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Los precios que vienen

No hay más que ver la escalada de "spots" publicitarios con los que nos castiga cada tarde y cada noche Televisión Española -y las revistas ilustradas- para sospechar que, en este país, el consumismo no ha muerto. Y no hay más que ver los precios prenavideños de los principales productos de consumo para comprender lo que puede ser "la gran escalada" de aquí a las rebajas de enero.Para los directivos comerciales de las grandes empresas, para los publicitarios y para los asombrados espectadores o lectores, la única duda actual es elegir el modelo de coche más salvaje, el champán más sexy, el juguete más sofisticado, el televisor más coloreado o el detergente más blanco. Pero para el consumidor de a pie y para el ama de casa, la tragedia de los precios de diciembre ha empezado ya hace varios días. Si alguien tiene el valor fisico necesario, que pregunte lo que vale un kilo de carne, de pescadilla, de fruta o del turrón que espera ver sobre su mesa dentro de tres semanas. La suma total de una simple cesta de la compra, cara a la Navidad, puede proporcionarle más emoción que los terrores favoritos del señor Ibáñez Serrador.

Los precios de los productos básicos -y no sólo en alimentación, sino también en vestido, calzado, regalos, etcétera- experimentan tradicionalmente en las últimas semanas del año elevaciones puramente especulativas en las que no se sabe qué lamentar más, si la respuesta comercial a la ley de la oferta y la demanda o el empecinamiento de los consumidores queriendo comprar cualquier producto a cualquier precio.

Dejando a un lado los problemas que plantean los precios de los productos no perecederos, la comercialización de los productos alimenticios es, tradicionalmente, y no sólo en nuestro país, un difícil juego de equilibrios inestables que encubre una auténtica anarquía, una situación caótica de presiones e intereses contrapuestos.

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El sistema funciona, teóricamente, en un régimen de economía de libre mercado, pero en la realídad, ni la oferta fija los precios en función de la demanda, ni la cantidad o la calidad de los productos está en relación con los costes, sino con acontecimientos tan imprevisibles como la metereología, la estacionalidad o la fuerza de los distintos eslabones de la cadena de comercialización.

26 de noviembre

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