto, no tanto por la nueva estrategia como por el método empleado que consideraban antidemocrático por la ausencia de un debate en profundidad.

La conferencia de Perlora que eligió a Gerardo Iglesias secretario general del PCE de Asturias supuso el comienzo de un largo camino de conflictos internos que culminaron con numerosas expulsiones y bajas voluntarias. La contestación de Perlora significó la primera crítica estridente al carrillismo en España. No se cuestionaba tanto la dirección del partido por razones ideológicas como por la forma en que se ejercía.

Los obstáculos y adversidades fueron doblegados por Iglesias, con una enorme sangría de militantes. Su política dura, aplicada de forma inflexible, provocó la deserción de la intelectualidad de la militancia comunista. El PCE mantiene, sin embargo, una fuerte implantación en las cuencas mineras.

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Iglesias es un autodidacta y un político muy hábil. En los organismos de gobierno de Asturias consiguió con frecuencia, pese a estar su partido en minoría, un protagonismo destacado que obligó a Rafael Fernández, cuando presidía el Consejo Regional, a remodelar este organismo para limitar el margen de maniobra del probable nuevo secretario general del PCE. Su éxito más resonante ha sido la formación de un gobierno de izquierda en Asturias con un comunista, pese a las resistencias de Rafael Fernández y del PSOE.

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