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El tipo de cambio de la peseta y la cesta de la compra, principales causantes del aumento de la inflación

El alza en el índice de precios al consumo durante el mes de mayo -1,4%- pone de manifiesto las fuertes tensiones inflacionistas que soporta la economía española y la práctica imposibilidad de lograr una reducción sustancial de la misma desde hace más de tres años. En estos momentos la inflación de los cinco primeros meses de 1982, calculada para el conjunto del año, se coloca por encima del 14,5%, similar a la del pasado año, y un poco por debajo de las tasas alcanzadas en 1979 y 1980 -15,6 y 15,4% respectivamente.

La contribución inflacionista de las variaciones de los tipos de cambio y los precios de los productos alimenticios son, a juicio de expertos del Ministerio de Economía, los elementos principales de este recrudecimiento, que no parece va a dejar de tener lugar. Los responsables de Economía han reconocido ya la imposibilidad de lograr para el conjunto del año una inflación por debajo del 13,5-14% e incluso hay quien piensa que estas cifras son demasiado optimistas y que, al menos, habría que apostar por una elevación de precios similar ala de 1981.Los problemas derivados del no sometimiento de la inflación son conocidos: necesidad de proceder a una revisión salarial de todos los convenios firmados en el marco del Acuerdo Nacional sobre el Empleo, que contemplaba como base para las negociaciones salariales una inflación para 1982 del 12,5%; imposibilidad de cubrir uno de los objetivos calificados como básicos para salir de la crisis, y, por último, crecimiento de las diferencias que existen entre la economía española y las del resto de los países industrializados, ya que mientras en éstos, en general, se está produciendo una reducción sensible en sus tasas de inflación, la española continúa creciendo.

La depreciación de la peseta

Si durante los años anteriores cualquier tensión inflacionista se justificaba acudiendo al lugar común de los precios de la energía, desde finales del pasado, y en lo que va transcurrido de éste, no se puede seguir manteniendo esta tesis, ya que se atraviesa una época de calma en los precios de la energía.En estos momentos, la inflación de la economía española está sometida a dos presiones diversas y que, de alguna manera, son el producto de las políticas económicas anteriores, que se sirvieron de ellas para reducir los índices de precios en los años precedentes: las variaciones del tipo de cambio de la peseta y los precios de los productos alimenticios, que tienen un peso específico fundamental en la elaboración del índice de precios al consumo. Si durante 1978 y 1979 el tipo de cambio de la peseta en relación a las demás ayudaba a hacer descender el índice de precios en algo más de un punto, ya que la peseta estaba sobrevalorada y los precios de los productos energéticos, principal componente de las importaciones, no hacían más que crecer en dólares, a partir del segundo trimestre de 1980 cambian las cosas y el tipo de cambio de la peseta empieza a aportar su contribución a que la tasa de inflación se mantenga elevada.

En 1981, cuando la peseta inicia un retroceso importante en relación a las demás monedas, en especial frente al dólar, es cuando más se nota la importancia que tiene sobre el nivel general de precios y, así, durante el pasado año, la depreciación de la peseta contribuye con dos puntos a la tasa de inflación. Según los expertos consultados, aunque lo malo ha pasado ya, también durante 1982 el tipo de cambio continuará contribuyendo negativamente a la inflación.

No será en una medida tan fuerte como en 1981, ya que las comparaciones se establecen ahora sobre un tipo de cambio ya depreciado, pero superarán con creces el punto e incluso el punto y medio, para el conjunto de 1982.

Los productos alimenticios también empujan al alza

Junto a la depreciación de la peseta respecto al dólar, la evolución de los precios de los productos agrícolas sometidos a regulación de campaña, y en general, la del conjunto de precios percibidos por los agricultores son el segundo componente que empuja al alza al índice de precios al consumo. Para 1982, los precios de los diecinueve productos fijados por el Consejo de Ministros, van a subir en un 12,2% -porcentaje superior a 1980 y 1981-, lo que viene a significar que el conjunto de precios de los productos agrícolas lo hará en una cifra. similar e incluso algo superior, como ha sido lo normal en los últimos años. Mientras que en el período 1973-1978, los precios de regulación de campaña subieron el 13,1% en media, los percibidos lo hicieron en el 14,3%. En 1981, la proporción fue similar ya que los precios regulados crecieron el 11,3% y los percibidos casi dos puntos más. Sólo en 1979 y 1980, y como consecuencia de causas diversas, los precios percibidos se incrementaron muy por debajo de los regulados. Hay que tener en cuenta que en estos dos años, la cosecha no fue mala, especialmente la de 19810, que se ha considerado la del siglo.Por otro lado, la discusión con las organizaciones de agricultores y ganaderos llevadas a efecto durante estos dos años, para fijar cada uno de los precios de los productos regulados por separado sin tratar de conseguir un incremento medio general fijado de antemano, como ha ocurrido posteriormente, permitió a las autoridades administrativas, junto con las buenas cosechas, reducir en general las reivindicaciones planteadas para cada uno de los productos.

Pero estas premisas válidas para los dos años anteriores no lo son para el actual, lo mismo que tampoco el cambio de la peseta contribuye a moderar el crecimiento de los precios internos. La inflación, contabilizada la experimentada en el mes de mayo, se sitúa algo por encima de la de hace un año y, lo que es más importante, la diferencia existente entre la inflación española y la del conjunto de los países industrializados crece en proporciones elevadas: en 1979, el diferencial, respecto a la media de países del Mercado Común, era de 4,9 puntos; un año después, había descendido a 1,2 puntos; en 1981, sube hasta 2,3 puntos y, en lo que va de año, se coloca en 3,3 puntos. La comparación para el conjunto de países de la OCDE es más negativa para la economía española.

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