Los nostálgicos abarrotaron el concierto de Simon y Garfunkel
Unas 42.000 personas presenciaron anoche, en el estadio del Rayo Vallecano, de Madrid, la actuación en directo de los cantantes norteamericanos Paul Simon y Art Garfunkel, como comienzo de su gira europea. Según los organizadores del concierto, que se desarrolló con total normalidad y en un ambiente de plena participación, se vendieron 33.000 localidades, a 1.500 pesetas cada una. La capacidad del estadio es de 38.000 espectadores, según el personal del propio estadio vallecano. En esta ocasión, el público ocupó también el césped. La actuación de Simon y Garfunkel, recibidos con una ensordecedora ovación, comenzó con la canción estelar de la película El graduado, Mrs. Robinson. A las doce en punto terminó el concierto, seguido con devoción por un público conocedor de prácticamente todas las canciones. En algunas ocasiones se alumbró con cerillas una noche que amenzaba lluvia.
Una hora antes de la señalada para el concierto, la avenida de la Albufera agrupaba las oleadas de gentes que salían de las bocas del Metro. Un público mayoritariamente joven, con diferencias de vestuario de los seguidores del rock duro, ocuparon el césped, las gradas y las tribunas del estadio. A las diez menos veinte, la lluvia dispersó a parte del público hacia las tribunas altas, donde algunas personas iban provistas de prismáticos. Cinco minutos antes del concierto, un cortocircuito con humareda, en un lateral del escenario, provocó un apagón que duró quince minutos.Simon y Garfunkel se presentaron con una indumentaria ya clásica en sus actuaciones. Simon, traje negro y camiseta blanca; Garfunkel, camiseta blanca y vaquero azul. En el palco presidencial, la ministra de Cultura, Soledad Becerril, y familiares de Leopoldo Calvo Sotelo, Juan José Rosón y Carlos Robles Piquer. En las tribunas cercanas, los cantantes Ana Belén, Víctor Manuel, Joan Manuel Serrat, Paco de Lucía, José Luis Perales, el grupo Mecano y otros.
Triunfaron muy moderadamente
Simon y Garfunkel, con el mismo decorado, la misma banda y las mismas canciones de su magno recital del pasado año en el Central Park de Nueva York triunfaron muy moderadamente si se tiene en cuenta el fervor de un público que coreaba sus temas y aplaudía continuamente con las canciones más conocidas. Cantaron exactamente hasta medianoche, algo menos de lo estipulado en el contrato, sin descanso, ante la insistencia del público.
Durante prácticamente la totalidad del concierto Simon y Garfunkel actuaron a dúo, aunque algunas veces uno de ellos abandonaba la escena para permitir un mejor lucimiento del compañero. Art Garfunkel estuvo más receptivo a los aplausos del público, recogiéndolos simulando abrazar al aire. Paul Simon, en esos momentos, seguía entretenido con la guitarra y se limitaba a hacer ligeras inclinaciones de cabeza.
El decorado semejaba una esquina típica de Nueva York, más en concreto de su lado portuario. Las luces, incluida una guirnalda y los cuatro cañones que enfocaban a los dos héroes no pasaban de discretas.
Alarde técnico
El sonido tampoco fue nada del otro mundo y eso que parecía todo un alarde. Paul Simon perdió el avión que debía transportarle a Madrid por encontrarse ensimismado leyendo el periódico. Parte de los camiones que trían el equipo llegaron un día y medio tarde debido a una asombrosa serie de pinchazos.
Los artistas no concedieron ninguna entrevista. Estuvieron probando sonido desde las seis de la tarde hasta las siete y media, momento en que un centenar de espectadores entró en el campo. Nada más ver gente sobre el césped, Simon y Garfunkel suspendieron el ensayo y se retiraron a descansar hasta que desaparecieron de su vista los intrusos.
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