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Reagan podría subir los impuestos

El año acaba en Estados Unidos con una situación económica sumergida en una ligera recesión, pero con la esperanza de un control inflacionario que, por vez primera desde 1978, podría cerrar por debajo de las dos cifras, con un 9,2% hasta noviembre último.

Sin embargo, la gran encrucijada del presidente Ronald Reagan se planteará a primeros del año próximo, cuando deba determinar si aumenta o no los impuestos para paliar el aumento del déficit público. "No tengo ningún plan para incrementar ningún impuesto", dijo el presidente en su última conferencia de Prensa".

A los buenos propósitos del presidente se suman, no obstante, las voces adversas de sus principales consejeros económicos. Imposible, dicen éstos, continuar con el mismo nivel de presión impositiva ante el fracaso en las previsiones de déficit público para los próximos tres años.

Controlar el déficit

Ronald Reagan, durante toda su campaña electoral e incluso sus primeros nueve meses de mandato en la Casa Blanca, prometió eliminar el crónico déficit público norteamericano, para el ejercicio presupuestario de 1984. Por vez primera en casi veinte años, EE UU debía acabar con los números rojos.Pero la fría realidad de la crítica situación económica de EE UU dan cifras oficiales mucho menos optimistas que las prometidas por el presidente. En 1982, el déficit público de EE UU será de 109.000 millones de dólares (ante los 43.100 inicialmente previstos); para 1983, el déficit será de

52.000 millones de dólares (22.900 previstos), y para 1984, año en que el déficit debía eliminarse, las perspectivas son de un déficit de 162.000 millones de dólares, cifras que, cuando menos, no pueden interpretarse como un éxito de la visión optimista de los consejeros económicos del presidente, expuesta hace tan sólo cuatro meses.

Si, finalmente, para remediar las cuentas Reagan decide aplicar nuevos impuestos (se habla de indirectos sobre el alcohol, tabaco, petróleo y gas natural importado) se comerá parcialmente las ventajas ofrecidas a los norteamericanos en su programa de reducción de impuestos del 30% en tres años.

Mientras el presidente -sin duda calculando los efectos nefastos cara a las elecciones de 1982 mantiene firme su oposición a nuevos impuestos, la Casa Blanca comienza a filtrar previsiones sobre el- volumen de las nuevas cargas tributarias. Un total de 45.000 millones para el año fiscaI 1983 y 30.000 para el año fiscal 1984.

Entre tanto, la situación económica general, con previsiones tranquilizadoras sólo para la inflación, que debería continuar su descenso en 1982, se caracteriza por una apatía total en los índices inversores de Wall Street, que, dicho sea de paso, desde el primer momento consideraron extremadamente optimistas las previsiones de déficit público de la Administración republicana.

Los indicadores de producción industrial bajaron el 2,1% en noviembre último, mientras, la industria en general trabaja al 74,9% de su capacidad, con caída espectacular en el sector del automóvil, cuya producción sólo rueda al 50% de sus posibilidades. Se anima algo la construcción, gracias a la desescalada de los tipos de interés bancario, orientados a la baja.

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